Siendo este un artículo
dedicado al proceso de formación de la clase obrera inglesa entre la segunda
mitad del siglo XVIII y primera mitad del XIX creo conveniente otorgar una
definición de clase extraída de la mejor obra escrita hasta el momento sobre el
tema, me refiero a La formación de la
clase obrera en Inglaterra de E. P. Thompson: “La clase cobra existencia cuando algunos hombres, de resultas de sus
experiencias comunes –heredadas o compartidas-, sienten y articulan la
identidad de sus intereses a la vez comunes a ellos mismos y frente a otros
hombres cuyos intereses son distintos –y habitualmente opuestos- a los suyos.
La experiencia de clase está ampliamente determinada por las relaciones de
producción en la que los hombres nacen o
en las que entran de manera involuntaria. La conciencia de clase es la forma en
que se expresan estas experiencias en términos culturales. Encarnadas en
tradiciones, sistemas de valores, ideas y formas institucionales. Si bien la
experiencia aparece como algo determinado, la conciencia de clase no lo está.
Podemos ver una cierta lógica en las respuestas de grupos laborales similares
que tienen experiencias similares, pero no podemos formular ninguna ley. La
conciencia de clase surge del mismo modo en distintos momentos y lugares, pero
nunca surge exactamente de la misma forma”. (2012, p. 27-28)
La máquina de vapor,
inventada por James Watt en 1775, la spinning-jenny, inventada por James
Hargreaves en 1764, la lanzadera de Kay introducida masivamente en la década de
1760, la cardadora de Paul patentada en 1748, la wáter-frame (maquina hiladora
continua) inventada por Arkwright en 1769, todas estas invenciones incorporadas
al mundo de la producción fabril supusieron una transformación completa del
modo de producción y dieron lugar de manera directa a nuevas relaciones
sociales, instituciones y formas culturales. Estas transformaciones fueron producidas por la industria algodonera que
fue la primera en desarrollarse en Inglaterra, aunque si bien es cierto que
hasta la década de 1830 los tejedores manuales superaban en número a aquellos
hombres y mujeres empleados en las fábricas de hilado de algodón tal y como
expresa Thompson: “La cuestión es
importante, porque el énfasis exagerado en la novedad de las fábricas de los
algodoneros puede conducir a una subestimación de la continuidad de las
tradiciones políticas y culturales en la formación de las comunidades obreras.
Los trabajadores fabriles, lejos de ser los “primogénitos de la Revolución
industrial”, eran los recién llegados. Muchas de sus ideas y formas de
organización habían sido ya adoptadas por los trabajadores a domicilio, como
los cardadores de lana de Norwich y el West Country o los tejedores de cintas
de Manchester”. (2012, p. 219)
La economía, por lo
tanto continuó siendo predominantemente rural y la unidad de producción
característica continuó siendo la familia que tenía su centro de trabajo en su
propia casa en donde las mujeres y los niños recogían, limpiaban y ligaban el
algodón en bruto y los hombres lo tejían., esto significaba la no
especialización de la mano de obra al contrario que ocurría con los obreros
industriales que participaban en un proceso productivo en el que realizaban una
tarea particular atendiendo a la división del trabajo impuesta por el capital.
A pesar del
mantenimiento de estos empleos tradicionales, cuyos miembros podríamos incluir
en la amplia categoría de clases trabajadoras, el período comprendido entre
1780 y 1830 –es decir el periodo que comprende la transición entre una sociedad
preindustrial a una industrial- ve el nacimiento de lo que denominamos clase
obrera ya que durante este proceso, y sobre todo al final, encontramos la
conciencia de una identidad de intereses entre todas las clases trabajadores
contrarios a los de otras clases y el desarrollo de organizaciones políticas y
laborales exclusivamente obreras. El nacimiento de esta clase obrera se produjo
por la imposición, por parte de las élites, de unas determinadas condiciones de
trabajo y relaciones de producción que aniquilaron cierto tipo de tradiciones
propias del denominado “inglés libre por nacimiento” tales como los derechos
locales, tradiciones artesanas, igualdad ante la ley… que queda ejemplificado a
la perfección en el proceso de enclosures
y la eliminación de los derechos comunales –este proceso de cercamiento fue
realizado desde mediados del siglo XVIII por medio de la legislación
parlamentaria como método para consolidar la propiedad territorial, algunas de
las cifras de este “robo legal” son: alrededor de 75 acres entre 1727 y 1760;
478000 acres entre 1761 y 1792; cerca de un millón de acres tras las guerras
napoleónicas; y menos de 200000 acres entre 1816 y 1845-, y la precarización de
la industria doméstica ya que la mayor parte de los que trabajan por cuenta
propia se convirtieron en trabajadores asalariados bajo las ordenes de un gran
patrón. Anteriormente a este proceso la unidad domestica económica y la propiedad
territorial fue lo suficientemente fuerte para paliar –salvo en algunos casos
aislados- la confrontación de clase hasta que la industrialización la trajo consigo
ya que antes de que ocurriera esto existían simplemente fragmentos del
protoconflicto debido a la inexistencia de la clase obrera como agente
histórico.
