martes, 30 de diciembre de 2014

LA REAL COMPAÑÍA GUIPUZCOANA DE CARACAS

La Real Compañía Guipuzcoana de Caracas se crea por Real Cédula el 25 de septiembre de 1728. Las reformas llevadas a cabo hasta el momento por parte de la Monarquía siguieron manteniendo el monopolio de puerto único, lo que hacía prácticamente imposible la creación de compañías desde otros puertos de la metrópoli para el comercio con algún territorio colonial. Sin embargo, la Corona aceptó el proyecto presentado por la provincia de Guipúzcoa, por medio de su secretario foral, Felipe de Aguirre, para comerciar con la provincia de Caracas, mediante la creación de una compañía por acciones apoyada por el Consulado donostiarra. La Real Cédula no concedía el monopolio del comercio; es más, Felipe V se reservaba la opción de enviar cuantos navíos de registro deseara. No obstante, esta cláusula se daría de baja en 1742, por lo que la Compañía se hacía entonces con el monopolio del tráfico comercial con Venezuela.

El interés de los prohombres guipuzcoanos por la provincia venezolana radicaba en las descripciones realizadas por Olavarriaga en su Instrucción General y Particular del Nuevo Reino de Granada, en donde se destacaba la gran fertilidad de las tierras caraqueñas y las opciones de comercio si se incrementaba las comunicaciones con la metrópoli, que hasta el momento se limitaban a un navío de registro y a otro proveniente de Canarias. Este vacío comercial había sido aprovechado por los extranjeros.

La Real Compañía estaba formada por cinco directores que se encargaron de poner en marcha todo el engranaje empresarial y la búsqueda de los inversores. Las acciones de la Compañía fueron suscritas por los propios directores, por la Universidad de Oñate, por el Consulado de San Sebastián, por la propia ciudad donostiarra, por personajes ilustres y comerciantes guipuzcoanos, por la Provincia de Guipúzcoa y por el Rey (no aportaba capital, sino que sus derechos se pagarían con lo que la nueva empresa debía pagar a la Real Hacienda por sus tareas comerciales, llegando hasta a un séptimo de las acciones totales).

En el verano de 1730 partieron del puerto de Pasajes los tres primeros barcos de la Real Compañía. Este primer convoy desembarca en La Guaria con un cargamento en el que se transportaba hierro, acero, canela, pimienta, aguardiente, harina, medicamentos, aceitunas, lienzos, jamones, papel y libros. Pocos meses más tarde salieron nuevos navíos con nuevas mercancías camino de la provincia de Caracas. Todos estos envíos reportaban sustanciosos derechos que debían ser pagados a la Real Hacienda, parte de los cuales también eran empleados para satisfacer deudas pendientes del Tesoro de la Monarquía.

Entre las operaciones iniciadas por la Corona y sufragadas por la Real Compañía hay que destacar la creación de la Compañía de Ballenas de San Sebastián en 1732, con el objetivo de evitar que los marineros guipuzcoanos se enrolaran en navíos extranjeros por falta de barcos nacionales y, de paso, pagar las deudas contraídas por la Corona por el apoyo de los balleneros vascos en la expedición a Sicilia en 1718. Por otro lado, en 1735 se concedió a la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas el asiento de armas de las Reales Fábricas de Guipúzcoa, convirtiéndose la Compañía en la receptora e intermediaria de las armas, situándolas posteriormente en los lugares designados por la Hacienda Real, siendo esta una operación poco rentable para la empresa. Los servicios prestados por la Real Compañía a la Monarquía fueron constantes a lo largo de su existencia, llegándose incluso a encargar del traslado de tropas y víveres al otro lado del Atlántico con motivo de la guerra contra Inglaterra en 1739.

Respecto al comercio con Venezuela, la Real Compañía se aseguró el comercio en exclusiva con este territorio de las Indias y consiguió aumentar y regularizar las importaciones de cacao y tabaco a la península. Así mismo, logró reducir el contrabando que se realizaba hasta entonces en la zona, al perseguir a los comerciantes extranjeros que lo ejercíeran, y encabezó empresas de exploración en la región del Orinoco. También consiguió romper el monopolio del puerto único, al permitírsele en 1742 viajar directamente desde la provincia de Caracas hasta San Sebastián, sin pasar por Cádiz (tan sólo debía suministrar en este puerto el cacao para la mitad sur de la península). Para que la empresa viera facilitado su trabajo, los gobernadores de Caracas eran también los Jueces Conservadores de la Compañía, encargándose de las presas, embargos de contrabando y operaciones de la sociedad.

Sin embargo, la Real Compañía no fue bien recibida en determinados sectores de Venezuela (como el Cabildo), al considerar que perjudicaba los intereses de los hacendados y pequeños propietarios al adjudicarse el monopolio de todo el comercio sin muchas veces poder satisfacer las demandas de la propia región americana. Como consecuencia de esto se produjeron una serie de protestas y conspiraciones como la del zambo Andresote (1730-1733), el Motín de San Felipe (1741) o el movimiento de Juan Francisco de León (1749), siendo este último alzamiento el que mayores consecuencias tuvo al lograr un ajuste del libre monopolio que ejercía la Compañía, siendo admitidas parte de las demandas de los caraqueños.

En 1751 se decide que la sede administrativa de la Real Compañía se trasladara a Madrid, abandonando San Sebastián, lugar donde había nacido. A partir de este momento se le concede nuevos asientos, como la explotación de los bosques navarros para la obtención de madera para los arsenales de Ferrol o la pesca en las costas del Cumaná.

En 1765 se habilitaron nueve puertos en la metrópoli desde los que se podía comerciar con las Indias, lo que se hacía incompatible con monopolios como el de la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas. Sin embargo, a la empresa vasca se le siguieron concediendo privilegios, como el asiento del tráfico de esclavos con Venezuela. No obstante, la situación económica de la Compañía comenzó a flaquear como consecuencia de la pérdida de barcos por los enfrentamientos bélicos, el hecho de deber someterse a unos nuevos controles aduaneros, el aumento del contrabando holandés, las fluctuaciones de los precios de los productos y el nuevo mercado libre.

La Real Compañía Guipuzcoana de Caracas desaparece en 1785 siendo sustituida por una nueva empresa por acciones con los mismos agentes implicados: la Compañía de Filipinas.


Bibliografía

AMEZAGA IRIBARREN, Arántzazu, “La Real Compañía Guipuzcoana de Caracas. Crónica sentimental de una visión historiográfica. Los años áuricos y las rebeliones (1728-1751)”, Sancho el Sabio: Revista de cultura e investigación vasca (2005), nº23, pp. 167-208.

GÁRATE OJANGUREN, Montserrat, “La Real Compañía Guipuzcoana de Caracas: una historia económica”, en ESCOBEDO MANSILLA, Ronald; RIVERA MEDINA, Ana Mª. y CHAPA IMAZ, Álvaro, Los vascos y América. El comercio vasco con América en el siglo XVIII. La Real Compañía Guipuzcoana de Caracas, Bilbao, Banco Bilbao Vizcaya, 1989, pp. 287-306.

MORÓN, Guillermo, “La provincia de Venezuela en el siglo XVIII y la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas”, en ESCOBEDO MANSILLA, Ronald; RIVERA MEDINA, Ana Mª. y CHAPA IMAZ, Álvaro, Los vascos y América. El comercio vasco con América en el siglo XVIII. La Real Compañía Guipuzcoana de Caracas, Bilbao, Banco Bilbao Vizcaya, 1989, pp. 37-51.

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