martes, 9 de diciembre de 2014

La clase obrera en Inglaterra durante el período de transición a la época industrial


Siendo este un artículo dedicado al proceso de formación de la clase obrera inglesa entre la segunda mitad del siglo XVIII y primera mitad del XIX creo conveniente otorgar una definición de clase extraída de la mejor obra escrita hasta el momento sobre el tema, me refiero a La formación de la clase obrera en Inglaterra de E. P. Thompson: “La clase cobra existencia cuando algunos hombres, de resultas de sus experiencias comunes –heredadas o compartidas-, sienten y articulan la identidad de sus intereses a la vez comunes a ellos mismos y frente a otros hombres cuyos intereses son distintos –y habitualmente opuestos- a los suyos. La experiencia de clase está ampliamente determinada por las relaciones de producción  en la que los hombres nacen o en las que entran de manera involuntaria. La conciencia de clase es la forma en que se expresan estas experiencias en términos culturales. Encarnadas en tradiciones, sistemas de valores, ideas y formas institucionales. Si bien la experiencia aparece como algo determinado, la conciencia de clase no lo está. Podemos ver una cierta lógica en las respuestas de grupos laborales similares que tienen experiencias similares, pero no podemos formular ninguna ley. La conciencia de clase surge del mismo modo en distintos momentos y lugares, pero nunca surge exactamente de la misma forma”.  (2012, p. 27-28)
La máquina de vapor, inventada por James Watt en 1775, la spinning-jenny, inventada por James Hargreaves en 1764, la lanzadera de Kay introducida masivamente en la década de 1760, la cardadora de Paul patentada en 1748, la wáter-frame (maquina hiladora continua) inventada por Arkwright en 1769, todas estas invenciones incorporadas al mundo de la producción fabril supusieron una transformación completa del modo de producción y dieron lugar de manera directa a nuevas relaciones sociales, instituciones y formas culturales. Estas transformaciones fueron  producidas por la industria algodonera que fue la primera en desarrollarse en Inglaterra, aunque si bien es cierto que hasta la década de 1830 los tejedores manuales superaban en número a aquellos hombres y mujeres empleados en las fábricas de hilado de algodón tal y como expresa Thompson: “La cuestión es importante, porque el énfasis exagerado en la novedad de las fábricas de los algodoneros puede conducir a una subestimación de la continuidad de las tradiciones políticas y culturales en la formación de las comunidades obreras. Los trabajadores fabriles, lejos de ser los “primogénitos de la Revolución industrial”, eran los recién llegados. Muchas de sus ideas y formas de organización habían sido ya adoptadas por los trabajadores a domicilio, como los cardadores de lana de Norwich y el West Country o los tejedores de cintas de Manchester”. (2012, p. 219)
La economía, por lo tanto continuó siendo predominantemente rural y la unidad de producción característica continuó siendo la familia que tenía su centro de trabajo en su propia casa en donde las mujeres y los niños recogían, limpiaban y ligaban el algodón en bruto y los hombres lo tejían., esto significaba la no especialización de la mano de obra al contrario que ocurría con los obreros industriales que participaban en un proceso productivo en el que realizaban una tarea particular atendiendo a la división del trabajo impuesta por el capital.
A pesar del mantenimiento de estos empleos tradicionales, cuyos miembros podríamos incluir en la amplia categoría de clases trabajadoras, el período comprendido entre 1780 y 1830 –es decir el periodo que comprende la transición entre una sociedad preindustrial a una industrial- ve el nacimiento de lo que denominamos clase obrera ya que durante este proceso, y sobre todo al final, encontramos la conciencia de una identidad de intereses entre todas las clases trabajadores contrarios a los de otras clases y el desarrollo de organizaciones políticas y laborales exclusivamente obreras. El nacimiento de esta clase obrera se produjo por la imposición, por parte de las élites, de unas determinadas condiciones de trabajo y relaciones de producción que aniquilaron cierto tipo de tradiciones propias del denominado “inglés libre por nacimiento” tales como los derechos locales, tradiciones artesanas, igualdad ante la ley… que queda ejemplificado a la perfección en el proceso de enclosures y la eliminación de los derechos comunales –este proceso de cercamiento fue realizado desde mediados del siglo XVIII por medio de la legislación parlamentaria como método para consolidar la propiedad territorial, algunas de las cifras de este “robo legal” son: alrededor de 75 acres entre 1727 y 1760; 478000 acres entre 1761 y 1792; cerca de un millón de acres tras las guerras napoleónicas; y menos de 200000 acres entre 1816 y 1845-, y la precarización de la industria doméstica ya que la mayor parte de los que trabajan por cuenta propia se convirtieron en trabajadores asalariados bajo las ordenes de un gran patrón. Anteriormente a este proceso la unidad domestica económica y la propiedad territorial fue lo suficientemente fuerte para paliar –salvo en algunos casos aislados- la confrontación de clase hasta que la industrialización la trajo consigo ya que antes de que ocurriera esto existían simplemente fragmentos del protoconflicto debido a la inexistencia de la clase obrera como agente histórico.
