martes, 30 de diciembre de 2014

LA REAL COMPAÑÍA GUIPUZCOANA DE CARACAS

La Real Compañía Guipuzcoana de Caracas se crea por Real Cédula el 25 de septiembre de 1728. Las reformas llevadas a cabo hasta el momento por parte de la Monarquía siguieron manteniendo el monopolio de puerto único, lo que hacía prácticamente imposible la creación de compañías desde otros puertos de la metrópoli para el comercio con algún territorio colonial. Sin embargo, la Corona aceptó el proyecto presentado por la provincia de Guipúzcoa, por medio de su secretario foral, Felipe de Aguirre, para comerciar con la provincia de Caracas, mediante la creación de una compañía por acciones apoyada por el Consulado donostiarra. La Real Cédula no concedía el monopolio del comercio; es más, Felipe V se reservaba la opción de enviar cuantos navíos de registro deseara. No obstante, esta cláusula se daría de baja en 1742, por lo que la Compañía se hacía entonces con el monopolio del tráfico comercial con Venezuela.

El interés de los prohombres guipuzcoanos por la provincia venezolana radicaba en las descripciones realizadas por Olavarriaga en su Instrucción General y Particular del Nuevo Reino de Granada, en donde se destacaba la gran fertilidad de las tierras caraqueñas y las opciones de comercio si se incrementaba las comunicaciones con la metrópoli, que hasta el momento se limitaban a un navío de registro y a otro proveniente de Canarias. Este vacío comercial había sido aprovechado por los extranjeros.

La Real Compañía estaba formada por cinco directores que se encargaron de poner en marcha todo el engranaje empresarial y la búsqueda de los inversores. Las acciones de la Compañía fueron suscritas por los propios directores, por la Universidad de Oñate, por el Consulado de San Sebastián, por la propia ciudad donostiarra, por personajes ilustres y comerciantes guipuzcoanos, por la Provincia de Guipúzcoa y por el Rey (no aportaba capital, sino que sus derechos se pagarían con lo que la nueva empresa debía pagar a la Real Hacienda por sus tareas comerciales, llegando hasta a un séptimo de las acciones totales).

En el verano de 1730 partieron del puerto de Pasajes los tres primeros barcos de la Real Compañía. Este primer convoy desembarca en La Guaria con un cargamento en el que se transportaba hierro, acero, canela, pimienta, aguardiente, harina, medicamentos, aceitunas, lienzos, jamones, papel y libros. Pocos meses más tarde salieron nuevos navíos con nuevas mercancías camino de la provincia de Caracas. Todos estos envíos reportaban sustanciosos derechos que debían ser pagados a la Real Hacienda, parte de los cuales también eran empleados para satisfacer deudas pendientes del Tesoro de la Monarquía.

Entre las operaciones iniciadas por la Corona y sufragadas por la Real Compañía hay que destacar la creación de la Compañía de Ballenas de San Sebastián en 1732, con el objetivo de evitar que los marineros guipuzcoanos se enrolaran en navíos extranjeros por falta de barcos nacionales y, de paso, pagar las deudas contraídas por la Corona por el apoyo de los balleneros vascos en la expedición a Sicilia en 1718. Por otro lado, en 1735 se concedió a la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas el asiento de armas de las Reales Fábricas de Guipúzcoa, convirtiéndose la Compañía en la receptora e intermediaria de las armas, situándolas posteriormente en los lugares designados por la Hacienda Real, siendo esta una operación poco rentable para la empresa. Los servicios prestados por la Real Compañía a la Monarquía fueron constantes a lo largo de su existencia, llegándose incluso a encargar del traslado de tropas y víveres al otro lado del Atlántico con motivo de la guerra contra Inglaterra en 1739.

Respecto al comercio con Venezuela, la Real Compañía se aseguró el comercio en exclusiva con este territorio de las Indias y consiguió aumentar y regularizar las importaciones de cacao y tabaco a la península. Así mismo, logró reducir el contrabando que se realizaba hasta entonces en la zona, al perseguir a los comerciantes extranjeros que lo ejercíeran, y encabezó empresas de exploración en la región del Orinoco. También consiguió romper el monopolio del puerto único, al permitírsele en 1742 viajar directamente desde la provincia de Caracas hasta San Sebastián, sin pasar por Cádiz (tan sólo debía suministrar en este puerto el cacao para la mitad sur de la península). Para que la empresa viera facilitado su trabajo, los gobernadores de Caracas eran también los Jueces Conservadores de la Compañía, encargándose de las presas, embargos de contrabando y operaciones de la sociedad.

Sin embargo, la Real Compañía no fue bien recibida en determinados sectores de Venezuela (como el Cabildo), al considerar que perjudicaba los intereses de los hacendados y pequeños propietarios al adjudicarse el monopolio de todo el comercio sin muchas veces poder satisfacer las demandas de la propia región americana. Como consecuencia de esto se produjeron una serie de protestas y conspiraciones como la del zambo Andresote (1730-1733), el Motín de San Felipe (1741) o el movimiento de Juan Francisco de León (1749), siendo este último alzamiento el que mayores consecuencias tuvo al lograr un ajuste del libre monopolio que ejercía la Compañía, siendo admitidas parte de las demandas de los caraqueños.

En 1751 se decide que la sede administrativa de la Real Compañía se trasladara a Madrid, abandonando San Sebastián, lugar donde había nacido. A partir de este momento se le concede nuevos asientos, como la explotación de los bosques navarros para la obtención de madera para los arsenales de Ferrol o la pesca en las costas del Cumaná.

En 1765 se habilitaron nueve puertos en la metrópoli desde los que se podía comerciar con las Indias, lo que se hacía incompatible con monopolios como el de la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas. Sin embargo, a la empresa vasca se le siguieron concediendo privilegios, como el asiento del tráfico de esclavos con Venezuela. No obstante, la situación económica de la Compañía comenzó a flaquear como consecuencia de la pérdida de barcos por los enfrentamientos bélicos, el hecho de deber someterse a unos nuevos controles aduaneros, el aumento del contrabando holandés, las fluctuaciones de los precios de los productos y el nuevo mercado libre.

