martes, 9 de diciembre de 2014

LA ECONOMÍA DE CARLOS III. CREACIÓN Y REFORMA INDUSTRIAL.
EL SECTOR TEXTIL
            Como consecuencia directa del aumento de la demografía y de la producción agrícola se produjo el despegue (que no vuelo de altas cumbres) de la industria. El predominio del pequeño taller frente a la fábrica se transformó en una clara superioridad de las técnicas tradicionales frente a avances productivos. El 35 por ciento de la población habitaba en villorrios o pueblos de menos de 1000 habitantes y aún con mayor prevalencia de población rural en el norte cantábrico. Durante los años que van de 1717 a 1797 la población aumentó desde los siete a los diez millones y medio de habitantes. Galicia era la región más poblada con 1,3 millones de habitantes y de sus tierras salían muchos emigrantes. [1]
Sin embargo las producciones de hilados ingleses iban a crear unas corrientes contra las que nada podían las puertas cerradas de Gálvez o Carlos III: sus medidas resultaron defensivas, reactivas, insuficientes y, también, limitadas en su alcance. Esta cruda realidad se impuso de manera imbatible en las colonias donde el rey quería proteger América como base de la monarquía: los ingleses necesitaban Hispanoamérica para su revolución industrial. [2]
            El catastro de Ensenada nos ofrece en la corona de Castilla una producción artesana dispersa, poco concentrada y de baja productividad. Es un artesanado disperso donde predomina el taller familiar, todavía tardaría en imponerse el moderno centro fabril concentrador de producción. Las reales fábricas de Guadalajara, la construcción y el armamento estaban en manos estatales. La de Guadalajara por ejemplo encargaba la producción textil a una extensa mano de obra rural. Lo mismo con el algodón en Ávila en 1790. Da una idea del carácter artesanal de la producción española en el siglo en general y durante el reinado de Carlos III en concreto. Bernardo Ward y Campomanes querían la industria lanera en Segovia. Sin embargo a través de Eugenio de Larruga en sus Memorias Políticas y Económicas nos damos cuenta de la enorme importancia de esa industria, a pesar de todos los intentos, dispersa y en manos particulares.[3]
            Es preciso señalar que en las últimas décadas del XVIII y ya a principios del XIX la ropa de cama y la mantelería ocupan más de un cincuenta por ciento del stock de textiles de gran cantidad de hogares castellanos junto con las cintas y la pasamanería. La mismísima mantilla, tan española ella de seda y paño y luego de blonda y encaje será la base para industrias como la de Almagro.[4]
            Si este siglo de recuperación económica se confirma en tal aspecto es posible verlo por Barcelona, donde Pablo Canals organizó en 1726 los primeros talleres de algodón estampado, organiza en esta ciudad una de las primeras fábricas de hilados de algodón de toda Europa, pasó Barcelona de producir 23.000 piezas de tejido a 400.000 lo que convirtió a la ciudad condal en una de las primeras de Europa en producción textil. [5]
Después del motín de 1766 en Madrid, Campomanes prefirió la dispersión antes que la concentración de los trabajadores urbanos. Su ideal era el de una industrial pequeña que completase el trabajo y los ingresos de lo rural y agrario para el campesino y su familia y, que además, no tuviera un coste de implementación alto. [6] Fueron beneficiados el sector textil, siderurgia y minería.   
Las fábricas textiles estuvieron localizadas en San Fernando de Henares, Hervás, Ezacaray, Ávila, Brihuega, La Coruña (jarcia para barcos) Guadalajara…En Simancas se instalaron variadísimas industrias pañeras: algodón, bayeta, felpa, franela, lana, muselina, sarga, seda…[7]
La industria más adelantada radicaba en Cataluña. [8]La pañería lanera de Cataluña y la fabricación de lienzos en Galicia aumentaron su producción a la par que descendía la producción textil del interior. En cuanto a la sedería produjeron sus manufacturas Granada y Sevilla. En 1767 se publicaron las reales ordenanzas para las fábricas de indianas, junto con ellas la manufactura del algodón. Desde ese año crecieron las fábricas de 29 a 113 en Barcelona y fuera de la ciudad condal de 3 a 16 en el período 1768-1796. [9] A partir sin embargo de 1780 factores externos e internos llamaron a una crisis fabril relacionada con la dependencia del algodón hilado de Malta.
En este campo como en otros España era fundamentalmente una productora de materias primas en general, así por ejemplo el “Diccionario universal de comercio” de Savary des Bruslons describiría a Valencia como una ciudad exportadora de seda y productos vitícolas, así como en abierta contradicción con lo anteriormente dicho, a Barcelona como una ciudad a mediados del XVIII fundamentalmente dedicada a la exportación de aguardiente y frutos secos. En este contexto no es de extrañar que la figura de las fábricas reales naciesen al albur de semejantes condiciones, así desde  1680 se fomentó la construcción de esos elementos, que eran instituciones financiadas con capital público, invertidos por la hacienda estatal y con fin de desarrollo económico. Por ejemplo destacó en este aspecto la construcción de la Real Fábrica de Tapices que además cumplía la norma de trabajar de cara al sector del lujo. En el reino de Valencia gran parte de la economía giraba en torno a la seda, así en 1753 se  fundó la real fábrica fundada por los Gremios mayores de Madrid y dirigida por técnicos franceses, la llamada fábrica de paños de Alcoy, Enguerra, y Bocairente, todas ellas fabricantes de paños.[10]

