lunes, 24 de noviembre de 2014

Grupo 3: comentario de la lectura de David Ringrose

En el trabajo de David Ringrose, El desarrollo urbano y la decadencia española, se examina de nuevo la relación entre el declinar político de los Austrias y la decadencia económica castellana para explicar lo que se entiende por "decadencia de España". A diferencia de otros estudiosos como Keman, Ringrose sí considera que existió una decadencia de la economía después de un periodo de auge en el siglo XVI. En este artículo, Ringrose expone los acontecimientos que, según él, fueron factores decisivos en el declive económico de Castilla desde finales del siglo XVI y principios del XVII y son: la ruptura de la interacción Corona-ciudad-región y de las redes interregionales debido a la mala política llevada a cabo por los y el estancamiento de Castilla por la centralización en torno a Madrid, que concentró capital, servicios y población.

La España moderna estaba constituida por una serie de regiones autónomas y élites provinciales que abarcan gran parte de Europa y un imperio americano. Debido a su enorme extensión, la capacidad de los Austrias para controlar los asuntos locales y gravar las economías regionales varió muchísimo de un sitio a otro, configurándose una complicada red a través del poder, cuya desintegración parcial es lo que entendemos por la "decadencia de España". En cuanto a dicha decadencia, existen diversas explicaciones que comparten la premisa de que la decadencia se produjo porque las personalidades y grupos dominantes no supieron medir la viabilidad de sus acciones e hicieron caso omiso de las consecuencias económicas de sus medidas:

  • -      La hipótesis del "Quijote", según la cual los Austrias no fueron capaces de adaptarse al clima intelectual y económico que se estaba originando en Holanda, Inglaterra y Francia, sucumbiendo a una realidad cambiante y a oponentes más "modernos".
  • -     La hipótesis de la "bancarrota" insiste en los problemas fiscales de los Austrias: a pesar de que el imperio americano expandió la oferta monetaria y la capacidad adquisitiva española, la economía peninsular no supo mantenerse al paso de los cambios que se produjeron en la demanda, de forma que los precios se elevaron de manera constante durante el XVI. Aunque en el siglo XVII se firmaron una serie de tratados y treguas con Francia, Inglaterra y Holanda con las que se reducía la actividad militar, no se consiguió un equilibrio en los presupuestos ya que tuvo lugar una recesión del comercio americano, disminuyendo las remesas de plata y colapsando Castilla económicamente.
  • -    La improvisación fiscal debida a la inflación y las inútiles campañas militares europeas también es muy criticada: se suspendieron pagos, se impusieron nuevos impuestos, se manipuló la acuñación y se pidieron préstamos de metales preciosos a fortunas privadas. No obstante, muchos capitalistas castellanos cayeron en la bancarrota, muchos campesinos quedaron en la indigencia y el crédito real en el exterior se derrumbó.
  • -   Los esfuerzos reformistas llevados a cabo por el Conde Duque de Olivares tampoco tuvieron resultados muy favorables ya que sus reformas militares y fiscales y su errónea valoración de los recursos regionales produjeron violentas revueltas en Nápoles, Vizcaya, Portugal y Cataluña que funcionaron como resistencias a una forma de revolución "desde arriba", obstaculizando la efectividad de las medidas.

Pese a los intentos reformistas, la base tributaria americana elude la fiscalidad y los envíos de plata a España se reducen enormemente durante el siglo XVII. Castilla había proporcionado una parte importante de las rentas reales hasta 1570, momento en el que sus posibilidades agrícolas se estancan, los núcleos urbanos dejan de crecer y la industria textil cae por la competencia exterior. Además, debido a las políticas económicas llevadas a cabo no se pudo alcanzar el equilibrio demográfico en Castilla, como sí ocurrió en Inglaterra o Languedoc, que pasaban por una situación similar.

