Como todos sabréis a lo largo de 2013 y 2014 España y Japón se
encuentran en plena celebración del aniversario de los 400 años de relaciones
bilaterales entre ambos países. La actualidad está presente y podemos
considerar que actualmente ambos países conllevan unas relaciones diplomáticas,
que si bien son limitadas, pueden ser consideradas aceptables. No obstante,
como historiadores, es nuestra obligación realizarnos la pregunta clave
respecto a este asunto. ¿Cuál fue el comienzo de estas relaciones diplomáticas?
Y con respecto al tema que nos atañe, ¿cuál fue el comienzo de las relaciones
comerciales entre ambos países y que relación tuvo ello con la religión cristiana?
El contacto entre españoles y japoneses comenzó a finales del
siglo XVI cuando algunos navíos japoneses llegaron a Filipinas, dado el interés
japonés por comerciar con Manila y el de las órdenes mendicantes por
evangelizar Japón. Sin embargo, esta relación estuvo marcada por la
intervención portuguesa, que había establecido misiones jesuitas en Japón desde
1549, así como comercio regular desde Macao, y la del papado, que había
otorgado el monopolio religioso en Japón a los jesuitas desde 1585. No obstante,
los mendicantes consiguieron entrar en 1592 en Japón y obtener permiso para
ello oficialmente en 1611. Sin embargo, las relaciones hispano-japonesas no
perduraron, truncadas por la prohibición del cristianismo en 1614 y la
prohibición de entrada a los navíos españoles en 1624. De esta etapa, perduran
numerosas fuentes misionales, aunque las de comerciantes son más escasas,
excluyendo la Relación del Reino de
Nippón al que llaman erróneamente Japón del mercader español Bernardino
Ávila Girón, que refleja que cualquier relación entre España y Japón siempre
estuvo caracterizada por la estrecha relación entre religión y comercio.
La primera relación entre misioneros y comerciantes españoles en
Japón fue la ocurrida entre Juan Cobo y Juan Solís. Los comienzos de este
episodio histórico comenzarían con el naufragio de un navío español en 1584 en
la costa japonesa mientras se dirigía de Acapulco a Manila. Entre sus
tripulantes destacaron dos franciscanos que en sus relaciones con la ciudad de
Hirado, recibieron de esta ciudad el interés en recibir misioneros y naves
mercantes de Filipinas. No obstante, la oposición del líder japonés Hideyoshi
Toyotomi al cristianismo y su consternación por este hecho provocó la
declaración del estado de guerra en Manila. En esta situación, los jesuitas, en
nombre del señor local de Satsuma, pidieron refuerzos a los mendicantes y
comerciantes de Filipinas para que enviasen navíos a la región. En respuesta a
este intento regional por establecer relaciones, Hideyoshi envió una embajada a
Manila donde se exigía a su gobernador que enviara una embajada a Japón para
rendir tributo en señal de amistad, o en caso contrario se le consideraría como
enemigo. Así, se procedió a enviar al dominico Juan Cobo acompañado por el
comerciante Juan Solís, quien había estado anteriormente en Japón con la
intención de crear una red mercantil que uniese Satsuma y Macao tras haber
perdido su anterior barco y dinero a manos de los portugueses en Macao, y que señalaba
la muerte de su compañero comercial Eduardo Antonio a manos de los portugueses,
quienes posteriormente repartirían la herencia de éste entre los jesuitas. De
esta manera, y pese a la oposición portuguesa, que pretendía proseguir con su
monopolio económico y comercial sobre Japón debido a que Felipe II había
mantenido las cuestiones portuguesas bajo dominio del Consejo de Portugal,
ambos lograron llegar ante Hideyoshi en su castillo de Osaka. En esta reunión
Solís actuó como traductor y acusó a los portugueses de no permitir entrar a
navíos extranjeros a Japón, lo que fue apoyado por los magistrados de Nagasaki
que acompañaban a la embajada, con la manifestación de la existencia de
jesuitas en Nagasaki pese al edicto de expulsión de los misioneros. Así,
Hideyoshi determinó que se expulsase definitivamente a los jesuitas, se juzgase
a los portugueses si habían actuado contra los españoles y se permitiese el
comercio entre Manila y Japón. En esta situación, Solís y Cobo regresarían a
Manila, muriendo el segundo al naufragar en Manila, y siendo sustituido por el
franciscano Pedro Bautista como embajador en Japón con el objetivo de que
regulase el comercio entre ambas zonas. No obstante, Hideyoshi prohibió a los
frailes evangelizar en Japón, y siempre los urgió a regresar a Filipinas una
vez terminadas sus actividades comerciales. Sin embargo, los frailes
consiguieron instalarse en Kioto y comenzaron a predicar, siendo el hecho
descubierto por Hideyoshi, y condenándose a éstos condenados a muerte, pasando
a ser conocidos posteriormente como los 26 mártires del Japón.
No obstante, de este relato sobre los primeros contactos
comerciales entre ambas naciones hay que destacar algo indudable, como es la
colaboración entre el mercader Juan Solís y el dominico Juan Cobo, mostrando
una estrecha relación de intereses entre las intenciones de establecer un
comercio regular de Solís y las intenciones evangelizadoras de Cobo. Así, este
relato se convirtió en una de las características de un contexto de Japón que
se encontraba en proceso de unificación, y que terminaría con sus relaciones
con España mediante el edicto anticristiano de 1587 y su prohibición definitiva en 1614, lo que
hizo más difícil la colaboración entre mercaderes y misioneros. Esta relación
de conflicto entre ambas naciones surge del vínculo inseparable entre política,
comercio y religión existente en la Corona española, mientras que naciones como
Inglaterra y Holanda ofrecieron unas relaciones comerciales con Japón sin
exigencias religiosas a cambio, lo que llevó a que mientras con estos países fueron
más duraderas las relaciones diplomáticas con España se pusieron fin en 1624 y
con Portugal en 1649.
BIBLIOGRAFÍA:
·
CABEZAS GARCÍA, A.: El siglo ibérico de Japón. La presencia
Hispano-Portuguesa en Japón (1543-1643), Valladolid, Secretariado de
publicaciones e intercambio editorial de la Universidad de Valladolid, 2012.
·
ZAMORA CALVO, M.J.
(Directora): Japón y España:
acercamientos y desencuentros (siglos XVI y XVII), Gijón, Satori Ediciones,
2012.
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