En contra de lo que suele
pensar cierta historiografía la Revolución industrial tuvo un carácter catastrófico
para las clases trabajadoras inglesas que vieron su mundo y sus prácticas
sociales, si no eliminados completamente, muy transformadas, a esto debemos
añadir la intensidad de la explotación
tal y como expresa Thompson: “Las
injusticias que los obreros sentían como cambios en el carácter de la
explotación capitalista: la ascensión de una clase de patronos que no tenía
autoridad tradicional ni obligaciones; la creciente distancia entre el patrono
y el hombre; la transparencia de la explotación en el origen de su nueva
riqueza y poder; el empeoramiento de la condición del trabajador y sobre todo
su pérdida de independencia, su reducción a la dependencia total con respecto a
los instrumentos de producción del patrono; la parcialidad de la ley; la descomposición
de la economía familiar tradicional; la disciplina, la monotonía, las horas y
las condiciones de trabajador; la pérdida de tiempo libre y de distracciones;
la reducción del hombre a la categoría de un instrumento”. (2012, p. 228).
Esta situación se aleja mucho de los cálculos realizados por ciertos
historiadores pertenecientes a la moda académica negacionista-revisionista que
se empeñan en negar económicamente el carácter socialmente catastrófico del
triunfo políticamente contrarrevolucionario del capitalismo industrial, lo que
no debe hacernos caer en la idealización del modo de producción anterior.
Sin embargo este
proceso no fue, ni mucho menos, pacifico sino que
se encontró con la firme oposición de las clases trabajadoras inglesas –se
trata de un tipo de revuelta primitiva, enmarcada todavía en lo que se ha
denominado anteriormente como protoconflicto, ya que hasta la conformación
definitiva de la clase obrera en el siglo XIX no surgirán los nuevos métodos de
protesta basados en el trade unionismo y la huelga política-, que se expresaron
por medio de la revuelta. En primer lugar destacaremos el caso de las revueltas
protagonizadas por el campesinado. El campesino se hallaba bajo el dominio del
squirre o terrateniente que era miembro del tribunal del condado, elegía al
pastor de la Iglesia, arrendaba tierras y empleaba el trabajo asalariado del
obrero rural. Este terrateniente –en connivencia con el comerciante que vendía
el producto textil realizado por medio del trabajo doméstico del campesino-
hacía valer sus intereses de clase en el Parlamento por medio de la votación de
medidas encaminadas a desposeer al campesino de sus derechos tradicionales y a
sentar las bases legislativas que marcarían, y facilitarían, el desarrollo de
la Revolución industrial –algunas de estas leyes fueron: las acts of Enclosure
(leyes de cercamiento de tierras), las Corn Laws (Leyes de Cereales), Leyes de
Milicia, las Poor Laws (Leyes de Pobres) y las Acts of Settlement (leyes de
afincamiento para el mejor control y vigilancia de los pobres-, esta
legislación provocó una serie de revueltas que se extendieron por toda
Inglaterra, cabe destacar las revueltas de 1757 en East Anglia, Lincoln,
Northampton y el distrito oriental del condado de Yorkshire como consecuencia
de la promulgación de las Leyes de Milicia que acabaron en 1761 con la milicia
de Yorkshire disparando contra cinco mil mineros de Northumberland que
marchaban hacia Hexham para detener la selección de reclutamiento. También se
produjeron numerosas revueltas por las acts
of Enclosure que se extendieron durante todo el siglo XVIII, aunque su
virulencia aumentó a partir de 1760, destacando las revueltas en
Northamptonshire en 1710, en Wiltshire y Norwich en 1758, en Northampton y
Oxfordshire en 1765, en Boston (Lines) en 1771, en Worcester en 1772, en
Shefield en 1791 y en Nottingham en 1798.
A pesar de este tipo de
revueltas, las más numerosas de este siglo, aunque su auge se produce
igualmente en la segunda mitad de siglo, fueron las denominadas revueltas del
hambre producidas por la escasez de alimentos y el alza de los precios que se
produjeron principalmente durante 1756-1757, 1766-1767, 1772, 1782-1783, 1795 y
1800. Este tipo de revueltas solía tomar la forma de saqueos de depósitos de
granos, ataques a las casas de los comerciantes que especulaban y se
enriquecían vendiendo al extranjero el producto, el ataque a barcos de grano
destinados a la exportación y la taxation populaire que consistía en la
imposición de topes a los precios lo que se conseguía obligando al comerciante
a vender el trigo a un precio justo.
