Fragmentos de un biombo Namban mostrando a mercaderes jesuitas llegando a las costas de Japón, ca. 1590-1600, atribuido aKano Naizen o Kano Domi. |
Es bien conocida por todos nosotros (en clase ha sido mencionada más de una vez) la historia que relaciona
la plata americana llevada a Europa por los españoles en los siglos XVI y XVII
con la China de
las dinastías Ming y Qing. Incluso las revistas de divulgación histórica de
nuestro país han llevado este episodio, que podríamos considerar de la historia
global, al gran público.[1] Para
comprar materias primas y traficar con bienes suntuarios, los europeos
“re-exportaron” la plata americana a Asia, siendo China uno de sus principales
lugares de destino gracias a las políticas imperiales que hicieron de este
metal precioso la base de su sistema fiscal a partir de 1570[2] y a
que las minas japonesas, de donde se importaba antes de que llegasen los contingentes
de plata americana desde Europa, no eran suficientes para satisfacer su demanda. [3] “La
plata española literalmente pasó a ser la moneda corriente de China” a partir
de 1573 afirma Charles C. Mann en su reciente
obra entroncada en la tendencia actual de la historia global.[4] Otra
obra reciente incide en el mismo punto y compara la China con España con la
única diferencia de que “el imperio de los Habsburgo exportaba plata y el de
los Ming la importaba”.[5]
Lo que quizá no sea tan conocido es que de
entre los actores europeos que hicieron posible este comercio en los mares de
China destacan con un papel muy relevante los misioneros de la joven Compañía
de Jesús de la segunda generación que siguió a la de Francisco Javier (muerto
frente a las costas de China en 1552). La apasionante historia de estos
misioneros jesuitas en Oriente va más allá de su misión evangelizadora y da
prueba del impacto que su presencia tuvo en las sociedades locales de China o
Japón; una prueba de ello se ve en el interesantísimo libro del historiador británico Jonathan Spence, El palacio de la memoria de Matteo Ricci, en cuya lectura está el origen de esta estrada del blog. Los jesuitas participaron de la ruta comercial que unía Goa con Nagasaki
a través de Macao y que hacía ganar pingües beneficios a los mercaderes
portugueses que compraban seda en China con la plata japonesa para venderla en
Japón, siendo el beneficio de entre un 40 y un 60 por ciento.[6] Pero
el papel de estos misioneros europeos, italianos y portugueses en su mayoría,
iba mucho más allá. Uno de los primeros jesuitas en valerse de esta actividad
económica para hacerse con una gran fortuna fue Luís de Almeida, que ya destacaba
en ella antes de ingresar en la
Compañía de Jesús en 1556, a la que donó 4.000 ducados que los
jesuitas reinvirtieron en el comercio de la seda.[7] No
obstante, quizá sea más destacada la aparición de Alessandro Valignano en esta
historia. Valignano era visitador de la orden en las Idias y a él se atribuye
un inteligente acuerdo comercial con el concejo portugués de Macao firmado en
1578 por el cual se aseguraba para su misión en Japón beneficios anuales de más
de 1.600 ducados asegurados incluso en caso de sufrir las carracas portuguesas
un naufragio[8] o alguno de los muy
frecuentes ataques de piratas.[9]
La habilidad de los padres de la Compañía de Jesús se hizo
patente en Oriente de dos formas. Por una parte, se dieron cuenta de las ansias
de los nobles japoneses por entrar en la red internacional de comercio ya
existente en el Índico,[10] por
otra, sacaron provecho de ello consiguiendo zafarse de las rígidas
disposiciones que el Concilio de Trento (1545-1563) se había impuesto a todos los
clérigos católicos con relación a la prohibición de su
dedicación al comercio. [11] No obstante, los jesuitas
que, según su opinión, se veían prácticamente obligados a participar de este
comercio si querían mantener su celo misionero, argüían excusas tales como que
no comerciaban con seda si no la tocaban materialmente o si no pisaban suelo
chino.[12] Apoyados
desde la curia romana (supra, nota 11) y a la vista de los
beneficios obtenidos tanto en Asia como en América, los jesuitas continuaron
invirtiendo en el comercio de galeones, pudiendo mantener así sus casas y
seminarios, sus viajes alrededor del globo y su obra evangelizadora, que
incluía el tráfico de Europa a Asia de bienes de lujo procedentes del Viejo continente (libros, relojes, tapices, etc.) con los que obsequiar a
los miembros de las elites locales a los que se pretendía atraer al
cristianismo. A pesar de sus beneficios en este campo, también los jesuitas se
expusieron a riesgos; el naufragio de una carraca que se dirigía a Japón en
1582 ocasionó pérdidas a los inversores de la misión china, llegando a perder
8.000 ducados, lo que hizo entrar en crisis no sólo a la casa de la Compañía en Macao, sino a
toda la ciudad.[13]
[1] En el
reciente artículo «El Imperio Español y la China de la Dinastía Ming ,
unidas por la plata» (2/12/2014) de La Aventura de la Historia de Juan José Rivas Moreno el tema es
abordado en relación a la batalla de Rocroi, de 1643, aunando la materia que
tratamos a otra, la de la historia militar, que parece ser la que más interesa
–o la que los editores de este género de revistas creen que más interesa– a los
españoles preocupados por su pasado. Véase su edición digital en
http://www.elmundo.es/la-aventura-de-la-historia/2014/12/02/547dbb3e22601d1f4c8b4589.html.