La Real Compañía Guipuzcoana de Caracas desaparece en 1785 siendo sustituida por una nueva empresa por acciones con los mismos agentes implicados: la Compañía de Filipinas.


Bibliografía

AMEZAGA IRIBARREN, Arántzazu, “La Real Compañía Guipuzcoana de Caracas. Crónica sentimental de una visión historiográfica. Los años áuricos y las rebeliones (1728-1751)”, Sancho el Sabio: Revista de cultura e investigación vasca (2005), nº23, pp. 167-208.

GÁRATE OJANGUREN, Montserrat, “La Real Compañía Guipuzcoana de Caracas: una historia económica”, en ESCOBEDO MANSILLA, Ronald; RIVERA MEDINA, Ana Mª. y CHAPA IMAZ, Álvaro, Los vascos y América. El comercio vasco con América en el siglo XVIII. La Real Compañía Guipuzcoana de Caracas, Bilbao, Banco Bilbao Vizcaya, 1989, pp. 287-306.

MORÓN, Guillermo, “La provincia de Venezuela en el siglo XVIII y la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas”, en ESCOBEDO MANSILLA, Ronald; RIVERA MEDINA, Ana Mª. y CHAPA IMAZ, Álvaro, Los vascos y América. El comercio vasco con América en el siglo XVIII. La Real Compañía Guipuzcoana de Caracas, Bilbao, Banco Bilbao Vizcaya, 1989, pp. 37-51.

lunes, 29 de diciembre de 2014

Las consecuencias económicas de la llegada masiva de plata americana

Mucho se ha hablado en la historiografía moderna sobre las consecuencias que tuvo la llegada de grandes cantidades de plata a Europa, sobre todo tras el descubrimiento de las Minas del Potosí en la actual Bolivia. Cabe indicar que los efectos fueron distintos según los países y los continentes.

*La revolución de los precios en Europa

En la Europa occidental las importaciones de plata aumentaron la oferta monetaria, provocando un crecimiento económico importante, unido a una inflación al mismo nivel de importancia. Por un lado, la plata americana aumentó la demanda en Europa, lo que contribuyó al crecimiento de la producción y los intercambios. Por otro, tuvo también un notable fenómeno inflacionista que se trasladó desde Sevilla como puerto receptor de la plata, al resto de la península Ibérica. A la Casa de Contratación de la capital andaluza comienzan a llegar bajo régimen de monopolio importantes e impresionantes tesoros metálicos americanos. Las masivas llegadas de oro y sobre todo de plata produjeron un notable aumento de los metales monetizables, que hizo caer sus precios.

Visto desde otra perspectiva, el aumento de la oferta monetaria ocasionó un crecimiento del nivel general de los precios, es decir, un proceso inflacionista. Pese a ser unos datos macroeconómicos bastante convencionales (1,2% anual) en comparación a cifras de por ejemplo la última década del siglo XX en Inglaterra (8% anual), en la época fue un fenómeno económico sin parangón, tildado por la historiografía como la "revolución de los precios". Uno de los máximos conocedores del proceso fue el historiador económico estadounidense Earl J. Hamilton (1899-1989), quien explica el fenómeno con gran atención en su libro El tesoro americano y la revolución de los precios en España.

Se trata de una interpretación bastante tradicional ya analizada por los economistas de la escuela de Salamanca, quienes ya establecieron la relación entre el aumento de los precios y el incremento de la cantidad de oro y plata en circulación, como causa a las remesas americanas. La teoría cuantitativa del dinero de Hamilton sostiene que el nivel de precios depende directamente del volumen de la oferta monetaria: dedujo que los precios en España durante el siglo XVI aumentaron de forma proporcional a la masa metálica llegada a Sevilla, señalando que ésta era la causa de la revolución de los precios.

Cabe decir que esta teoría suscitó críticas ya que en contra de lo afirmado por el economista estadounidense, el aumento de los precios no fue proporcional a la llegada de metales, ya que la oferta metálica se multiplicó por diez, mientas que los precios en Sevilla se multiplicaron únicamente por cuatro a lo largo de la centuria. La teoría de Hamilton como afirma el economista gerundés Jordi Nadal, no tuvo en cuenta variables importantes como el hecho de que el metal llegado a Sevilla no fue el único que llegaba desde América al Viejo Continente debido a la importante actividad de contrabando existente en el Atlántico con naciones como Holanda o Inglaterra como principales protagonistas.

Desde España los efectos inflacionistas se extendieron por el resto de Europa gracias al déficit comercial que sufría el territorio. La difusión del proceso inflacionista en el continente será más retardada a causa de la lentitud en los transportes y por consiguiente de la actividad comercial.

*Una mayor monetización y actividad comercial en Asia

En Asia las importaciones de plata respondieron a un fenómeno de tradicional demanda del metal en países como China, quien aumentó su población y crecimiento económico durante el siglo XVI. Por lo tanto en el Sudeste asiático el fenómeno inflacionista causado por las remesas de plata vino acompañado de un crecimiento poblacional y económico, aumentándose la monetización y con ello la actividad comercial. Este hecho causó una reactivación del comercio terrestre entre ambos continentes, siguiendo las rutas tradicionales.


BIBLIOGRAFÍA:

-COMÍN, F.,  Historia económica mundial. De los orígenes a la actualidad,Madrid, Alianza Editorial, 2013.


domingo, 28 de diciembre de 2014

NUEVO BAZTÁN: UNA CIUDAD INDUSTRIAL DEL SIGLO XVIII

La villa de Nuevo Baztán fue fundada por Juan de Goyeneche a principios del siglo XVIII a 45 kilómetros al este de Madrid, cerca de Alcalá de Henares, siendo uno de los más singulares ejemplos del urbanismo barroco español. Se trataba de un ambicioso proyecto de industrialización y repoblación, que fue ejecutado según los planos del arquitecto José de Churriguera, combinando un recinto palaciego y otro fabril.


El reformista Juan de Goyeneche

Juan de Goyeneche nació en Arizcún, en el navarro valle de Baztán, en 1656. Tiempo después se trasladó a la Corte, donde ingresó en el Colegio Imperial de los Jesuitas, en donde comenzó a tomar contacto con los círculos del poder y con los grupos intelectuales madrileños. Desde el principio, fue visto como un reformista que buscaba la renovación política, económica, científica y cultural de España.

