jueves, 4 de diciembre de 2014

Guerra y Economía. Las consecuencias económicas de poner una pica en Flandes



Cuando el 5 de septiembre de 1567 el duque de Alba crea el Tribunal de los Tumultos, más conocido por los flamencos como el "tribunal de la sangre", apenas imaginaba las consecuencias y, por su puesto, mucho menos las implicaciones económicas de este conflicto; entre el mayor imperio existente y lo que llegaría a ser el estado comercial más dinámico del periodo. No obstante, la historiografía actual sí que logra esbozar una idea de las consecuencias económicas del conflicto, si bien, hay que remarcar la idea de esbozo, y es que, las conexiones entre guerra y economía son muy profundas en época contemporánea. En primer lugar, hay que acercarse a la cuestión teniendo en cuenta que guerra y economía han marchado juntas en la historia preindustrial y que, la idea de paz y progreso económico es  propia del liberalismo[1], es decir, la toma de decisiones de los gobiernos de aquélla época responden a otras ideas; no pueden ser evaluadas desde una perspectiva actual porque tienen una lógica propia. Con la presente entrada se pretende únicamente señalar las diversas posibilidades de análisis de estas relaciones en diferentes aspectos en el marco de este interesante conflicto. 


La primera idea que puede surgir a la hora de valorar el impacto de la guerra en la economía es la de analizar los costes y beneficios del conflicto. Es decir, analizar el dinero que gasta la administración, el aumento de impuestos sobre la población, pero también cómo ese dinero circula a través de las pagas de los soldados. Por otra parte, el gasto de vidas humanas y las consecuencias que tiene sobre la producción. En definitiva, todo aquello que termina incidiendo en demanda y oferta. En este sentido Geoffrey Parker aborda en un artículo[2] estas cuestiones en el que señala que la guerra tendría unas consecuencias decididamente negativas. El análisis lo divide regionalmente, entre las Provincias del Sur, las Provincias Rebeldes y Castilla (aunque se menciona como España).
  • Las provincias del sur, fundamentalmente Flandes y Brabante perderían entre la mitad y dos tercios de su población, siendo el mundo rural el que más sufre. Sin embargo, a partir de 1590 la guerra se sistematiza, tiene un ritmo estable que permite una recuperación. Paralelamente a la demografía se desarrolla la producción tanto agrícola como pañera. Por último, la guerra les permite beneficiarse del poder de la Monarquía Hispánica y ser las únicas provincias de Flandes que podrían comerciar con ella. No obstante, esto beneficia a una minoría mercantil y financiera.
  • En el caso de España las pérdidas fueron mucho mayores, suponiendo un envío de tropas continuo que llegaría a sumar en torno a unos 50.000 soldados (más que los emigrados a las Indias en ese mismo periodo). Aun así, el Parker señala que el mayor coste para España sería la “hemorragia” que la guerra produjo en el tesoro, conllevando el consumo total de los recursos indianos, un incremento de impuestos y aun así multiplicando la deuda pública hasta unos límites astronómicos. Por otro lado, la industria lanera castellana, la mayor del reino, estaba en clara decadencia por su incapacidad de dar salida a los paños en su mercado tradicional, los Países Bajos.
  • Finalmente, en cuanto a las Provincias Rebeldes, tradicionalmente se le ha supuesto un resultado beneficioso de la guerra. Desde luego, los habitantes de las provincias sufrieron un aumento de impuestos y una pérdida de vidas, pero es cierto que en el ámbito financiero y mercantil se puede hablar de un momento de auge, y es que el inicio de la guerra produjo un migración de mercaderes de Amberes a Ámsterdam que convirtieron a esta segunda ciudad en un gran centro financiero capaz de conceder préstamos al gobierno rebelde a bajos intereses, así como establecer un comercio dinámico mucho más dinámico.

