LA ECONOMÍA DE CARLOS
III. CREACIÓN Y REFORMA INDUSTRIAL.
EL SECTOR TEXTIL
Como consecuencia directa del
aumento de la demografía y de la producción agrícola se produjo el despegue
(que no vuelo de altas cumbres) de la industria. El predominio del pequeño
taller frente a la fábrica se transformó en una clara superioridad de las técnicas
tradicionales frente a avances productivos. El 35 por ciento de la población
habitaba en villorrios o pueblos de menos de 1000 habitantes y aún con mayor
prevalencia de población rural en el norte cantábrico. Durante los años que van
de 1717 a 1797 la población aumentó desde los siete a los diez millones y medio
de habitantes. Galicia era la región más poblada con 1,3 millones de habitantes
y de sus tierras salían muchos emigrantes. [1]
Sin
embargo las producciones de hilados ingleses iban a crear unas corrientes
contra las que nada podían las puertas cerradas de Gálvez o Carlos III: sus
medidas resultaron defensivas, reactivas, insuficientes y, también, limitadas
en su alcance. Esta cruda realidad se impuso de manera imbatible en las colonias
donde el rey quería proteger América como base de la monarquía: los ingleses
necesitaban Hispanoamérica para su revolución industrial. [2]
El catastro de Ensenada nos ofrece
en la corona de Castilla una producción artesana dispersa, poco concentrada y
de baja productividad. Es un artesanado disperso donde predomina el taller
familiar, todavía tardaría en imponerse el moderno centro fabril concentrador
de producción. Las reales fábricas de Guadalajara, la construcción y el
armamento estaban en manos estatales. La de Guadalajara por ejemplo encargaba
la producción textil a una extensa mano de obra rural. Lo mismo con el algodón
en Ávila en 1790. Da una idea del carácter artesanal de la producción española
en el siglo en general y durante el reinado de Carlos III en concreto. Bernardo
Ward y Campomanes querían la industria lanera en Segovia. Sin embargo a través
de Eugenio de Larruga en sus Memorias
Políticas y Económicas nos damos cuenta de la enorme importancia de esa
industria, a pesar de todos los intentos, dispersa y en manos particulares.[3]
Es preciso señalar que en las
últimas décadas del XVIII y ya a principios del XIX la ropa de cama y la
mantelería ocupan más de un cincuenta por ciento del stock de textiles de gran
cantidad de hogares castellanos junto con las cintas y la pasamanería. La
mismísima mantilla, tan española ella de seda y paño y luego de blonda y encaje
será la base para industrias como la de Almagro.[4]
Si este siglo de recuperación
económica se confirma en tal aspecto es posible verlo por Barcelona, donde
Pablo Canals organizó en 1726 los primeros talleres de algodón estampado,
organiza en esta ciudad una de las primeras fábricas de hilados de algodón de
toda Europa, pasó Barcelona de producir 23.000 piezas de tejido a 400.000 lo
que convirtió a la ciudad condal en una de las primeras de Europa en producción
textil. [5]
Después
del motín de 1766 en Madrid, Campomanes prefirió la dispersión antes que la
concentración de los trabajadores urbanos. Su ideal era el de una industrial
pequeña que completase el trabajo y los ingresos de lo rural y agrario para el
campesino y su familia y, que además, no tuviera un coste de implementación
alto. [6]
Fueron beneficiados el sector textil, siderurgia y minería.
Las
fábricas textiles estuvieron localizadas en San Fernando de Henares, Hervás,
Ezacaray, Ávila, Brihuega, La Coruña (jarcia para barcos) Guadalajara…En
Simancas se instalaron variadísimas industrias pañeras: algodón, bayeta, felpa,
franela, lana, muselina, sarga, seda…[7]
La
industria más adelantada radicaba en Cataluña. [8]La
pañería lanera de Cataluña y la fabricación de lienzos en Galicia aumentaron su
producción a la par que descendía la producción textil del interior. En cuanto
a la sedería produjeron sus manufacturas Granada y Sevilla. En 1767 se
publicaron las reales ordenanzas para las fábricas de indianas, junto con ellas
la manufactura del algodón. Desde ese año crecieron las fábricas de 29 a 113 en
Barcelona y fuera de la ciudad condal de 3 a 16 en el período 1768-1796. [9] A
partir sin embargo de 1780 factores externos e internos llamaron a una crisis
fabril relacionada con la dependencia del algodón hilado de Malta.