Dentro de la corte de Carlos II desempeñó varias funciones como tesorero, donde cabe destacar su papel al frente de las Tesorerías de las Reales Casas de las Reinas de España. Así mismo, fue escritor, editor y empresario periodístico, en donde destacó como creador de la Gaceta de Madrid en 1697, que sustituyó a las viejas publicaciones de noticias gracias a la gestión de renovación e impulso de la prensa de Goyeneche, dando lugar a una empresa periodística estable, moderna y con un notable cuerpo de corresponsales y traductores. Sus negocios no sólo se limitaron al mundo editorial, sino que también actuó como asentista de la Marina consiguiendo el monopolio en Navarra del abastecimiento de madera, brea y alquitrán a los astilleros atlánticos y mediterráneos españoles
.

Tras la muerte de Carlos II, Goyeneche se decantó por Felipe de Anjou como nuevo monarca español. En numerosas ocasiones afrontó de sus bolsillos gastos de la Corona española, como el utillaje de la flota hispana para la defensa de Cádiz contra la marina inglesa en 1702, e incluso realizó préstamos al rey Felipe V para aprovisionamiento de la tropa. Así mismo, costeó la construcción de una fábrica de paños para el ejército, la cual la instaló en la localidad madrileña de Olmeda de las Fuentes.

Goyeneche era un gran seguidor y defensor de las ideas económicas del que fue ministro de  finanzas de Luis XIV, Jean Baptiste Colbert, viendo en la figura del rey Borbón una manera de poder implantar estas medidas económicas en España, tras los intentos frustrados del conde de Oropesa en los últimos años del reinado de Carlos II. Dentro de esta ‘ideología’ colbertista se encuentra su empresa particular de Nuevo Baztán.


La villa industrial y señorial de Nuevo Baztán

Nuevo Baztán fue un conjunto urbano de nuevo trazado, construido a partir de 1709 en terrenos que eran posesión de Juan de Goyeneche, dentro del municipio de La Olmeda, del que el navarro era Señor, ya que también entraba dentro de sus aspiraciones la voluntad de afirmación del prestigio personal y la necesidad de reconocimiento de su linaje dentro de la sociedad madrileña.

La empresa fue dirigida por el propio Goyeneche con el objetivo de revertir el detraimiento industrial del país y la recesión demográfica. La idea no era sólo la mejora de la comarca, sino también generar una serie de productos que con el paso del tiempo pudieran competir en el mercado internacional, reduciendo la importación masiva de manufacturas, equilibrar la balanza de pagos y sanear las cuentas de la Monarquía. De Felipe V obtuvo exenciones, privilegios y franquicias, dentro de la política de fomento industrial auspiciada desde la Corona.


La producción industrial en Nuevo Baztán se inició en 1715 con la puesta en marcha de una fábrica de sombreros de munición y otros artículos textiles y de cuero, en un principio para el abastecimiento del ejército. Con el paso del tiempo se fueron ampliando nuevas manufacturas: aguardiente; industrias de cera y confitería; fábricas de papel y cristales ordinarios; zapaterías y talleres de tejidos de seda, pañuelos… Todas estas industrias atrajeron a la localidad especialistas en cada sector y mano de obra sin cualificar, así como agricultores para abastecer al nuevo mercado local. Los maestros fueron traídos de diferentes lugares de Europa, con el objetivo de formar a los equipos españoles, ofreciéndoles viviendas y todo lo que necesitaran para desarrollar su vida y su labor, y permitiéndoles participar en un pequeño porcentaje de los beneficios. Las ganancias de la venta de las manufacturas recaían en los bolsillos de Juan de Goyeneche, tras pagar a los artesanos y operarios.

En 1720, cuando la villa contaba ya con 500 habitantes, Goyeneche, viendo el éxito de su iniciativa, decide ampliar el negocio con la construcción de de una fábrica de cristales finos, que volvió a contar con el apoyo del monarca. Sus productos fueron de gran calidad y gozaron de gran popularidad, siendo demandados desde Europa y desde el Nuevo Mundo. No obstante, la falta de combustible y los enfrentamientos con los comerciantes extranjeros por el monopolio de la comercialización del vidrio hicieron que la fábrica de vidrio se resintiera notablemente, entrando en pérdidas.

El esplendor de Nuevo Baztán fue efímero. La decadencia vino de la mano de la presión de la competencia internacional y de las industrias nacionales, de un sistema productivo más cercano a lo artesanal que a lo verdaderamente industrial, de numerosos problemas técnicos en las fábricas, de una teoría económica defendida por Goyeneche que comenzaba a estar desfasada al ser sobrepasada por los primeros indicios de la Ilustración, y de un excesivo personalismo del fundador, sin cuya figura apenas sobrevivió el lugar. En la década de los años treinta del siglo XVIII empezaron las quiebras de las fábricas, la emigración de operarios y el fin del comercio en Nuevo Baztán. A pesar de nuevos intentos de recuperar el esplendor de la villa industrial en 1748 por parte de su hijo Francisco Miguel de Goyeneche con una fábrica de jabón, Nuevo Baztán pasó a ser un pueblo agrícola más de la comarca.


Bibliografía

BASCO ESQUIVIAS, Beatriz, “El Nuevo Baztán. Una encrucijada entre la tradición y el progreso”, en El innovador Juan de Goyeneche. El señorío de La Olmeda y el conjunto arquitectónico de Nuevo Baztán, Madrid, Comunidad de Madrid, 1991, pp. 27-50.

DÍAZ ALLER, María E., “La rehabilitación del conjunto monumental de Nuevo Baztán”, en El innovador Juan de Goyeneche. El señorío de La Olmeda y el conjunto arquitectónico de Nuevo Baztán, Madrid, Comunidad de Madrid, 1991, pp. 1-14.

