LOS OFICIOS: LA COMPOSICIÓN HUMANA
DE LA INDUSTRIA
Es
preciso señalar que el mundo de los oficios se nutría de la diferencia numérica
que se obtenía de restar a la población total el número de eclesiásticos e
hidalgos. Estos sumaban en número de casi medio millón en cifras de 1787
mientras que el de eclesiásticos sumaba más de ciento treinta mil según censo
de 1789. Así pues después de las cuentas oportunas se llega a la cifra para el
estado de que un 95 por ciento de la población se podía definir como estado
llano constituido a su vez por labradores y artesanos. [1]
Gonzalo
Anes pone de manifiesto las diferencias de consideración que los “oficios
viles” sufrían como tal en las diferentes regiones de España, por ejemplo en el
norte y en Cataluña muchas veces estos oficios coincidían con la naturaleza de
nobles de sus practicantes y según Domínguez Órtiz “los meridionales preferían
pedir limosna o morir de hambre antes que barrer las calles, portear agua y
otras tales ocupaciones” Una real cédula de 1767 declaraba que no podían formar
parte de milicias provinciales quienes
tuvieran nota de oficio indecoroso o extracción infame como mulato, gitano,
carnicero, pregonero o verdugo. [2]
Se
promulgó en 1770 la real provisión de 26 de mayo por la cual se otorgaban tres
fanegas de tierra en las cercanías del poblado en el que residiesen estos, para
los braceros y los jornaleros. Sin embargo la medida más destacada fue la que
realizó Carlos III en 1783 con el fin de dignificar todos los oficios. Con la
real cédula otorgada el 18 de marzo de 1783 se declaró que no sólo ciertos
oficios como los de curtidores sino que también otros como los oficios de
herreros, sastres, zapateros, carpinteros y otros eran honrados y honestos. Se
declaró que la resolución habría de observarse de forma inviolable, fueron
anuladas con ello las leyes contenidas en el llamado “ordenamiento real” y en
la nueva recopilación.[3] De
esta suerte lo que se quiso es derogar lo concerniente a los oficios a los que
se refería como viles o mecánicos. Así de este modo todos los oficios pasaron a
ser dignos, honrados y honestos.
Sin
embargo se generó una polémica y oposición con nobleza, clero y los propios
gremios aunque con pocas perspectivas de éxito. Era un tiempo de aguda crisis
artesanal en las que las corporaciones ya rumiaban su agonía. En el 72 se permitió
a los extranjeros asentarse y ejercer oficio sin previo examen pero tras la
promulgación de la cédula de 1783 el proceso se aceleró. Entre 1787 y 1789 se
autorizaron a los fabricantes de tejidos a utilizar un limitado número de
telares, esto representó de facto el principio del fin para el sistema de
taller. En 1798, como culminación a una serie de pasos previos para la
liberalización del artesanado se permite la posibilidad de examinarse de
maestro sin pasar por el aprendizaje y la oficialía. A pesar de todos los
intentos en vísperas de la guerra de la independencia España no había entrado
aún en la revolución industrial. [4]
EL
COMERCIO CON AMÉRICA.
La
relación entre España y las indias se hizo más compleja después de la guerra de
los 7 años. Así también el intercambio comercial entre ambas. España obtuvo más
éxito en obtener fondos de América que de la misma Castilla. Es en la segunda
mitad del s. XVIII cuando esto se hace más evidente.
Es
necesario señalar (y vale para el conjunto del trabajo) que el ámbito de
actuación de la burguesía era arbitrario porque si algo era característico de
la actuación del comerciante del Antiguo Régimen era su polivalencia, es decir
no había una especialización clara en ningún campo de la economía, precisamente
su definición de comerciante venía dado por su carácter todo terreno, así
Miquel de Azavala Auñón declaraba con respecto a los comerciantes:
“Los que por tierra o mar hacen
venir de cualquier género que sea para vender al por mayor o al grueso”. [5]
Sin embargo como señala Ringrose es
necesario clarificar la relación entre comercio colonial y economía peninsular
para ello se debe tener en cuenta la especial posición de Cádiz dentro del
resto de economía del país.[6]
Cádiz tuvo un importante, el principal papel como agencia distribuidora del
comercio legal entre España y la América española. Así se constituyó en puerto
regional y centro internacional de almacenaje y distribución. Así, de esta
manera el comercio americano creció durante los 50´s y 60´s del s. XVIII mientras
que lo propio con España fue más dinámica durante los años 80´s. así entre
1783-92 Cádiz manejó del 72 al 83 por ciento de las exportaciones y del 72 al
84 por ciento de importaciones de América.[7] Durante
el reinado de Carlos III los envíos directos de América, los aranceles
peninsulares aduaneros sobre el comercio y los impuestos recogidos de una
economía andaluza sostenida por el comercio americano constituían una parte
vital del presupuesto regio. Durante la década de los ochenta un 45 por ciento
de la renta procedía las colonias. Justo en esos años y antes de la
proclamación del comercio libre el tráfico marítimo tenía una media de 28.000
tm. Y 90 navíos por año aunque los barcos hubieran incrementado el tonelaje de
221 a 312 tm por unidad.[8]
El volumen del comercio había
experimentado un notable incremento en Cádiz. Entre 1745-1765 el comercio de
las indias creció de diez mil a 27.000 tm. El final de la guerra americana y la
reforma del comercio colonial en 1778 elevaron aún más el comercio. [9] Parece
que la captura de la Habana aceleró el ritmo de las reformas que culminaron en
1778. La causa principal al margen de propaganda oficial que florecía una
explicación alrededor del aumento del comercio y favorecer el desarrollo parece
ser la de aumentar los ingresos.