En el caso de la
revuelta urbana estaba mucho menos influenciada por el hambre, aunque también
tenía su importancia, que la realizada en el campo ya que las autoridades se
encargaban, por norma general, de mantener abastecidos los mercados y controlar
los precios, sobre todo en las capitales, para evitar los conatos de ira
popular. En las ciudades, en este caso se tomará como referencia Londres, la
revuelta aducía a motivos sociales o políticos aunque la mayoría se producía
por una mezcla de ambos. Algunas de las más destacadas revueltas producidas en
la ciudad de Londres fueron: la revuelta antiirlandesa de 1736 que se produjo
en las parroquias de Whitechapel, Shoreditch y Spitalfields como consecuencia
de la contratación de mano de obra irlandesa que salía mucho más barata que la
inglesa, ya que en ocasiones cobraban la mitad e incluso dos tercios del pago
dado a un inglés, lo que provocó la ira popular y al asalto a numerosas
tabernas frecuentadas por irlandeses; las revueltas más importantes se
produjeron en la década de 1760 y 1770 y sus causas fueron exclusivamente
políticas, se conocen con el nombre de “revueltas wilkistas” ya que el desencadenante
fue la liberación en 1763 de John Wilkes –encerrado en la Torre de Londres por
difundir libelos sediciosos contra Jorge III- que fue saludado por la multitud
al grito de “Wilkes and Liberty!”, que se convertiría desde este momento en el
lema de los wilkistas, a lo que siguió la decisión del Parlamento de prohibir y
quemar el periódico que dirigía, North Briton, lo que provocó una
insurrección popular y John Wilkes se
vio obligado a huir a Paris al ser declarado fuera de la ley. La segunda
revuelta wilkista se produjo en 1768 al ser elegido Wilkes como representante
de los propietarios agrícolas de Middlesex a su regreso del exilio, su
encarcelamiento provocó una serie de disturbios que finalizaron con la matanza
de St. George’s Fields el 10 de mayo cuando los guardias dispararon contra la
multitud que rodeaba la prisión donde se encontraba Wilkes. La última de estas
revueltas se produjo en 1773 cuando Wilkes fue elegido Lord Mayor de la ciudad
de Londres; la última revuelta de importancia en Londres producida en este
período se dio en 1780 como consecuencia de la Catholic Relief Act (Ley de
amnistía para los católicos que levantaba muchas de las restricciones impuestas
a la Iglesia Católica) que causó una enconada resistencia en Escocia, Glasgow y
posteriormente en Londres en donde una Asociación Protestante dirigida por Lord
George Gordon quien llevo una campaña de recogida de firmas que se disponía a
entregar al Parlamento, sin embargo la negativa de éste a considerar la
petición desencadenó una violenta insurrección.
Otro tipo de conflictos
que se dieron en este período fueron las disputas exclusivamente laborales
motivadas por los bajos salarios y el clima de explotación al que estaba sometida
la clase obrera. Algunos ejemplos de estos conflictos los tenemos en 1763
cuando los obreros toneleros de Liverpool exigieron un aumento salarial y en
1768 cuando los cargadores de carbón del este de Londres se declararon en
huelga hasta recibir un aumento salarial, este ejemplo es paradigmático ya que
adelanta numerosas practicas futuras como la aparición de los rompehuelgas
contratados por la patronal y la realización de piquetes pro parte de los
cargadores.
Por último, en honor de
aquellos hombres y mujeres que sufrieron las terribles consecuencias de la
industrialización y que se rebelaron contra su explotación merece la pena recordar esta vieja canción
radical:
“La
revolución igualadora
ha
empezado,
iré
a casa a buscar mi pistola,
y
dispararé contra el duque
de
Wellington.”
Bibliografía:
-
Deane,
P. (1977). La primera Revolución
Industrial. Barcelona. Ediciones Península.
-
Hobsbawm,
E. (2012). “Trilogía de Hobsbawm”.
Barcelona. Crítica.
-
Rudé,
G. (2009). La multitud en la historia.
Los disturbios populares en Francia e Inglaterra. 1730-1848. Madrid. Siglo
XXI
-
Thompson,
E. P. (1979). Tradición, revuelta y
consciencia de clase. Barcelona. Crítica.
-
Thompson,
E. P. (2012). La formación de la clase
obrera en Inglaterra. Madrid. Capitán Swing.
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