LAYUNO ROSAS, María Ángeles, “Las primeras ‘ciudades de la industria’. Trazados urbanos, efectos territoriales y dimensión patrimonial. La experiencia de Nuevo Baztán (Madrid)”, Scripta Nova: Revista electrónica de geografía y ciencias sociales (2013), nº 17. http://www.ub.edu/geocrit/sn/sn-451.htm

TOVAR MARTÍN, Virginia, “Nuevo Baztán: una experiencia industrial del siglo XVIII”, en Establecimientos tradicionales madrileños. Cuaderno VIII. Periferia de Madrid y pueblos de la Comunidad¸ Madrid, Cámara de Comercio e Industria, 1988, pp. 337-351.
La moneda de los Reyes Católicos como fuente histórica. 

Dentro del lapso de tiempo de utilización de la moneda de metal me decanto por centrarme en el reinado de los Reyes Católicos. El motivo por el que me decanto por este periodo es la gran importancia que este reinado tuvo para la historia tardo medieval y moderna de Castilla y Aragón y por consiguiente el pasado de la actual España.
Los Reyes Católicos Fernando e Isabel acometieron durante su reinado importantes empresas, y una de ellas será la de unificar la moneda en sus territorios, sobre todo en Castilla. Debido a los grandes cambios del periodo comprendido entre 1479-1504 que incluso conllevaron un cambio de época, considero que estudiar la moneda de los Reyes Católicos será el medio perfecto para entender la importancia de la moneda metal como fuente histórica.
Las monedas son una importante fuente histórica ya que eran utilizadas como medio de legitimar los reinados, además en los grabados de anversos y reversos así como en las leyendas de las mismas se plasmaban aspectos políticos o religiosos que hoy en día nos sirven de mucha ayuda. De igual manera conocer las aleaciones y la ley de las monedas así como las leyes que regulaban su acuñación nos permiten conocer la situación económica de un periodo histórico.
En el reinado de los Reyes Católicos queda demostrado lo anteriormente dicho ya que al tratarse de un momento de mucha inestabilidad se dan muchos medios para comparar unas acuñaciones con otras.
Empezando por la guerra civil disputada entre Isabel I de Castilla y su sobrina Juana, como sucede en los casos de enfrentamientos civiles, ambos bandos acuñan moneda utilizándola para legitimar a los aspirantes al trono. En el caso de Juana la acuñación de su bando deja al descubierto el futuro que habría deparado a Castilla de haber ganado este. Al comprometerse con su tío Alfonso V de Portugal este se hace cargo del bando de Juana y en la acuñación de moneda podemos comprobar cómo Castilla quedaría relegada tras Portugal, y no solo está, sino que la propia Juana quedaría solapada por la figura de su tío y marido convirtiéndose este en rey plenamente y no ser tan solo rey consorte. En el bando contrario, el de Isabel y Fernando sucedería lo opuesto. En este caso ambos monarcas sabrán plasmar en la acuñación de moneda la monarquía dual que establecerían en el reino y sobre todo se plasmaría la preeminencia de Castilla sobre Aragón y el papel claro de consorte de Fernando.
Mientras que en el caso del bando de Juana y de Alfonso la acuñación de moneda producía piezas en las que se presentaba solo el nombre de Alfonso, así como los títulos de Portugal y el escudo del mismo reino, en el bando de Isabel y Fernando se realizaron piezas en las que aparecerían ambos monarcas, cuyos bustos aparecen afrentados, en algunas ocasiones el rey porta la espada como símbolo del poder militar y la reina el cetro como símbolo del poder de la justicia. A diferencia del bando contrario, en el caso de Isabel y Fernando y la moneda que acuñaron, se llegó al acuerdo en la Concordia de Segovia de nombrar primero al rey y luego a la reina (en el caso de Juana no aparecía en las leyendas de las monedas) y en lo que respecta a los títulos se debería alternar entre títulos castellanos y aragoneses pero siempre comenzando por los castellanos, marcando una vez más el papel predominante y protagonista de la corona de Castilla.
Este sería uno de los ejemplos de cómo la moneda sirve como una importante fuente histórica, y como sabiendo elaborar las preguntas adecuada a cada pieza esta nos puede dar la información necesaria del periodo o momento en el que se acuño.
Además de para legitimar un trono y de ser utilizadas como uso propagandístico y campaña política como ya hemos visto, las monedas también servían para incidir en temas religiosos, como se produce en el caso de los Reyes Católicos. Los monarcas introducirán elementos religiosos en su moneda para remarcar el carácter sagrado de sus empresas y el favor que recibían de Dios en las mismas. El ejemplo más claro es la producción de monedas con el águila de San Juan divisa personal de la reina y que utilizaba desde que era princesa.
Como sucedería con todos los aspectos de los reinos de los Reyes Católicos, estos se preocuparon y ocuparon de otorgar una estabilidad al sistema monetario, unificar pesos y medidas, equiparar leyes con las de las monedas exteriores para conseguir que el oro castellano permaneciera en Castilla. Este propósito era difícil de conseguir, y como se puede conocer por las diversas disposiciones legales los Reyes Católicos no logran su propósito. De este modo, los Reyes se verán obligados a ir introduciendo mejoras y variaciones conforme se les presentaban los problemas, como por ejemplo la aceptación oficial en la Pragmática de Medina del Campo (13 de junio de 1497), donde se acepta el uso del florín y del ducado sustituyendo la dobla y el castellano[1].
            Como dice la doctora doña María Ruiz Trapero en el caso del reinado de los Reyes Católicos:
“La moneda es el documento histórico que con mayor objetividad nos refiere su reinado y época, ya que además de participar de su convivencia, protagonizo la financiación de todas las empresas y fue el instrumento decisivo para sanear la caótica situación del Estado Medieval heredado de su hermano Enrique IV y hacerle hegemónico, y conseguir desde la plenitud de ese mismo Estado medieval ya saneado, y en el mismo reinado transformarle en un nuevo Estado; un Estado moderno apto para acoger y desarrollar nuevas instituciones, dotándole de una filosofía política de vocación europea, y de la mentalidad necesaria para poder convertir a Castilla y con ella a España en su eje difusor.[2]
Esta es la síntesis perfecta de lo que puede llegar a significar el estudio de las piezas monetarias, desde el metal, la ley de las piezas, el peso, el método de acuñación como las improntas de anversos y reversos y las leyendas inscritas en las mismas.
            Realmente el sistema monetario comenzado por los Reyes Católicos no llegaría a su culminación hasta el reinado del primer Borbón, Felipe V que asumiendo las innovaciones de los Reyes Católicos, así como de sus sucesores consiguió crear un sistema monetario castellano estable y que se llega a convertir en divisa internacional.