En contra de lo que suele pensar cierta historiografía la Revolución industrial tuvo un carácter catastrófico para las clases trabajadoras inglesas que vieron su mundo y sus prácticas sociales, si no eliminados completamente, muy transformadas, a esto debemos añadir  la intensidad de la explotación tal y como expresa Thompson: “Las injusticias que los obreros sentían como cambios en el carácter de la explotación capitalista: la ascensión de una clase de patronos que no tenía autoridad tradicional ni obligaciones; la creciente distancia entre el patrono y el hombre; la transparencia de la explotación en el origen de su nueva riqueza y poder; el empeoramiento de la condición del trabajador y sobre todo su pérdida de independencia, su reducción a la dependencia total con respecto a los instrumentos de producción del patrono; la parcialidad de la ley; la descomposición de la economía familiar tradicional; la disciplina, la monotonía, las horas y las condiciones de trabajador; la pérdida de tiempo libre y de distracciones; la reducción del hombre a la categoría de un instrumento”. (2012, p. 228). Esta situación se aleja mucho de los cálculos realizados por ciertos historiadores pertenecientes a la moda académica negacionista-revisionista que se empeñan en negar económicamente el carácter socialmente catastrófico del triunfo políticamente contrarrevolucionario del capitalismo industrial, lo que no debe hacernos caer en la idealización del modo de producción anterior.
Sin embargo este proceso no fue, ni mucho menos, pacifico sino    que se encontró con la firme oposición de las clases trabajadoras inglesas –se trata de un tipo de revuelta primitiva, enmarcada todavía en lo que se ha denominado anteriormente como protoconflicto, ya que hasta la conformación definitiva de la clase obrera en el siglo XIX no surgirán los nuevos métodos de protesta basados en el trade unionismo y la huelga política-, que se expresaron por medio de la revuelta. En primer lugar destacaremos el caso de las revueltas protagonizadas por el campesinado. El campesino se hallaba bajo el dominio del squirre o terrateniente que era miembro del tribunal del condado, elegía al pastor de la Iglesia, arrendaba tierras y empleaba el trabajo asalariado del obrero rural. Este terrateniente –en connivencia con el comerciante que vendía el producto textil realizado por medio del trabajo doméstico del campesino- hacía valer sus intereses de clase en el Parlamento por medio de la votación de medidas encaminadas a desposeer al campesino de sus derechos tradicionales y a sentar las bases legislativas que marcarían, y facilitarían, el desarrollo de la Revolución industrial –algunas de estas leyes fueron: las acts of Enclosure (leyes de cercamiento de tierras), las Corn Laws (Leyes de Cereales), Leyes de Milicia, las Poor Laws (Leyes de Pobres) y las Acts of Settlement (leyes de afincamiento para el mejor control y vigilancia de los pobres-, esta legislación provocó una serie de revueltas que se extendieron por toda Inglaterra, cabe destacar las revueltas de 1757 en East Anglia, Lincoln, Northampton y el distrito oriental del condado de Yorkshire como consecuencia de la promulgación de las Leyes de Milicia que acabaron en 1761 con la milicia de Yorkshire disparando contra cinco mil mineros de Northumberland que marchaban hacia Hexham para detener la selección de reclutamiento. También se produjeron numerosas revueltas por las acts of Enclosure que se extendieron durante todo el siglo XVIII, aunque su virulencia aumentó a partir de 1760, destacando las revueltas en Northamptonshire en 1710, en Wiltshire y Norwich en 1758, en Northampton y Oxfordshire en 1765, en Boston (Lines) en 1771, en Worcester en 1772, en Shefield en 1791 y en Nottingham en 1798.