Hasta 1763 todos los bancos
fondeaban en Cádiz antes de cruzar el Atlántico. Excepción de la compañía de
Caracas (1728) y la compañía de Barcelona (1756) que explotaban un Caribe
marginal. Cuando la guerra de los 7 años eran el 20 por ciento del total
transoceánico[10].
En vísperas de esa guerra se creó el correo marítimo propiedad del estado y con
sede en La Coruña. Eran rápidos y bien armados. En 1767 se añadió una segunda
ruta con Buenos Aires a la ya creada con la Habana dos años antes. En 1765 se
proclamaron los edictos de comercio libre que consiguieron simplificar los
impuestos de aduanas.
CONCLUSIÓN
Según Ringrose[11]
(y comparto la opinión) los gobernantes actuaron en la mayor parte de las
ocasiones sin conocer todas las facetas del problema que les afectaba, la
disposición poliédrica de los factores que constituían la economía del momento
les deslumbró a la manera que producen demasiados focos lumínicos enfocando un
lago claro y prístino: produjo confusión y aturdimiento y a veces se veían
monstruos donde solo había agua y sombras. Se promovió una industria sin
conocer la información correcta, no es raro que se vieran atrapados en una
combinación de ideas abstractas, de soluciones utópicas y de prejuicios
personales que condicionó sus visiones de la realidad. Sin embargo España no
fue la única donde esa equivocación provocada por una perspectiva distorsionada
desencadenó muchos errores y fracasos, Europa casi al completo estaba en esa
misma situación, un punto flaco del desarrollo de todas las sociedades, salvo
la excepción de Inglaterra. Sin embargo aunque a nivel general y estatal el
fracaso fue reconocido a nivel particular, de inversión del pequeño propietario
sí se constataron ciertos éxitos de carácter privado.
Fracasaron, efectivamente, aquellas
inversiones que suponían un gran desembolso de capital, aquellas en las que el
estado se vio fuertemente comprometido para la realización de complejos
fabriles, sin embargo se lograron importantes avances en terrenos como la
agricultura, inversiones en procesos intermedios, desarrollo de manufacturas de
tipo artesanal y también en las que tenían carácter regional. Por lo tanto si
una nación es capaz de producir esos aciertos de seguro que la causa de
fracasos que tienen su origen en ellos habría que buscarla en condicionantes de
tipo cultural mucho más arraigado en el imaginario colectivo del pueblo
español. Además fracasó otro gran cometido del despotismo ilustrado: el todo
para el pueblo sin el pueblo fue torpedeado sin remisión por los intereses de
los grandes terratenientes cuyo poderío en tierras de nobles y clericales fue
imposible de repartir, de desamortizar entre los jornaleros y el pueblo
necesitado.
[1] VARIOS, Actas del congreso internacional sobre
Carlos III y la ilustración, tomo II economía y sociedad, Madrid,
Ministerio de Cultura, 1989, pp. 28 y ss.
[2]VARIOS, Cuadernos de Historia nº 9, C.S.I.C,
Madrid, 1989, pp. 484 y ss
[3] En estas
leyes dictadas en tiempo de los reyes católicos se venía a decir (leyes 2 y 3)
del título I libro VI que los caballeros para tal no debían ejercer oficios
tales que sastres, pellejeros, herreros (…) ni usasen de otros oficios bajos y
viles.
[4]
COMELLAS, José Luis (edt), Del antiguo al
nuevo régimen: hasta la muerte de Fernando VII (Vol. XII) Ediciones Rialp,
Madrid, 1981, Pp 35 y ss.
[5] VARIOS, La economía de la Ilustración, Murcia,
1988, Pp. 108 y ss
[6]
RINGROSE, David R, España 1700-1900, el
mito del fracaso, Alianza Universidad, Madrid 1996, p. 130
[7] FISCHER, John, Commercial relation Between Spain and Spanish America in the era of
free trade 1778-1796, Liverpool University, Liverpool 1985
[8] RINGROSE
R, David, España, 1700-1900. El mito del
fracaso, Alianza Universidad, Madrid 1996,
p. 143
[9] Ibídem,
p. 160
[10] Ibídem,
p. 163.
[11]Ibídem,
p. 29
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