[1] FRANCISCO DE OLMOS, J. María “La moneda castellana de los Reyes Católicos. Un documento económico y político”, Revista General de Información y Documentación, 9, nº 1 (1999), p. 23.
[2]RUIS TRAPERO, María “La reforma monetaria de los Reyes Católicos: su importancia histórica” GALENDE DIAZ, J. Carlos (Dir.) III Jornada Científica Sobre Documentación en época de los Reyes Católicos.Dpto. de Ciencias y Técnicas Historiográficas Universidad Complutense de Madrid, 2004. P. 252.

Compañías británicas en la segunda mitad del siglo XVII.



La Revolución de 1688 no fue menos un punto decisivo en el ámbito económico que en la historia política y constitucional de Inglaterra. Una semana antes de que Jacobo II escapara, el secretario de la Royal African Company seguía publicando comisiones que autorizaban la captura de los intrusos que habían infringido el acta constitutiva de 1672. Sin la decisión registrada, la Real Compañia Africana se vio obligada a abandonar la reclamación de imponer su monopolio por medidas coactivas. El comercio libre fue establecido formalmente a través del Acto parlamentario más tarde, reconocido a menudo por haber ocurrido junto con la caída de Jacobo II. Tal como 1640 había traído el final de monopolio industrial, el año 1688 vio el final del antiguo monopolio comercial. Los industrialistas ahora sintieron que la existencia de empresas de exportación de monopolio restringía la expansión. Los roperos y los representantes de los puertos se quejaron de que las exportaciones manufactureras fueron restringidas por el monopolio de la Empresa Real africana, lo cual se unió el interés en que Jamaica tuviese un comercio libre. En 1712 el comercio finalmente fue abierto sin cualquier restricción, lo cual contribuyó al desarrollo de Jamaica. La Empresa entregó 25,000 esclavos a Jamaica en quince años de paz; el comercio libre entregó 42,000 en los once años consiguientes, de los cuales siete eran los años de guerra. 

Similares eventos recayeron sobre la Compañía británica de Indias Orientales. En 1693, su carta fue abandonada, y en la nueva carta se impuso una obligación sobre la Empresa para exportar materias primas inglesas al valor de 100,000 libras al año. La fuerza del interés de la ropa, la misma que había destruido la industria del paño irlandés en 1699, fue demostrada otra vez el próximo año cuando el Parlamento excluyó calicós impresos del Este y sedas del mercado inglés, ya que imponían que ellos debían ser re-exportados de nuevo. El Parlamento forzó a la Compañía de Indias Orientales a comprar antiguos rivales, a partir de 1698 le obligaron a compartir sus privilegios con una empresa rival. Los dos continuaron una feroz batalla en el Parlamento, mientras que su competición sólo hizo subir el precio de asientos de distrito municipal. A pesar de ello, todavía había ventajas en la existencia de un solo órgano dedicado a la protección de comerciantes en la India. Como en los años dieciséis - años cincuenta, los enemigos de la vieja Empresa no tenían ninguna objeción a compartir aquel monopolio, y en 1709 las dos Empresas se unieron. La Compañía de Indias Orientales pronto dejó de despertar pasiones en los partidos políticos.

HILL, Christopher, The century of revolution 1603- 1714, Cardinal, London, 1974, pgs 227-  236.

miércoles, 24 de diciembre de 2014

La unión entre Inglaterra y Escocia: asuntos económicos

En el año 1707, bajo el reinado de Ana la Grande (1702-1714), última representante de la casa Estuardo en el trono de Inglaterra, se produjo uno de los hechos más importantes en la historia de las islas británicas: se firmó el Acta de Unión de 1707, mediante el cual se producía la unión de las coronas de Inglaterra y Escocia, creándose así el Reino de Gran Bretaña. Se disolvieron los parlamentos de ambos países y se creó uno solo, en Westminster (Londres). 


Un factor que señala a los motivos económicos como principal motor de la unión fue el contenido mismo de las cláusulas del Acta. El Acta lo componían un total de veinticinco cláusulas, de las cuales quince se referían a temas económicos. Así pues en ellas se hablaba de libertad de comercio y navegación, de una única moneda con igual valor, de leyes reguladoras del comercio comunes, de exportación e importación…


El Parlamento de Edimburgo aprobó el Acta de Unión con 110 votos a favor y 67 en contra. Los motivos económicos fueron determinantes a la hora de aprobarlo, ya que le permitiría a Escocia (donde el Acta de Unión nunca fue popular) tener acceso a los subsidios ingleses, pues dicho país se encontraba sumido en la ruina económica. La promesa de los beneficios que traería la unión con Inglaterra convenció a las clases dirigentes y a los parlamentarios escoceses para votar por el sí: para ellos pesaron más los intereses económicos que los siglos de lucha pasados por el mantenimiento de la independencia e identidad política.


La seria crisis financiera por la que estaba pasando Escocia fue producida, en gran medida, por la aventura colonial en la que se había metido años antes de la Unión. Esta empresa, conocida como Proyecto Darién, pretendió establecer una colonia en el istmo de Panamá. Sin embargo este proyecto fracasó y las élites escocesas perdieron mucho dinero, por lo que vieron la unión con Inglaterra como una oportunidad para recuperar su poder.
Además, mediante la Ley Extranjera de 1705, Inglaterra amenazó a Escocia con bloquear sus relaciones comerciales imponiéndola sanciones económicas, por lo que la unión con ellos evitaría dichas medidas.
Sin embargo, como se ha comentado antes, una amplia mayoría del pueblo escocés se oponía a la unión. El Acta provocó el rechazo popular y se enviaron numerosas cartas al Parlamento para impedir su aprobación. También se produjeron protestas masivas en Edimburgo y otras ciudades, que fueron reprimidas con la ley marcial.      