[2] VV.AA., The Cambridge History of China:
Volume 8, The Ming Dynasty 1368-1644, Part 2, Cambridge, Cambridge University Press, 1998, p. 403 y nota 101.
[3] Véase VV.AA., The Cambridge
Economic History of Latin America: Volume 1, The Colonial Era and the Short
Nineteenth Century, Cambridge , Cambridge University Press, 2006, pp. 38-40.
[4] Mann, Charles C., 1493. Una nueva historia del mundo después
de Colón, Buenos Aires, Katz, 2013, p. 51.
[5]
Morris, Ian, ¿Por qué manda Occidente…
por ahora?, Barcelona, Ático de los Libros, 2014, p. 530.
[6]
Spence, Jonathan, El palacio de la
memoria de Matteo Ricci. Un jesuita en la China del siglo XVI, Barcelona, Tusquets,
2002, p. 178 y nota 32, p. 302.
[7] Ibídem, p. 179.
[8] Spence
se refiere a un gran naufragio de uno de estos barcos que tuvo lugar debido a
un tifón frente a la costa de Japón en 1573 y en el que fallecieron más de
medio millar de sus tripulantes, ascendiendo las pérdidas de mercancías a un
valor de 800.000 ducados. Véase Boxer, Charles Ralph, The Great Ship fom Amacon: Annals of Macao and the Old Japan Trade. 1555-1640, Lisboa,
Centro de Estudios Históricos
Ultramarinos, 1959, pp. 37-38 y Boxer, Charles Ralph, Fidalgos in T¡the Far East, 1550-1770,
Londres, Oxford University Press, 1968, pp. 30-31 citado en Spence, Jonathan, op. cit., pp. 179-180 y nota 37, p. 302.
[9]
Schütte, Josef Franz, SJ, Valignano’s MissionPrinciples
for Japan, vol. I, San Luis, Institute of Jesuit Sources, 1980, pp. 184-185
y 314 citado en Spence, Jonathan, op. cit., p. 180 y nota 38, p. 302.
[10] Alden, Dauril, The Making of an Enterprise:
The Society of Jesus in Portugal, Its Empire, and Beyond, 1540-1750, Redwood City, Standford University Press,
1996, p. 60.
[11] Spence, Jonathan, op. cit., pp.180-181. En 1570 la
actividad comercial de los jesuitas en Asia tuvo el apoyo tanto del prepósito
general de la Compañía ,
Mercuriano, como del papa Gregorio XIII, lo que tampoco calmó las dudas de
algunos de los clérigos jesuitas asentados en Japón, que pedían que cesase esta
actividad que a su juicio era a todas luces “inmoral”. Acquaviva, sucesor de Mercuriano al frente de la orden jesuítica, había renovado el privilegio por el que los miembros de su orden en Asia podían invertir su dinero en las empresas comerciales que traficaban con seda o metales preciosos.
[12] Cushner, Nicholas P.,
«Merchants and Missionaries: A Theologian’s View of Clerical Involvement in the
Galleons Trade», Hispanic American
Historical Review, 47 (1967), pp. 360-369, esp. 360 y 364 citado en Spence,
Jonathan, op. cit., p.181 y nota 41,
p. 302.
[13] Spence, Jonathan, op. cit., p. 182.
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