domingo, 30 de noviembre de 2014

La economía dirigida durante la República Jacobina (1793-1794)


El asalto al palacio de las Tullerías protagonizado por las masas parisinas el 10 de agosto de 1792 supuso el fin de la Monarquía de Luis XVI -muy desacreditada como consecuencia de la huida a Varennes y de sus relaciones con el resto de potencias monárquicas en aras de formar una coalición contrarrevolucionaria que invadiese Francia y volviese a colocarle en el trono como monarca absoluto, esto propicio el inicio de una guerra entre la Francia Revolucionaria y las potencias aristocráticas, Prusia y Austria - y el establecimiento del gobierno de la Convención formado por diputados de la Gironda –formada en su mayoría por intelectuales y juristas pertenecientes a la burguesía media, que encarnaba la lucha contra el Antiguo Régimen económico y social y abogaba por la creación de una sociedad de pequeños y medios productores, sin trabas a la circulación y a la libre empresa pero manteniendo la intervención estatal para la consecución de la “armonía social” por medio de una fiscalidad progresiva, proteccionismo aduanero en determinados campos… Eran conocidos con el nombre de girondinos- y la Montaña- cuyos miembros eran conocidos con el nombre de jacobinos y que abogaban por la construcción de una República igualitaria de propietarios libres, este grupo contó con el apoyo de los sans-culottes-.
Tras la insurrección, el 11 de agosto, fue decretado el sufragio universal masculino. A esto hay que añadir la proclamación de la República el 21 de septiembre y la decapitación del monarca el 21 de enero de 1793 lo que marco el inicio de la etapa más radical de la Revolución Francesa. Esta radicalización, encarnada en primera instancia en la ejecución del monarca y la ocupación de Bélgica por el Ejército Revolucionario, propicio la creación de la Primera Coalición entre marzo-septiembre de 1793 que aglutino a toda Europa contra la Revolución –Austria y Prusia que ya se encontraban en guerra, a las que se unieron Inglaterra, Holanda, el Papado, el reino de Piamonte-Cerdeña, España y los estados alemanes-.
En este clima de guerra la Francia de la insurrección popular del 10 de agosto se otorgo un Gobierno Revolucionario cuyo principal órgano era la Convención Nacional que aglutinaba el poder legislativo, y en la práctica también el ejecutivo ya que controlaba al Consejo Ejecutivo, y cuyos miembros eran elegidos por medio de sufragio universal masculino tal y como aparecía recogido en la Constitución de 1793 que, sin embargo, decidió no aplicarse debido a la peligrosa situación que atravesaba la República. Se creó un Comité de Salvación Pública –entre cuyos miembros podemos destacar a Barère, Robespierre, Saint-Just, Couthon, Carnot o Collot d’Herbois- compuesto por doce miembros elegidos directamente por la Convención y cuya misión era el control de los ejércitos, el nombramiento de los representantes en los departamentos y controlar al Consejo Ejecutivo, así como un Comité de Seguridad General encargado de combatir la contrarrevolución y que tenía a su cargo al Tribunal Revolucionario. Esta centralización de la administración vino acompañada por una mayor centralización económica, necesaria en tiempo de guerra, y la organización de un sistema represivo, conocido bajo el nombre de el “Terror”, que ha sido exagerado, en relación al número de víctimas que causó, por determinadas “corrientes historiográficas” que han obviado, cuando no manipulado directamente, las fuentes y las cifras para desprestigiar la primera revolución triunfante de las clases populares asimismo estos “historiadores”  no suelen incidir en el hecho de que fueron los propios sans-culottes quienes exigieron su establecimiento para combatir a todos los enemigos de la Revolución y que se hizo necesario tanto por la gravedad y peligrosidad de la contrarrevolución  interna –véase el ejemplo de la Vendée o las conspiraciones tramadas por miembros de la aristocracia- como para acabar con todos aquellos que, aprovechando las dificultades financieras de la República y de la población, se dedicaban a acaparar mercancías para posteriormente sacarlas al mercado a precios elevadísimos.



Los sans-culottes dando buena cuenta de los elementos aristocráticos y contrarrevolucionarios del país
 
