DE
ANIMALES Y TULIPANES.
La
tulipomanía no fue cosa de broma ni flor de un día. La tulipomanía fue la
primera gran crisis financiera de la historia moderna, quizá de toda la
historia. La dichosa florecita era sagrada en Turquía y desde allí llegó a
Holanda en 1559. Total que si bien pudo haber sido considerada una flor dañina
y como parecida a la mala hierba, pues crecía y se desarrollaba con honda
prestancia y elegante garbo muy al contrario se convirtió en un preciado bien
que como por arte de birlibirloque adoptaba formas exóticas, capullos más
altos, más coloridos, tonos diferentes…todo Ámsterdam se las traía y se las
tenía con el dichoso bulbo, en poco tiempo se negociaba con el tulipán. Hasta
en las tabernas incluso se creó el primer mercado de futuros con aquellos
pequeños bulbos coloreados. Un artesano bien pagado podía dar su sueldo de
quince años[1].
Claro, el artesano que tan ahorrativo había sido no podía saber que ese color
tan exclusivo, tan demandado, y por lo mismo tan escaso provenía de un virus
que le inoculaba un humilde bichito: el pulgón que, sin comerlo ni beberlo(animalito)
estaba volviendo loca a media Holanda y parte de la otra media. Total que el
color era aleatorio, y había algunos colores que ni aleatorios ni nada, eran
puramente fortuitos y estos eran los que mejor se pagaban.
Ya en 1623 se llegó a pagar por un
bulbo la escalofriante cifra de 1000 florines.
La fiebre del pulgón, de la
florecita dichosa y de la riqueza fácil y sin cuento llegó a las capas más
altas socialmente que llegaron a vender hasta la misma casa de sus entretelas
que tantos sacrificios les había costado edificar por tener un bulbo de
aquellos con decoración a lo Andy Warhol de ahora, que diríamos. La cuestión no
era moco de pavo, más bien era savia de tulipán: hasta un 500 por ciento de
beneficio se podía obtener. Se dice que
había gente tan burra que cambiaba su burro (el de arar no el individuo-burro
aunque igual hubiera dado) por un tulipán, y que hubo uno (marinero y también
burro de cuidado) que confundiéndolo con una cebolla y para matar su hambre se
comió uno con tan mala fortuna que cuando se dio cuenta se había zampado un
tulipancillo valorado en unos 3000 florines (ingreso medio anual= 150 florines)
El pobre hombre dio con sus huesos en la cárcel y se le quitaron las ganas de
comer cebollas y por supuesto tulipanes durante por lo menos medio año que es
lo que le cayó en la trena por tener tanta hambre. [2]
Como la naturaleza humana tiene
mucho de burro y poco de tulipán resultó que la peste de 1636 supuso una nueva
vuelta de tuerca para el floreciente negocio: no había mano de obra para
cultivar el “tuli”. Resultó que habiendo escasez del producto, la demanda se
disparó y no había manera de cubrirla (¿os suena la tontería?) ¿Pues que os
creéis que ocurrió? Pues sí, efectivamente, que la gente se atrincheró en las
tabernas y en los lupanares a realizar sus “bisness” (que diría un cheli) sobre
una mercancía que no existía. Se había prohibido esto por el gobierno, pero ay,
la codicia del ser humano no conoce de mesura, a esto se le llamó “negocio del
aire”[4]. Las
gentes de cualquier clase y condición se dedicaron a la compra de los bulbos
que para mayor inri no podían ser desenterrados pues sencillamente se morían.
Así que el tulipán se convirtió en herramienta financiera ergo intangible ergo
especulativa, o sea se vendían los derechos que no el dichoso tulipán contante
y sonante[5]. El
asunto se salía de madre, no cabía en los arenales de los pólderes y desde
luego hubo que meterlo en un lugar a su medida: en la bolsa de Ámsterdam. Y la
gente definitivamente loca (y burra claro) siguió hipotecándose hasta las
cejas, bueno esas no, que esas no eran ni tulipanes ni oro ni valían na de na.
