lunes, 10 de noviembre de 2014

EL COMERCIO CON CARLOS III. 

La relación entre España y las indias se hizo más compleja después de la guerra de los 7 años. Así también el intercambio comercial entre ambas. España obtuvo más éxito en obtener fondos de América que de la misma Castilla. Es en la segunda mitad del s. XVIII cuando esto se hace más evidente. La activación de reformas hacia el comercio pone en entredicho el sistema tradicional del régimen de flotas y galeones. Se designó una junta para definir los problemas principales en el comercio con América y se desglosaron los siguientes problemas:
-Exclusividad del comercio que poseía el puerto de Cádiz.
-Fletes y derechos de exportación
-Oneroso impuesto de tonelada.
-Absurdo impuesto de palmeo, el cual era beneficioso para los extranjeros pues favorecía su competitividad al ser mejores productos.
-El atraso agrícola en la misma América por falta de esclavos
-Muy elevados impuestos sobre los productos importados de las colonias americanas.[1]
            Centrándonos en el primer punto sin embargo como señala Ringrose es necesario clarificar la relación entre comercio colonial y economía peninsular para ello se debe tener en cuenta la especial posición de Cádiz dentro del resto de economía del país.[2] Cádiz tuvo un importante, el principal papel como agencia distribuidora del comercio legal entre España y la América española. Así se constituyó en puerto regional y centro internacional de almacenaje y distribución. Así, de esta manera el comercio americano creció durante los 50´s y 60´s del s. XVIII mientras que lo propio con España fue más dinámica durante los años 80´s. así entre 1783-92 Cádiz manejó del 72 al 83 por ciento de las exportaciones y del 72 al 84 por ciento de importaciones de América.[3] Durante el reinado de Carlos III los envíos directos de América, los aranceles peninsulares aduaneros sobre el comercio y los impuestos recogidos de una economía andaluza sostenida por el comercio americano constituían una parte vital del presupuesto regio. Durante la década de los ochenta un 45 por ciento de la renta procedía las colonias. Justo en esos años y antes de la proclamación del comercio libre el tráfico marítimo tenía una media de 28.000 tm. Y 90 navíos por año aunque los barcos hubieran incrementado el tonelaje de 221 a 312 tm por unidad.[4]
            El volumen del comercio había experimentado un notable incremento en Cádiz. Entre 1745-1765 el comercio de las indias creció de diez mil a 27.000 tm. El final de la guerra americana y la reforma del comercio colonial en 1778 elevaron aún más el comercio. [5] Parece que la captura de la Habana aceleró el ritmo de las reformas que culminaron en 1778. La causa principal al margen de propaganda oficial que florecía una explicación alrededor del aumento del comercio y favorecer el desarrollo parece ser la de aumentar los ingresos.
            Hasta 1763 todos los bancos fondeaban en Cádiz antes de cruzar el Atlántico. Excepción de la compañía de Caracas (1728) y la compañía de Barcelona (1756) que explotaban un Caribe marginal. Cuando la guerra de los 7 años eran el 20 por ciento del total transoceánico[6]. En vísperas de esa guerra se creó el correo marítimo propiedad del estado y con sede en La Coruña. Eran rápidos y bien armados. En 1767 se añadió una segunda ruta con Buenos Aires a la ya creada con la Habana dos años antes. En 1765 se proclamaron los edictos de comercio libre que consiguieron simplificar los impuestos de aduanas.
            Por ejemplo el balance que propone Carlos Martínez Shaw arroja una suma positiva, siempre teniendo en cuenta los años en que funcionó con la paz como telón de fondo, es decir entre 1782 y 1796. Así se multiplicaron las exportaciones y entonces las manufacturas españolas fueron mayoría así como se incrementó el tránsito de importaciones desde los caudales y los alimentos hacia las materias primas. Es decir el sistema había entrado en crisis por las continuadas guerras primero contra Gran Bretaña y después contra Francia entre 1797 y 1813, la prueba de ello estriba en que el tráfico originado por las embarcaciones con pabellón neutral aumentó de forma significativa arrojando un saldo comercial positivo para la corona. [7]
            En otro orden de cosas y problemas nos encontramos con el ascenso de la clase criolla en Hispanoamérica, lo cual era todo un problema en sí mismo y no sólo para el comercio, aunque buena parte de este asunto lo llevaran ellos mismos pues habían conseguido dominar el 90 por ciento de todo el comercio ilegal que se generaba en las colonias. España estaba muy preocupada por controlar a los extranjeros y a sus actividades. Buena parte de este comercio de criollos con terceras potencias y su control (Inglaterra y Francia sobre todo) pasaba por reforzar las defensas fortificadas de las costas, después de la guerra de los siete años aún se hizo más perentoria esta necesidad. La única forma que encontraron de hacerlo fue vía impuestos: monopolio del tabaco, reorganización de la alcabala (su recaudación), incremento de producción de plata mediante bajada de impuestos a los elementos que permitían su extracción: pólvora y mercurio, además se incrementó el control del café, cacao, azúcar, y el susodicho tabaco[8]
            Debemos de ser críticos en cualquier caso con los efectos positivos del comercio con Hispanoamérica. Algunos autores han resaltado efectos negativos y destructores en las manufacturas en algunas zonas de América, que hubo una prevalencia de los objetivos fiscales sobre cualquier otro, una nula repercusión sobre la economía de Cataluña. Incluso se llega a sostener que Campomanes potenció la dispersión de manufacturas para evitar la concentración y por lo tanto la creación de un moderno y retador sistema industrial.[9] Es, en fin un vasto panorama sobre el que aún gravitan más de doscientos años después dudas y tesis de la más variada procedencia y consecuencias. En fin, en los últimos años de Carlos III se reactiva la política atlántica en contra de las políticas del interior del país que había ocupado hasta entonces buena parte de la política del rey pero esa misma situación interna recordó a los gobernantes la necesidad de prestar mayor atención a los asuntos atlánticos. [10]








[1] SANZ CAMAÑES, Porfirio, Las ciudades en la América Hispana, s. XV al XVIII, Editorial Sílex, Madrid, 2004, pp 399 y ss.
[2] RINGROSE, David, R, España 1700-1900, el mito del fracaso, Alianza Universidad, Madrid 1996, p. 130
[3] FISCHER, John, Commercial relation Between Spain and Spanish America in the era of free trade 1778-1796, Liverpool University, Liverpool 1985
[4] RINGROSE R, David, España, 1700-1900. El mito del fracaso, Alianza Universidad, Madrid 1996,  p. 143
[5] Ibídem, p. 160
[6] Ibídem, p. 163.
[7] HERNÁNDEZ, Roberto, Carlos Martínez Shaw, historiador modernista, Universidad de Lérida, Lérida, 2010, pp. 98
[8] DEL ALCÁZAR, Joan, TABANERA, Nuria, SANTACREU, Josep M, MARIMON, Antoni, Historia contemporánea de América, Universidad de Valencia, Valencia, 2003, pp. 58 y ss.
[9] ÁLVAREZ DE MORALES, Antonio, El pensamiento político y jurídico de Campomanes, Ministerio para las Administraciones Públicas, Madrid, 1989, pp. 79 y ss.
[10] COMELLAS, José Luis, Historia de España Moderna y Contemporánea, Rialp, Madrid, 2003, pp. 214 y ss.

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