A pesar de este tipo de revueltas, las más numerosas de este siglo, aunque su auge se produce igualmente en la segunda mitad de siglo, fueron las denominadas revueltas del hambre producidas por la escasez de alimentos y el alza de los precios que se produjeron principalmente durante 1756-1757, 1766-1767, 1772, 1782-1783, 1795 y 1800. Este tipo de revueltas solía tomar la forma de saqueos de depósitos de granos, ataques a las casas de los comerciantes que especulaban y se enriquecían vendiendo al extranjero el producto, el ataque a barcos de grano destinados a la exportación y la taxation populaire que consistía en la imposición de topes a los precios lo que se conseguía obligando al comerciante a vender el trigo a un precio justo.
En el caso de la revuelta urbana estaba mucho menos influenciada por el hambre, aunque también tenía su importancia, que la realizada en el campo ya que las autoridades se encargaban, por norma general, de mantener abastecidos los mercados y controlar los precios, sobre todo en las capitales, para evitar los conatos de ira popular. En las ciudades, en este caso se tomará como referencia Londres, la revuelta aducía a motivos sociales o políticos aunque la mayoría se producía por una mezcla de ambos. Algunas de las más destacadas revueltas producidas en la ciudad de Londres fueron: la revuelta antiirlandesa de 1736 que se produjo en las parroquias de Whitechapel, Shoreditch y Spitalfields como consecuencia de la contratación de mano de obra irlandesa que salía mucho más barata que la inglesa, ya que en ocasiones cobraban la mitad e incluso dos tercios del pago dado a un inglés, lo que provocó la ira popular y al asalto a numerosas tabernas frecuentadas por irlandeses; las revueltas más importantes se produjeron en la década de 1760 y 1770 y sus causas fueron exclusivamente políticas, se conocen con el nombre de “revueltas wilkistas” ya que el desencadenante fue la liberación en 1763 de John Wilkes –encerrado en la Torre de Londres por difundir libelos sediciosos contra Jorge III- que fue saludado por la multitud al grito de “Wilkes and Liberty!”, que se convertiría desde este momento en el lema de los wilkistas, a lo que siguió la decisión del Parlamento de prohibir y quemar el periódico que dirigía, North Briton, lo que provocó una insurrección  popular y John Wilkes se vio obligado a huir a Paris al ser declarado fuera de la ley. La segunda revuelta wilkista se produjo en 1768 al ser elegido Wilkes como representante de los propietarios agrícolas de Middlesex a su regreso del exilio, su encarcelamiento provocó una serie de disturbios que finalizaron con la matanza de St. George’s Fields el 10 de mayo cuando los guardias dispararon contra la multitud que rodeaba la prisión donde se encontraba Wilkes. La última de estas revueltas se produjo en 1773 cuando Wilkes fue elegido Lord Mayor de la ciudad de Londres; la última revuelta de importancia en Londres producida en este período se dio en 1780 como consecuencia de la Catholic Relief Act (Ley de amnistía para los católicos que levantaba muchas de las restricciones impuestas a la Iglesia Católica) que causó una enconada resistencia en Escocia, Glasgow y posteriormente en Londres en donde una Asociación Protestante dirigida por Lord George Gordon quien llevo una campaña de recogida de firmas que se disponía a entregar al Parlamento, sin embargo la negativa de éste a considerar la petición desencadenó una violenta insurrección.
Otro tipo de conflictos que se dieron en este período fueron las disputas exclusivamente laborales motivadas por los bajos salarios y el clima de explotación al que estaba sometida la clase obrera. Algunos ejemplos de estos conflictos los tenemos en 1763 cuando los obreros toneleros de Liverpool exigieron un aumento salarial y en 1768 cuando los cargadores de carbón del este de Londres se declararon en huelga hasta recibir un aumento salarial, este ejemplo es paradigmático ya que adelanta numerosas practicas futuras como la aparición de los rompehuelgas contratados por la patronal y la realización de piquetes pro parte de los cargadores.
Por último, en honor de aquellos hombres y mujeres que sufrieron las terribles consecuencias de la industrialización y que se rebelaron contra su explotación merece la pena recordar esta vieja canción radical:


“La revolución igualadora

ha empezado,

iré a casa a buscar mi pistola,

y dispararé contra el duque

de Wellington.”

 

Bibliografía:

-         Deane, P. (1977). La primera Revolución Industrial. Barcelona. Ediciones Península.

-         Hobsbawm, E. (2012). “Trilogía de Hobsbawm”. Barcelona. Crítica.

-         Rudé, G. (2009). La multitud en la historia. Los disturbios populares en Francia e Inglaterra. 1730-1848. Madrid. Siglo XXI

-         Thompson, E. P. (1979). Tradición, revuelta y consciencia de clase. Barcelona. Crítica.

-         Thompson, E. P. (2012). La formación de la clase obrera en Inglaterra. Madrid. Capitán Swing.

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