Cuba, además del resto de las
islas caribeñas, constituyó el área inicial de expansionismo castellano en
América iniciado en 1492, por lo que sirvió como laboratorio de prácticas para
las políticas que se desarrollarían más tarde en el continente.
Lo primero a tener en cuenta es
que con la llegada de los invasores españoles a América, la población originaria
de la isla se redujo drásticamente debido al contagio de enfermedades que
portaban los europeos, a matanzas y a la explotación a la que fueron sometidos
los pueblos originarios. Como consecuencia de esto la mano de obra necesaria
para trabajar los cultivos comenzó a escasear mucho desde el principio y por lo
tanto se decidió utilizar esclavos negros para realizar distintas tareas.
Fue a partir de 1517, fecha en la
que el rey Carlos I de España firmó el permiso para la introducción de esclavos
africanos en Cuba, cuando comenzó a llevarse a cabo el comercio legal de
esclavos y su utilización para trabajar en Cuba. Comenzaba así una trata de
esclavos en la isla que duraría más de tres siglos, hasta 1886 cuando fue
abolida oficialmente. Durante este tiempo cerca de un millón de africanos
fueron trasladados a la isla, de los cuales la gran mayoría (en torno al 85%
del total) llegaron durante el siglo XIX para trabajar en las plantaciones de
azúcar.
En un primer momento los esclavos
llegaron como “complemento normal” de cualquier expedición colonizadora, es
decir, se utilizaban como sirvientes personales, como constructores y en
general eran utilizados para cualquier cosa que fuera requerida. Las rebeliones
de esclavos no tardaron en llegar a la isla y ya en el 1532 el gobierno hizo un
informe sobre la que ocurrió en la mina de oro de Jobabó, cerca de Bayamo. El
levantamiento fue aplastado rápidamente y las cabezas de los líderes fueron
clavadas en estacas a las afueras de la ciudad. En 1538 hubo otra rebelión esclava,
esta vez de mayor envergadura ya que contaban con el apoyo de la población
originaria local, pero una vez más fue brutalmente aplastada.
Con la unión de las coronas de
España y Portugal en el 1581 comenzaron a llegar cargamentos más regulares de
esclavos negros a la isla, pues los blancos residentes en Cuba tenían ahora
acceso al comercio portugués de esclavos procedentes de África. Algunos fueron
transportados a La Habana en barcos portugueses, mientras que otros llegaban a
través del comercio de contrabando hasta pequeños puertos que había a lo largo
de toda la costa.
En el tránsito entre los siglos
XVII y XVIII la esclavitud quedó afianzada en el ordenamiento jurídico de Cuba,
convirtiéndose en uno de los pilares más importantes de su economía.
La apuesta decidida por la
plantación en el último tercio del siglo XVIII hizo que aumentara muchísimo el
número de esclavos introducidos en la isla, endureciendo además sus condiciones
de vida y haciendo más complicado su acceso al matrimonio con libres, llegando
incluso a prohibirse totalmente las nupcias de personas de diferente raza en el
1803. Por su parte, la obstaculización de la manumisión pasó a ser política de
Estado por lo que la inmensa mayoría de los esclavos quedaban condenados de por
vida. Esta apuesta por la agricultura se debió a que los ingleses ocuparon La
Habana en el 1763 e introdujeron con ellos grandes avances técnicos para el
trabajo de la tierra, por lo que el desarrollo de las plantaciones fue alto y
la necesidad de mano de obra aumentó enormemente. Así pues tenemos que desde el
1763 hasta la fecha de abolición de la esclavitud (1886), entraron en Cuba más
de 800.000 esclavos.
En el año 1880 se aprobó la “Ley
de abolición de la esclavitud”, por la cual se concedía la libertad a todos los
esclavos, aunque les obligada a seguir trabajando bajo el patronato de sus
antiguos propietarios durante un periodo de seis años. Por tanto la esclavitud
en Cuba concluyó verdaderamente en el 1886.
·
GOTT,
R. (2005): Cuba. A new history, Yale
University Press, Estados Unidos.
·
AMORES CARREDANO, J. (2012): Historia de América, editorial Ariel,
Barcelona.
·
THOMAS, H. (1998): La trata de esclavos, editorial Planeta, Madrid.
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