La Revolución de 1688 no fue
menos un punto decisivo en el ámbito económico que en la historia política y
constitucional de Inglaterra. Una semana antes de que Jacobo II escapara, el
secretario de la Royal African Company seguía publicando comisiones que
autorizaban la captura de los intrusos que habían infringido el acta
constitutiva de 1672. Sin la decisión registrada, la Real Compañia Africana se vio obligada a
abandonar la reclamación de imponer su monopolio por medidas coactivas. El
comercio libre fue establecido formalmente a través del Acto parlamentario más
tarde, reconocido a menudo por haber ocurrido junto con la caída de Jacobo II. Tal
como 1640 había traído el final de monopolio industrial, el año 1688 vio el
final del antiguo monopolio comercial. Los industrialistas ahora sintieron que
la existencia de empresas de exportación de monopolio restringía la expansión. Los
roperos y los representantes de los puertos se quejaron de que las
exportaciones manufactureras fueron restringidas por el monopolio de la Empresa
Real africana, lo cual se unió el interés en que Jamaica tuviese un comercio
libre. En 1712 el comercio finalmente fue abierto sin cualquier restricción, lo
cual contribuyó al desarrollo de Jamaica. La Empresa entregó 25,000 esclavos a
Jamaica en quince años de paz; el comercio libre entregó 42,000 en los once
años consiguientes, de los cuales siete eran los años de guerra.
Similares
eventos recayeron sobre la Compañía británica de Indias Orientales. En 1693, su
carta fue abandonada, y en la nueva carta se impuso una obligación sobre la
Empresa para exportar materias primas inglesas al valor de 100,000 libras al
año. La fuerza del interés de la ropa, la misma que había destruido la
industria del paño irlandés en 1699, fue demostrada otra vez el próximo año
cuando el Parlamento excluyó calicós impresos del Este y sedas del mercado
inglés, ya que imponían que ellos debían ser re-exportados de nuevo. El Parlamento
forzó a la Compañía de Indias Orientales a comprar antiguos rivales, a partir de
1698 le obligaron a compartir sus privilegios con una empresa rival. Los dos
continuaron una feroz batalla en el Parlamento, mientras que su competición
sólo hizo subir el precio de asientos de distrito municipal. A pesar de ello,
todavía había ventajas en la existencia de un solo órgano dedicado a la
protección de comerciantes en la India. Como en los años dieciséis - años
cincuenta, los enemigos de la vieja Empresa no tenían ninguna objeción a
compartir aquel monopolio, y en 1709 las dos Empresas se unieron. La Compañía de
Indias Orientales pronto dejó de despertar pasiones en los partidos políticos.
HILL,
Christopher, The century of revolution
1603- 1714, Cardinal, London, 1974, pgs 227- 236.
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