En
este campo como en otros España era fundamentalmente una productora de materias
primas en general, así por ejemplo el “Diccionario universal de comercio” de
Savary des Bruslons describiría a Valencia como una ciudad exportadora de seda
y productos vitícolas, así como en abierta contradicción con lo anteriormente
dicho, a Barcelona como una ciudad a mediados del XVIII fundamentalmente
dedicada a la exportación de aguardiente y frutos secos. En este contexto no es
de extrañar que la figura de las fábricas reales naciesen al albur de
semejantes condiciones, así desde 1680
se fomentó la construcción de esos elementos, que eran instituciones
financiadas con capital público, invertidos por la hacienda estatal y con fin
de desarrollo económico. Por ejemplo destacó en este aspecto la construcción de
la Real Fábrica de Tapices que además cumplía la norma de trabajar de cara al
sector del lujo. En el reino de Valencia gran parte de la economía giraba en
torno a la seda, así en 1753 se fundó la
real fábrica fundada por los Gremios mayores de Madrid y dirigida por técnicos
franceses, la llamada fábrica de paños de Alcoy, Enguerra, y Bocairente, todas
ellas fabricantes de paños.[10]
EL SECTOR DE LA SIDERURGIA.
Campomanes
esperaba fomentar la producción industrial entre artesanos y mujeres que fuesen
independientes y así permitir el libre ejercicio de artes y oficios, con
edictos rompió el monopolio de los gremios, se quería fomentar el desarrollo de
fábricas mediante la creación de empleos no provenientes directamente a esos
gremios[11]. A
partir de 1760 y por propia inspiración del rey el gobierno se dispuso a la intervención
en la siderurgia que durante los años anteriores (sobre todo en cuestión de
cañones y munición) había estado en manos de capitalistas particulares que
subscribían con periodicidad contratas para el suministro de materiales
metálicos al estado, Joaquín de Olivares (Marqués de Villacastel de Carrias) es
un ejemplo de ello. De esa manera el
estado se hizo con el pleno control de la siderurgia desde 1764. Hasta entonces
la producción había estado concentrada en el río Miera, con las fábricas de Liérganes
y La Cavada (desde principios del XVII, con cientos de trabajadores)[12].
Esta nacionalización no dio buenos frutos en el futuro a pesar de que la década
1783-93 puede ser considerada de
relativo éxito en la gestión.
Carlos
III intentó fomentar la introducción y producción de nuevas industrias en base
a suprimir impuestos entre los cuales estaba la alcabala, cientos y otros
arbitrios, así lo hizo en Valencia con una fábrica de pañuelos de seda y
muselinas semejantes a las inglesas, fábrica de paños de Bocairente también en
Valencia, en Rubielos, Aragón para paños, bayetas, codellates y demás
manufacturas, también en el verano de 1782 se extendió a las manufacturas de
seda, lino, algodón de la fábrica de Valdermoro, también a fábricas propiedad
de extranjeros se extendieron estos privilegios como el francés Reboul en 1769
y a Pedro y Francisco Laurián en 1784. También en 1787 se eximió de las
alcabalas y cientos a los productos elaborados en la fábrica de latón de
Alcaraz…la lista sería larga y abundante en ejemplos. [13]
A
las puertas de la revolución industrial se comprometió la viabilidad de las
empresas: se comprometieron los avances técnicos, no se pensó en la relación
costes-beneficios y se creó una cuasi simbiosis entre la siderurgia y el
aparato financiero del estado ya de por sí anémico y en estado depauperado.