Para que nos hagamos una idea con
2500 florines uno podía comprar 27 toneladas de trigo, 50 toneladas de cebada,
4 toneles de cerveza o dos toneladas de mantequilla, 4 bueyes gordos, 8
gorrinos torpones, 12 ovejas[6]…y
no me preguntéis por los burros porque visto lo visto igual con un el redil de
un casoplón cortijero no hacíamos nada…
En Leyden, Harlem o Rotterdam se
nombraron notarios exclusivamente para llevar a cabo operaciones de tulipanes o
“tüllbents” (turbantes en turco) los cuales
seguían su ascenso meteórico en pro de los ansiados “máximos” bolsísticos. Dos
años antes del derrumbe de la cotización se llegaron a pagar 100.000 florines
por 40 raíces de estas y al año siguiente otra persona ofreció 12 acres de
terreno edificable por una variedad llamada Semper
Augustus. No estaba sola la plantita pues eran dos augustas en realidad y
por la otra se pagaron 4600 florines, un coche nuevo dos caballos grises (la
cosa iba subiendo imparablemente, ya nada de burros ni gorrinos) y un juego
completo de arneses. [7]
Aunque si hubieran estado allí los divinos Marxistas, entiéndaseme la bocina de
Harpo y la lengua viperina de Groucho también hubieran añadido: “…Y también dos
huevos duros”.
Una sátira de la manía del tulipán.
Jan Brueghel el Joven. 1640. ¿Aquí
no aparecen burros pero adivináis quienes y que hacen los monos que tan hábil y metafóricamente
retrata el artista?
Pero
hete aquí que llegó febrero del 37, de 1637 me refiero, un febrero negro como lo
fue el octubre negro de casi trescientos años después y nada de color de
tulipán vistoso y coloreado, venía oscuro, oscuro como el hollín. El 5 de ese
mes salió a la venta un cupo de tulipanes: 99 tulipanes 99.000 florines. Alguien
se dio cuenta que la locura no podía seguir por siempre, los ricos fueron los
primeros que se dieron cuenta claro, a ver si no porqué son ricos. Pero antes
todo el mundo se creyó que siempre se podía ganar, con lo cual los precios se
volvieron a disparar un poco más. Fue la calma que precede a la tempestad
porque el asunto es que ya no quedaba ni un triste florín que meter a la compra
del ansiado recurso financiero. De la noche a la mañana el mercado se hundió,
el día 6 medio kilo de tulipanes salieron a la venta por 1250 florines y nadie
pujó por ellos[8].
El mercado había hecho catapum chimpum y se acabó. El gobierno tuvo que
intervenir y fijar precios de cambio, 10 florines, lo cual no satisfizo ni a
unos ni a otros, pues los unos habían comprado muy alto y los otros no los
querían ni a ese precio. Del hombre y el burro nunca más se supo aunque las
malas lenguas llegaron a decir que los vieron llorando el uno por el otro y por
el vacío tan enorme que cada cual había dejado en la vida del otro.
Bibliografía:
MACKAY,
Charles, Delirios multitudinarios. La
manía de los tulipanes y otras famosas burbujas financieras Editorial
Milrazones, Barcelona, 2009
TORRE,
Victoria, LIROLA Julián, FERNÁNDEZ, Covadonga y FORTALEZA, Miguel, 15 más 1 Crisis de la bolsa, Pearson,
Madrid 2012.
TRÍAS
DE BES, Fernando, El hombre que cambió su
casa por un tulipán, Temas de Hoy, Madrid 2010
Otros recursos:
Vídeo:
Programa de radio:
[1] www.neopeseta.es http://www.neopeseta.es/2012/10/documental-tulipmania.html
Consultado 8-10-2014
[2] www.quienlodiria.com http://www.quienlodiria.com/la-crisis-de-los-tulipanes-187.html
Consultado 8-10-2014
[3] www.wsimag.com http://wsimag.com/images/article_image.image/e6/92e6/2060_daa01d_mp.jpg
Consultado 8-10-2014
Entrada muy bien fundamentada. Magnífico.
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