En un primer momento la unión trajo algunos beneficios económicos a Escocia, pues se elevó el precio de su ganado debido al acceso a los mercados ingleses. Sin embargo posteriormente la competencia inglesa fue desastrosa para los fabricantes textiles escoceses, que vieron como no podían dar salida a sus productos. Así pues, lo que en un primer momento parecía esperanzador pronto se tornó en un asfixie económico. Además se impusieron medidas impopulares como el establecimiento de nuevos tributos en Escocia, la eliminación del Consejo Privado Escocés del Rey o la extensión a Escocia de la severa ley de traición.


Con todo esto, a partir de la segunda mitad del siglo XVIII Escocia comenzó a vivir los efectos de la Revolución Industrial, lo que produjo un desarrollo económico que hizo que en el siglo XIX se transformara en uno de los centros comerciales, intelectuales y culturales de Europa.



·         KEOGH, D. y WHELAN, K. (2001): Acts of Union: the causes, contexts and consequences of the Act of Union, editorial Four Courts Press, Dublin.
·         URL: http://www.legislation.gov.uk/aosp/1707/7/contents , consultado el día 21/12/2014
·         LÓPEZ-PELÁEZ, J. (2006): Historia breve de las islas Británicas, editorial Sílex, Madrid.

·         FLORISTÁN, A. (2012): Historia Moderna Universal, editorial Ariel, Barcelona.

martes, 23 de diciembre de 2014

El papel de Londres en la economía del mundo moderno

Esquema

1.      Londres respecto a Amsterdam.
2.      Siglo XVI: Comienzo de la expansión demográfica económica y comercial de la capital inglesa, fruto de los cambios en la estructura de producción inglesa y el reforzamiento de la Marina.
3.      Siglo XVII: comienza a consolidarse la posición de Londres como capital económica de Europa.
·         Primera mitad del siglo: afianzamiento del sistema productivo y de las redes comerciales con el Nuevo Mundo, Asia y África, así como en el interior de Europa.

·         Segunda mitad del XVII: Gran expansión demográfica de la City, aumento de la burguesía financiera y la afluencia de capitales fruto de la expansión comercial inglesa: fundación del Banco de Inglaterra 1694.

Pregunta

La posición de Londres siempre debe compararse con la de su principal competidora: Amsterdam. Durante el siglo XVI y la primera mitad del XVII, la ciudad holandesa será el centro económico y comercial de Europa; sin embargo, toda una serie de cambios se estaban produciendo ya para esa fecha en el sistema económico y las redes comerciales inglesas y esto supondrá el impulso definitivo para que desde finales del XVII, Londres tomara el relevo a Amsterdam como el centro económico de Europa.
El cambio principal se producirá en el siglo XVI, cuando se modifica el sistema productivo inglés principalmente por el aumento de la exportación de lana en paños, una exportación que ofrecía un producto más liviano y barato frente a los llamados old draperies[1]. Por otra parte, como bien sabemos Inglaterra siempre había estado condicionada por su papel como potencia marítima, pero sin embargo, durante el siglo XVI se había visto despojada del privilegio de los grandes descubrimientos que habían llevado a cabo españoles y portugueses, lo que no supuso un obstáculo para la constitución de las primeras compañías comerciantes, centradas en los mercados del Báltico y el Mediterráneo principalmente como la Moscovy Company (1554) o la Morocco Company (1595).
En este contexto, Londres se iba erigiendo ya como una de las principales ciudades europeas en cuanto a comercio y finanzas: ya era la segunda ciudad en términos demográficos – con una población de unos 250.000 habitantes a finales del siglo XVI – y continuaba recibiendo una afluencia importante de emigración que provocaría una gran expansión cultural y tecnológica en la ciudad, donde se asientan cada vez mayor número de habitantes cuyas actividades se ligan a la pura actividad mercantil, administrativa o financiera[2].
Si a finales del XVI la capital inglesa ya iba camino de convertirse en el principal centro económico de Europa, el siglo XVII supondrá la consolidación final de este proceso. Será un siglo de profundas convulsiones políticas en Inglaterra que sin embargo, en ningún momento menguaron su crecimiento económico. La producción de los ya mencionados new draperies se había consolidado perfectamente hacia la década de 1630-1640; Inglaterra contaba ya con una sólida estructura manufacturera que, a pesar de la competencia con Amsterdam, extendía sus redes por los mercados del norte de Europa, así como por el Mediterráneo[3].
Este modelo de explotación favorecía más los intereses económicos burgueses, de forma que esta clase social va haciéndose más fuerte en el principal centro económico británico: Londres. La ciudad se convirtió en el centro estructurador del mercado interior inglés, el punto más fuerte que poseía Inglaterra frente a Países Bajos, un territorio más pequeño y dispersos y menos poblado. En este mercado interno, Londres era “la boca y el brazo de Inglaterra, su cabeza y su corazón[4]”. La City consumía los excedentes agrícolas de todo el país; su industria marcaba la pauta de todas las manufacturas del territorio británico, era el centro de concentración de toda la nobleza urbana y rural, pero también de la gran burguesía financiera que va acrecentándose al abrigo del crecimiento del crecimiento de la industria y de las exportaciones con otros ámbitos de Europa y el Nuevo Mundo[5].
La capital inglesa se convertirá así en el “centro direccional” de la extensa red comercial que se establece entre distintos puntos del orbe, especializándose en el comercio de reexportación: se intercambiaban productos tropicales obtenidos de las colonias –café, azúcar, o té de Oriente, obtenidos generalmente a través de la acción de las Compañías privadas- por productos clave para su economía procedentes de otros ámbitos del comercio europeo- hierro, cáñamo, vino… - pero también productos manufacturados salían del puerto de Londres hacia las colonias, estableciéndose un comercio triangular en el ámbito atlántico si cruzamos este comercio con la trata negrera[6].
La City vivirá su gran expansión durante el siglo XVII: su crecimiento demográfico se triplicó, pasando de 200.000 habitantes en el XVI a 600.000 en el siguiente siglo. Por otro lado y fruto de la consolidación de las redes comerciales que ya se iban tejiendo en torno a Londres, debemos destacar la afluencia de capitales que llegaban a la misma fruto del impulso financiero del Banco de Inglaterra, fundado en 1694 en la capital inglesa como sociedad anónima. Aparte de sus funciones primigenias que incluían hacerse cargo de los empréstitos públicos y de emitir billetes bancarios, pronto comenzó a realizar muchas otras funciones, muy similares a las del Wisselbank de Amsterdam: transferir dinero al exterior para el gobierno, aceptar y abonar letras de cambio…superando además la emisión de billetes a principios del siglo XVIII a la del stock de moneda y metal precioso del banco – lo que resulta absolutamente innovador y único, dado que ningún otro país europeo tuvo el mismo éxito creado dinero a través de la emisión de papel moneda [7]-
De esta forma, Londres lidera la revolución financiera a la que se suma el comercio de capitales y la compra venta de acciones y obligaciones que ya se llevaba a cabo en la ciudad[8]. De esta forma, se atrajo a la ciudad ingente capital procedente del comercio que de otro modo podría haberse estacado; esta expansión financiera, unida al desarrollo de la banca privada y a la estructuración de un comercio interior cohesiondo, y un comercio exterior cada vez más extenso y consolidado, marcan la pauta de por qué desde la segunda mitad del XVI Londres toma la primera posición entre las metrópolis económicas de Europa, posición que no abandonará durante los siguientes dos siglos.