EL SECTOR DE LA SIDERURGIA.
Campomanes esperaba fomentar la producción industrial entre artesanos y mujeres que fuesen independientes y así permitir el libre ejercicio de artes y oficios, con edictos rompió el monopolio de los gremios, se quería fomentar el desarrollo de fábricas mediante la creación de empleos no provenientes directamente a esos gremios[11]. A partir de 1760 y por propia inspiración del rey el gobierno se dispuso a la intervención en la siderurgia que durante los años anteriores (sobre todo en cuestión de cañones y munición) había estado en manos de capitalistas particulares que subscribían con periodicidad contratas para el suministro de materiales metálicos al estado, Joaquín de Olivares (Marqués de Villacastel de Carrias) es un ejemplo de ello.  De esa manera el estado se hizo con el pleno control de la siderurgia desde 1764. Hasta entonces la producción había estado concentrada en el río Miera, con las fábricas de Liérganes y La Cavada (desde principios del XVII, con cientos de trabajadores)[12]. Esta nacionalización no dio buenos frutos en el futuro a pesar de que la década 1783-93 puede ser considerada de  relativo éxito en la gestión.
Carlos III intentó fomentar la introducción y producción de nuevas industrias en base a suprimir impuestos entre los cuales estaba la alcabala, cientos y otros arbitrios, así lo hizo en Valencia con una fábrica de pañuelos de seda y muselinas semejantes a las inglesas, fábrica de paños de Bocairente también en Valencia, en Rubielos, Aragón para paños, bayetas, codellates y demás manufacturas, también en el verano de 1782 se extendió a las manufacturas de seda, lino, algodón de la fábrica de Valdermoro, también a fábricas propiedad de extranjeros se extendieron estos privilegios como el francés Reboul en 1769 y a Pedro y Francisco Laurián en 1784. También en 1787 se eximió de las alcabalas y cientos a los productos elaborados en la fábrica de latón de Alcaraz…la lista sería larga y abundante en ejemplos. [13]
A las puertas de la revolución industrial se comprometió la viabilidad de las empresas: se comprometieron los avances técnicos, no se pensó en la relación costes-beneficios y se creó una cuasi simbiosis entre la siderurgia y el aparato financiero del estado ya de por sí anémico y en estado depauperado. Además después de esa década llegó el agotamiento del combustible de las fábricas: la reserva forestal se agotó y la disposición y coste del acarreo del combustible hasta las centrales pasó a ser prohibitivo. De tal manera desde 1800 sólo pudieron encenderse dos de los seis hornos existentes.[14]   
Carlos III fundó altos hornos en Girona, 1758, Cádiz 1780 y navarra 1789. En los mejores años del siglo y del reinado del borbón la producción férrea superaba las 85.000 tm. También en su reinado se inician los primeros ensayos acerísticos. Esto también atrajo a la península al carbón británico desde finales de los 60´s sin embargo las dos décadas siguientes sirvieron para abrir el mercado al carbón asturiano. En 1791 se crearon las Reales minas de Langreo. En 1789 con capital británico también se fundó en Asturias la Compañía de San Luis. Con todo el sector privado también terminaría colapsado por condiciones de tipo estructural tales que: una escasa y errática demanda y sobre todo la inexistencia de un sistema articulado y razonado de transportes que permitiese disminuir el precio final del producto. [15]



















                                              




[1] HAMMET BRIAN, R, La política española en una época revolucionaria, 1790-1820, Fondo de Cultura Económica, México, 2011.
[2] GUILLAMÓN ÁLVAREZ, F. Javier, Reformismo en los límites del orden estamental, Universidad de Murcia (Editum), Murcia, 2010, pp. 68
[3] SUÁREZ FERNÁNDEZ, Luis (editor), Historia General de España y América, Rialp, Madrid, 1990, Pp. 47
[4] FORTEA PÉREZ , José Ignacio, Imágenes de la Diversidad, el mundo urbano en la corona de Castilla (s.XVI-XVIII) Universidad de Cantabria, 1997, pp. 274 y ss.
[5] FERNÁNDEZ ÁLVARES, Manuel, España y los españoles en los tiempos modernos, Ediciones Universidad de Salamanca, Salamanca, 1979, pp. 453
[6] PÉREZ ESTÉVEZ, Rosa María, La España de la ilustración, Madrid, Editorial Actas, 2002, p. 38
[7] MARTÍNEZ RUIZ, E y PI CORRALES, M de Pazzis, (eds.) Ilustración, ciencia y técnica en el siglo s. XVIII español, PUV (Universidad de Valencia), Valencia, 2008, pp. 316
[8] HERR, Richard, España y la revolución del siglo XVIII, Madrid, Aguilar, 1971, p.115
[9] GARCÍA CÁRCEL, Ricardo, Historia de España siglo XVIII, la España de los Borbones, Madrid, Cátedra, 2002, p. 297
[10] SUÁREZ FERNÁNDEZ, Luis (edit.), Historia General de España, Rialp, Madrid, 1990, pp. 23 y ss.
[11]HERR, Richard, España contemporánea, Marcial Pons, Madrid, 2004, pp. 90.
[12] Para mayor información sobre la técnica de fragua y colación del hierro y sus problemas económicos de implantación véase: ALCALÁ-ZAMORA Y QUEIPO DE LLANO (Coord.) La España oceánica de los siglos modernos y el tesoro submarino español, Real Academia de la Historia, Madrid, 2008, pp. 196 y ss.
[13] CREMADES GRIÑÁN, Mª  Carmen, Borbones, Hacienda y Súbditos en el siglo XVIII, Universidad de Murcia, Murcia, 1993, pp. 156 y ss.
[14] ALCALÁ ZAMORA, José, Altos hornos y poder naval en la España de la Edad Moderna, Real Academia de la Historia, Madrid, 1999, pp. 63 y ss.
[15] HERR, Richard, España contemporánea, Marcial Pons, Madrid, 2004, pp. 300

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