 
En esta coyuntura de guerra exterior e interior la República consiguió realizar una serie de medidas económicas –lo que se conoce con el nombre de economía dirigida- que, junto con el ardor revolucionario y el valor de las masas, consiguieron paliar la situación dejando asombrado al mundo al poder resistir la embestida de las potencias de toda Europa. La mayoría de las medidas económicas tomadas fueron realizadas por medio de la  “Comisión de medios de subsistencia”, creada el 1 de brumario (22 de octubre) de 1793,  integrada por tres miembros que disponían de más de 500 empleados bajo sus órdenes y que se encargaban de dirigir el comercio exterior, las requisiciones, el establecimiento de precios y tarifas y el abastecimiento del ejército y la capital, a estas tareas se sumaban otras secundarias como mejora de las técnicas agrícolas y ganaderas y de la explotación de minas y bosques. En los asuntos comerciales se le asigno un consejo consultivo integrado por Moutte, banquero, Lesguillier, almacenista parisino que había sido presidente del Tribunal de Comercio y Vilmorin, comerciante de granos.
Obligada a ser autosuficiente debido a la guerra y como sociedad agrícola que era Francia, uno de los campos en donde centró su actividad la Comisión fue la agricultura ya que gran parte de los revolucionarios se hallaban influidos por las teorías fisiócratas y por ende consideraban que la tierra era la propiedad más segura de que disponía la nación. Es por esto que fueron realizadas numerosas iniciativas para aumentar la productividad agrícola como la desecación de marismas, la siembra de los parques y jardines de recreo de Paris, como ocurrió con el de Luxemburgo y el de la Liste Civil, y se instó a los cultivadores de viñedos a reducir la extensión de sus viñas para poder dedicar el terreno a la producción cerealística, asimismo con la intención de conseguir un reparto más equitativo de la producción se realizaron numerosos censos que recogían la producción del campo, la industria y la ganadería, esto permitió calificar a los departamentos en dos grupos, excedentarias y deficitarias y mediante la requisición de la producción sobrante de las regiones excedentarias eran abastecidas las regiones deficitarias, el ejército y la capital, sin embargo esto no fue suficiente debido a la acción de los acaparadores y a la indulgencia mostrada por el gobierno, por lo que se tuvieron que establecer medidas extremas como la prohibición de la pastelería, la creación de panaderías municipales, el control de los almacenes privados y el establecimiento de cartillas de racionamiento.
En el ámbito comercial, muy reducido debido al bloqueo marítimo impuesto por Inglaterra, la Comisión se encargó de la dirección de la flota mercante y de la compraventa de productos. Se produjo la nacionalización de las importaciones y exportaciones así como la revocación del Acta de Navegación, que sólo permitía los intercambios comerciales con buques con pabellón francés, y los puertos fueron abiertos a todos los navíos neutrales y las importaciones fueron pagadas con todos los productos innecesarios que poseía Francia: vinos y aguardientes, sedas, encajes, objetos de plata, piedras preciosas, muebles de los aristócratas emigrados… Asimismo se fomentó la acción de la flota corsaria para atrapar buques mercantes enemigos.
Pero sin duda alguna la medida económica más importante llevada a cabo por la Revolución fue la Ley del Máximo promulgada en los decretos del 11, que establecía un máximo para el precio del grano, y del 29 de septiembre, que establecía un máximo al precio de todos los productos de primera necesidad y de los salarios, disponemos de una excelente descripción realizada por Robespierre uno de sus más firmes defensores: “El segundo medio: es aliviar la miseria pública. Los motines solo pueden ser temibles cuando los enemigos de la libertad pueden hacer hablar de carestía y de miseria a las orejas de un pueblo hambriento y desesperado. Hay que arrancarles esta arma peligrosa y la tranquilidad pública estará más asegurada dado que el pueblo francés, que los ciudadanos de Paris sobre todo han mostrado hasta aquí una paciencia igual a su coraje. Y que para consolarlo es suficiente parecer ocuparse seriamente de su felicidad y de sus necesidades. Hagamos leyes benefactoras que tiendan a acercar el precio de los alimentos al de la industria del pobre. Ordenemos los trabajos que contribuyen a la gloria y a la prosperidad del estado. Extirpemos sobre todo el agiotaje. Sequemos las grandes fuentes del acaparamiento, paremos los bandidajes de las sanguijuelas públicas, y pongamos orden en nuestras finanzas restableciendo el crédito de nuestros asignados, y castigando severamente a todos los prevaricadores y a todos los bribones públicos. Hay operaciones particulares que tienden directamente a aliviar la miseria pública, pero en general, la bondad de nuestras leyes, el sistema de nuestra conducta administrativa y revolucionaria deben concurrir a este objetivo. Realicemos los principios que hemos proclamado, y que están en nuestros corazones. Lo que hemos dicho muchas veces, hagámoslo. Y que la nación recoja pronto el fruto del patriotismo que anima a sus representantes”. Pág. 188
Esta Ley establecía que los precios de producción de 1790 serían aumentados en un tercio, a lo que habría que añadir el precio del embalaje y la reserva de un 5 por ciento para el mayorista y un 10 por ciento para el detallista, asimismo estaba prevista una indemnización gradual para cubrir los gastos en el transporte. Fue llevada a cabo por la Comisión quien contó con doce comisarios que se dividían en cuatro secciones: Alimentación, textiles, productos químicos-droguería y metales-combustibles. El cumplimiento de estas medidas se dejo a cargo de los Ejércitos Revolucionarios que sumaban un total de 30000 hombres –principalmente sans-culottes- divididos en 56 ejércitos que actuaban como una policía económica llevando la revolución y las órdenes del gobierno allá donde iban.
Para finalizar merece la pena recalcar una frase de Saint –Just, uno de los principales promotores de la República jacobina, tan denostada a menudo por parte de ciertos historiadores que vieron con pavor las profundas transformaciones sociales que se llevaron a cabo en este breve período: “Cuando los hombres sean libres serán iguales, cuando sean iguales serán justos”. Pág. 380


Bibliografía:

-         Bouloiseau, M. (1980). La República jacobina. Barcelona. Ariel.
-      Castells, I. (1997). La Revolución Francesa (1789-1799). Madrid. Síntesis.
-      Robespierre, M. (2005). Por la felicidad y por la libertad. Discursos. Madrid. El viejo  topo.
-      Saint- Just (2004). Ouvres Complètes. París. Éditions Gallimard.

1 comentario:

  1. Gracias por esta aportacion que deberia hacer reflexionar a muchos politicos españoles de "nueva ola"

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