Además después de esa década llegó el agotamiento del combustible de las
fábricas: la reserva forestal se agotó y la disposición y coste del acarreo del
combustible hasta las centrales pasó a ser prohibitivo. De tal manera desde
1800 sólo pudieron encenderse dos de los seis hornos existentes.[14]
Carlos
III fundó altos hornos en Girona, 1758, Cádiz 1780 y navarra 1789. En los
mejores años del siglo y del reinado del borbón la producción férrea superaba
las 85.000 tm. También en su reinado se inician los primeros ensayos
acerísticos. Esto también atrajo a la península al carbón británico desde
finales de los 60´s sin embargo las dos décadas siguientes sirvieron para abrir
el mercado al carbón asturiano. En 1791 se crearon las Reales minas de Langreo.
En 1789 con capital británico también se fundó en Asturias la Compañía de San
Luis. Con todo el sector privado también terminaría colapsado por condiciones
de tipo estructural tales que: una escasa y errática demanda y sobre todo la
inexistencia de un sistema articulado y razonado de transportes que permitiese
disminuir el precio final del producto. [15]
[1] HAMMET
BRIAN, R, La política española en una época revolucionaria, 1790-1820, Fondo de
Cultura Económica, México, 2011.
[2]
GUILLAMÓN ÁLVAREZ, F. Javier, Reformismo
en los límites del orden estamental, Universidad de Murcia (Editum),
Murcia, 2010, pp. 68
[3] SUÁREZ
FERNÁNDEZ, Luis (editor), Historia
General de España y América, Rialp, Madrid, 1990, Pp. 47
[4] FORTEA
PÉREZ , José Ignacio, Imágenes de la
Diversidad, el mundo urbano en la corona de Castilla (s.XVI-XVIII) Universidad
de Cantabria, 1997, pp. 274 y ss.
[5]
FERNÁNDEZ ÁLVARES, Manuel, España y los
españoles en los tiempos modernos, Ediciones Universidad de Salamanca,
Salamanca, 1979, pp. 453
[6] PÉREZ
ESTÉVEZ, Rosa María, La España de la
ilustración, Madrid, Editorial Actas, 2002, p. 38
[7] MARTÍNEZ
RUIZ, E y PI CORRALES, M de Pazzis, (eds.) Ilustración,
ciencia y técnica en el siglo s. XVIII español, PUV (Universidad de
Valencia), Valencia, 2008, pp. 316
[8] HERR,
Richard, España y la revolución del siglo
XVIII, Madrid, Aguilar, 1971, p.115
[9] GARCÍA
CÁRCEL, Ricardo, Historia de España siglo
XVIII, la España de los Borbones, Madrid, Cátedra, 2002, p. 297
[10] SUÁREZ
FERNÁNDEZ, Luis (edit.), Historia General
de España, Rialp, Madrid, 1990, pp. 23 y ss.
[11]HERR,
Richard, España contemporánea,
Marcial Pons, Madrid, 2004, pp. 90.
[12] Para
mayor información sobre la técnica de fragua y colación del hierro y sus
problemas económicos de implantación véase: ALCALÁ-ZAMORA Y QUEIPO DE LLANO
(Coord.) La España oceánica de los siglos
modernos y el tesoro submarino español, Real Academia de la Historia,
Madrid, 2008, pp. 196 y ss.
[13] CREMADES
GRIÑÁN, Mª Carmen, Borbones, Hacienda y Súbditos en el siglo XVIII, Universidad de
Murcia, Murcia, 1993, pp. 156 y ss.
[14] ALCALÁ
ZAMORA, José, Altos hornos y poder naval
en la España de la Edad Moderna, Real Academia de la Historia, Madrid,
1999, pp. 63 y ss.
[15] HERR,
Richard, España contemporánea,
Marcial Pons, Madrid, 2004, pp. 300
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