De esta manera, Ringrose afirma que la política de los Austrias mutiló una economía regional que era necesaria para la estabilidad fiscal. Esto se debe a que los pueblos de la sociedad rural tienen una gran importancia dentro de las redes de relaciones económicas y políticas puesto que las ciudades obtienen sus suministros de estos centros rurales donde los intercambios pueden ser creados de diversas formas. En este contexto de cambios, las comunidades campesinas son en ocasiones obligadas a la especialización y la creación de excedentes. Esto conlleva la búsqueda de redes comerciales que muevan este excedente, abandonando los mercados regionales. Se implantan de esta manera una serie de pautas de mercado en las comunidades rurales, perjudicando el desarrollo interregional. A su vez se produce el desarrollo urbano basado en la explotación rural. Esta interacción Corona/ciudad/región ha de ser considerada en toda explicación de la "decadencia de España" y es esencial para comprender lo que más tarde impediría la vuelta de la vitalidad castellana.

En España entre el siglo XVI y el XVII se produjo una importante transformación, pasando de una red compleja de localización central a un sistema urbano de estructura dendrítica en torno a la ciudad de Madrid, que se convirtió en capital en 1560, dando lugar a que todos los servicios y los mercados se centraran en ella y se produjera como consecuencia el aislamiento económico de los mercados castellanos. Este cambio se ha asociado como rasgo distintivo de la “decadencia de España” ya que se produce un estancamiento del mercado interior de la misma. Esto es debido a que las élites se trasladaron a la capital llevándose consigo sus ingresos. La diferencia entre los modelos de localización central y del modelo con estructura dendrítica se pueden observar al comprar las ciudades de Madrid y Londres.

En cuanto al crecimiento de Madrid que se produce en el siglo XVI, es consecuencia de una favorable proporción tierra/trabajo, del crecimiento de la población y el de las industrias artesanales que al mismo tiempo habían estimulado los mercados regionales y los intercambios con Europa. El resto de ciudades, Toledo, Segovia, Soria, Salamanca, Cuenca, etc., mantenían grandes intercambios interregionales que formaban parte de una red de ferias regionales. Sin embargo, estas ciudades comenzarán a decaer a finales del siglo XVI. Ya en 1575 Toledo perdió sus mercados extranjeros debido a los altos costes de producción locales y su comunidad mercantil se trasladó a Madrid. Valladolid también experimentó el mismo retroceso. Hay ciudades que no perdieron su fuerza durante el siglo XVII pese a la centralización en torno a Madrid, puesto que vincularon algunos aspectos de su economía a la propia economía de la capital, como es el caso de Talavera, que se convirtió en el principal surtidor de carne de Madrid, de manera que no sufrió una decadencia similar a la de otras ciudades castellanas.

Estas transformaciones no se limitaron solamente al ámbito económico, pues Madrid se desarrolló como un centro urbano que concentraba a cada vez más habitantes. Un indicio de la magnitud del cambio en la red urbana se ve con la redistribución de la población, puesto que en apenas 100 años, Madrid duplica su población.

En conclusión, el desarrollo de Madrid provocó el estancamiento del desarrollo urbano en las ciudades cuya economía no estuviera vinculada a la capital. En toda Castilla, las economías rurales se expandieron en los dos primeros tercios del siglo XVIII y se roturaron nuevas tierras, pero sin los servicios urbanos provinciales característicos del siglo XVI, no pudo surgir una red de intercambio más productiva. Prácticamente toda la actividad comercial en expansión estaba ligada a Madrid.

Al crecer la capital de 120.000 a 200.000 habitantes, el valor de sus mercados competía con el de Cádiz. De modo inevitable, dominó el comercio de largo alcance de Castilla, monopolizando servicios que se habrían repartido de otro modo en una red de lugares centrales. En este proceso, la agricultura quedó con un solo mercado urbano de importancia, un mercado que dependía de la efectividad de la Corona y de su imperio atlántico y estaba, por consiguiente, destinado a expandirse y contraerse en respuesta a condiciones ajenas a la realidad del interior.

El resultado constituye un ejemplo gráfico de cómo los recursos de un imperio, empleados parcialmente en un centro para el gobierno de dicho imperio, crearon un sistema de mercado dendrítico en torno a Madrid, empobreciendo a Castilla y encerrándola en un ineficaz sistema de producción e intercambio. Así, una parte esencial de la «grandeza» de España tuvo parte en crear la “decadencia española”. Durante los siglos que siguieron al desarrollo de Madrid, el precio de un Estado centralizado en España incluyó el persistente retraso de Castilla.

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