[1] El aumento de la producción de lana en paños modificaría de algún modo la estructura de producción agrícola, donde ganarían mayor peso los pastos y con ello aumentarían los tejidos y el aporte de trabajadores campesinos que se habían visto despojados de sus tierras con los enclosures o cercamientos de tierras; VITTORIO, A. di (Ed.): Historia económica de Europa. Siglos XV-XX, Barcelona, 2007, p. 75.
[2] Ibid. p. 77
[3] Ibid. p. 121.
[4] SCHULTZ, H.: Historia económica de Europa, 1500-1800: artesanos, mercaderes y
banqueros, Madrid, 2001, p. 32.
[5] Ibid. p. 33
[6] VITTORIO A., op. cit. p. 120.
[7] CIPOLLA, C. M.: Historia económica de Europa (2). Siglos XVI y XVII, Madrid, 1979, p. 428-430.
[8] Las obligaciones son un tipo de deuda similar a los bonos, que los inversores podían amortizar a plazo inmediato, obteniéndose un interés moderado pero siempre garantizado. Ibid. p. 434. 

Bibliografía

-          CIPOLLA, C. M., Historia económica de Europa (2). Siglos XVI y XVII, Madrid, 1979.
-          SCHULTZ, H., Historia económica de Europa, 1500-1800: artesanos, mercaderes y banqueros, Madrid, 2001
-          VITTORIO, A. (Ed.), Historia económica de Europa. Siglos XV-XX, Barcelona, 2007.