Más allá de este análisis, Geoffrey Parker analiza un aspecto muy interesante de esta guerra como es la guerra comercial y la guerra por espacios económicos ultramarinos. Y es que otro análisis económico es la competencia económica y la puesta en marcha de estrategias para boicotear al enemigo. Esta lucha comercial había sido considerada como una forma de fortificar la propia economía y no favorecer la del enemigo[3]. Sin embargo, a partir del gobierno de Alejandro Farnesio en los Países Bajos, empieza a desarrollarse una auténtica competencia y pugna por expulsar al adversario, una guerra económica que comienza con bloqueos, embargos, corsarios, pero que evoluciona financiera y monetariamente[4]. Parker analiza fundamentalmente esta guerra económica en la sustitución de la presencia ultramarina de la Monarquía Hispánica por la de las Provincias Unidas, algo que tradicionalmente se ha reivindicado como esencial para comprender el carácter beneficioso del conflicto para este contendiente. En este sentido analiza el aumento de buques holandeses y la caída de los portugueses así como la ruptura del monopolio y la conquista de territorios coloniales como Brasil. Sin embargo, en el mismo estudio, Parker destaca que la mayoría de buques holandeses así como las principales rutas son aquéllas que conectan con el mundo báltico. Según Parker, existen razones para suponer que el comercio holandés hubiera sido mucho mayor si se hubiera logrado una paz con España[5].
Finalmente, otro ámbito verdaderamente interesante que se puede estudiar dentro de este conflicto y dentro de la temática guerra y economía es el pensamiento económico. En primer lugar, la propia idea mercantilista corresponde a una estructura económica categorizada como economía de guerra. Las constantes guerras de las coronas absolutistas obligan a supeditar la economía a los principios políticos y militares[6]. No obstante, en esta guerra emerge un gobierno con un ánimo distinto, como sería el de las Provincias Unidas. La revuelta de la que surge tiene como motor un antiintervencionismo en el ámbito macroeconómico, teniendo posteriormente un gran peso los mercaderes que financian la guerra. La orientación de la guerra económica responde además a unas necesidades del capitalismo financiero[7]. Por tanto, se puede ver una evolución en el pensamiento económico, cuando menos surge un modelo mucho más pragmático y que le da un valor propio a la economía. En otro ámbito más reducido, esta guerra también fomentaría un pensamiento económico vinculado al liberalismo como sería la defensa del libre comercio que hace Hugo Grocio, basándose curiosamente en los pensadores salmantinos como Francisco de Vitoria[8].
A lo largo de la entrada se puede adivinar diversas formas de analizar un conflicto bélico desde el ámbito de la economía. Desde luego se observa que no es fácil, más aun teniendo en cuenta que es muy posible que existan más perspectivas igual de interesantes. Sin embargo, cómo se ha advertido desde el principio esto es sólo un esbozo del que se puede cuestionar hasta las propias conclusiones de los autores que aquí se han citado.


[1]  ECHEVARRÍA BACIGALUPE, Miguel Ángel. "Presentación: Guerra y economía en Flandes, siglos XVI y XVII". Studia Historica. Historia Moderna, Num.27, 2005, p.18
[2] PARKER, Geoffrey. “War and economic change: the economic costs of the Dutch Revolt” en Spain & the Netherlands 1559- 1659. Ten Studies. London, Collins, 1979.
[3] FAGEL, Raymond. “Guerra y comercio en los Países Bajos. El control del comercio en tiempos de guerra a través de las ordenanzas (1506-1559)”. Studia Historica. Historia Moderna, Num.27, 2005, pp. 55
[4] ECHEVARRÍA BACIGALUPE, Miguel Ángel. Op cit. p.20
[5] PARKER, Geoffrey. Op cit. p.199
[6] ECHEVARRÍA BACIGALUPE, Miguel Ángel. Op cit. p.19
[7] Ibid. p.20
[8] GÓMEZ RIVAS, León. “Economía y guerra. El pensamiento económico y jurídico desde Vitoria a Grocio (y después)” Studia Historica. Historia Moderna, Num.27, 2005, p.149

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