lunes, 22 de diciembre de 2014

LOS OFICIOS: LA COMPOSICIÓN HUMANA DE LA INDUSTRIA
Es preciso señalar que el mundo de los oficios se nutría de la diferencia numérica que se obtenía de restar a la población total el número de eclesiásticos e hidalgos. Estos sumaban en número de casi medio millón en cifras de 1787 mientras que el de eclesiásticos sumaba más de ciento treinta mil según censo de 1789. Así pues después de las cuentas oportunas se llega a la cifra para el estado de que un 95 por ciento de la población se podía definir como estado llano constituido a su vez por labradores y artesanos. [1]
Gonzalo Anes pone de manifiesto las diferencias de consideración que los “oficios viles” sufrían como tal en las diferentes regiones de España, por ejemplo en el norte y en Cataluña muchas veces estos oficios coincidían con la naturaleza de nobles de sus practicantes y según Domínguez Órtiz “los meridionales preferían pedir limosna o morir de hambre antes que barrer las calles, portear agua y otras tales ocupaciones” Una real cédula de 1767 declaraba que no podían formar parte de milicias provinciales  quienes tuvieran nota de oficio indecoroso o extracción infame como mulato, gitano, carnicero, pregonero o verdugo. [2]
Se promulgó en 1770 la real provisión de 26 de mayo por la cual se otorgaban tres fanegas de tierra en las cercanías del poblado en el que residiesen estos, para los braceros y los jornaleros. Sin embargo la medida más destacada fue la que realizó Carlos III en 1783 con el fin de dignificar todos los oficios. Con la real cédula otorgada el 18 de marzo de 1783 se declaró que no sólo ciertos oficios como los de curtidores sino que también otros como los oficios de herreros, sastres, zapateros, carpinteros y otros eran honrados y honestos. Se declaró que la resolución habría de observarse de forma inviolable, fueron anuladas con ello las leyes contenidas en el llamado “ordenamiento real” y en la nueva recopilación.[3] De esta suerte lo que se quiso es derogar lo concerniente a los oficios a los que se refería como viles o mecánicos. Así de este modo todos los oficios pasaron a ser dignos, honrados y honestos.
Sin embargo se generó una polémica y oposición con nobleza, clero y los propios gremios aunque con pocas perspectivas de éxito. Era un tiempo de aguda crisis artesanal en las que las corporaciones ya rumiaban su agonía. En el 72 se permitió a los extranjeros asentarse y ejercer oficio sin previo examen pero tras la promulgación de la cédula de 1783 el proceso se aceleró. Entre 1787 y 1789 se autorizaron a los fabricantes de tejidos a utilizar un limitado número de telares, esto representó de facto el principio del fin para el sistema de taller. En 1798, como culminación a una serie de pasos previos para la liberalización del artesanado se permite la posibilidad de examinarse de maestro sin pasar por el aprendizaje y la oficialía. A pesar de todos los intentos en vísperas de la guerra de la independencia España no había entrado aún en la revolución industrial. [4]
                                               EL COMERCIO CON AMÉRICA.
La relación entre España y las indias se hizo más compleja después de la guerra de los 7 años. Así también el intercambio comercial entre ambas. España obtuvo más éxito en obtener fondos de América que de la misma Castilla. Es en la segunda mitad del s. XVIII cuando esto se hace más evidente.
Es necesario señalar (y vale para el conjunto del trabajo) que el ámbito de actuación de la burguesía era arbitrario porque si algo era característico de la actuación del comerciante del Antiguo Régimen era su polivalencia, es decir no había una especialización clara en ningún campo de la economía, precisamente su definición de comerciante venía dado por su carácter todo terreno, así Miquel de Azavala Auñón declaraba con respecto a los comerciantes:
            “Los que por tierra o mar hacen venir de cualquier género que sea para vender al por mayor o al grueso”. [5]
            Sin embargo como señala Ringrose es necesario clarificar la relación entre comercio colonial y economía peninsular para ello se debe tener en cuenta la especial posición de Cádiz dentro del resto de economía del país.[6] Cádiz tuvo un importante, el principal papel como agencia distribuidora del comercio legal entre España y la América española. Así se constituyó en puerto regional y centro internacional de almacenaje y distribución. Así, de esta manera el comercio americano creció durante los 50´s y 60´s del s. XVIII mientras que lo propio con España fue más dinámica durante los años 80´s. así entre 1783-92 Cádiz manejó del 72 al 83 por ciento de las exportaciones y del 72 al 84 por ciento de importaciones de América.[7] Durante el reinado de Carlos III los envíos directos de América, los aranceles peninsulares aduaneros sobre el comercio y los impuestos recogidos de una economía andaluza sostenida por el comercio americano constituían una parte vital del presupuesto regio. Durante la década de los ochenta un 45 por ciento de la renta procedía las colonias. Justo en esos años y antes de la proclamación del comercio libre el tráfico marítimo tenía una media de 28.000 tm. Y 90 navíos por año aunque los barcos hubieran incrementado el tonelaje de 221 a 312 tm por unidad.[8]
            El volumen del comercio había experimentado un notable incremento en Cádiz. Entre 1745-1765 el comercio de las indias creció de diez mil a 27.000 tm. El final de la guerra americana y la reforma del comercio colonial en 1778 elevaron aún más el comercio. [9] Parece que la captura de la Habana aceleró el ritmo de las reformas que culminaron en 1778. La causa principal al margen de propaganda oficial que florecía una explicación alrededor del aumento del comercio y favorecer el desarrollo parece ser la de aumentar los ingresos.
            Hasta 1763 todos los bancos fondeaban en Cádiz antes de cruzar el Atlántico. Excepción de la compañía de Caracas (1728) y la compañía de Barcelona (1756) que explotaban un Caribe marginal. Cuando la guerra de los 7 años eran el 20 por ciento del total transoceánico[10]. En vísperas de esa guerra se creó el correo marítimo propiedad del estado y con sede en La Coruña. Eran rápidos y bien armados. En 1767 se añadió una segunda ruta con Buenos Aires a la ya creada con la Habana dos años antes. En 1765 se proclamaron los edictos de comercio libre que consiguieron simplificar los impuestos de aduanas.
CONCLUSIÓN
            Según Ringrose[11] (y comparto la opinión) los gobernantes actuaron en la mayor parte de las ocasiones sin conocer todas las facetas del problema que les afectaba, la disposición poliédrica de los factores que constituían la economía del momento les deslumbró a la manera que producen demasiados focos lumínicos enfocando un lago claro y prístino: produjo confusión y aturdimiento y a veces se veían monstruos donde solo había agua y sombras. Se promovió una industria sin conocer la información correcta, no es raro que se vieran atrapados en una combinación de ideas abstractas, de soluciones utópicas y de prejuicios personales que condicionó sus visiones de la realidad. Sin embargo España no fue la única donde esa equivocación provocada por una perspectiva distorsionada desencadenó muchos errores y fracasos, Europa casi al completo estaba en esa misma situación, un punto flaco del desarrollo de todas las sociedades, salvo la excepción de Inglaterra. Sin embargo aunque a nivel general y estatal el fracaso fue reconocido a nivel particular, de inversión del pequeño propietario sí se constataron ciertos éxitos de carácter privado.
            Fracasaron, efectivamente, aquellas inversiones que suponían un gran desembolso de capital, aquellas en las que el estado se vio fuertemente comprometido para la realización de complejos fabriles, sin embargo se lograron importantes avances en terrenos como la agricultura, inversiones en procesos intermedios, desarrollo de manufacturas de tipo artesanal y también en las que tenían carácter regional. Por lo tanto si una nación es capaz de producir esos aciertos de seguro que la causa de fracasos que tienen su origen en ellos habría que buscarla en condicionantes de tipo cultural mucho más arraigado en el imaginario colectivo del pueblo español. Además fracasó otro gran cometido del despotismo ilustrado: el todo para el pueblo sin el pueblo fue torpedeado sin remisión por los intereses de los grandes terratenientes cuyo poderío en tierras de nobles y clericales fue imposible de repartir, de desamortizar entre los jornaleros y el pueblo necesitado.
                                              





[1] VARIOS, Actas del congreso internacional sobre Carlos III y la ilustración, tomo II economía y sociedad, Madrid, Ministerio de Cultura, 1989, pp. 28 y ss.
[2]VARIOS, Cuadernos de Historia nº 9, C.S.I.C, Madrid, 1989, pp. 484 y ss
[3] En estas leyes dictadas en tiempo de los reyes católicos se venía a decir (leyes 2 y 3) del título I libro VI que los caballeros para tal no debían ejercer oficios tales que sastres, pellejeros, herreros (…) ni usasen de otros oficios bajos y viles.
[4] COMELLAS, José Luis (edt), Del antiguo al nuevo régimen: hasta la muerte de Fernando VII (Vol. XII) Ediciones Rialp, Madrid, 1981, Pp 35 y ss.
[5] VARIOS, La economía de la Ilustración, Murcia, 1988, Pp. 108 y ss
[6] RINGROSE, David R, España 1700-1900, el mito del fracaso, Alianza Universidad, Madrid 1996, p. 130
[7] FISCHER, John, Commercial relation Between Spain and Spanish America in the era of free trade 1778-1796, Liverpool University, Liverpool 1985
[8] RINGROSE R, David, España, 1700-1900. El mito del fracaso, Alianza Universidad, Madrid 1996,  p. 143
[9] Ibídem, p. 160
[10] Ibídem, p. 163.
[11]Ibídem, p. 29