Es importante porque se plantean
cuestiones económicas que llegan hasta nuestros días, e incluso algunas se
mantienen en debate.
En un primer momento en la baja
edad media surgen diversos fenómenos económicos que son importantes y los
teólogos comienzan a teorizar desde una visión doctrinal y moral, con
pensadores como son Santo Tomás de Aquino respecto de la licitud de la usura o
Nicolás de Oresmes sobre el monetarismo. Los principios de lo que va a ser el
pensamiento económico van a ser estas teorías de los teólogos.
Muy importante es la escuela de
Salamanca, cuyos autores propusieron doctrinas sobre el precio justo, las
formas de mercado y el comercio exterior entre otros. Un ejemplo es Martín de
Azpilicueta, que expuso la relación entre la cantidad de moneda circulante y
las fluctuaciones de su valor en función
de la oferta y la demanda, que fue reformulado después por Bodino. Adam Smith
retomará posteriormente los debates entre economía y política que preocupaban a
teóricos como Santo Tomás.
En la Alta Edad Moderna lo que se
sientan son las bases teóricas del mercantilismo que legitimarán su práctica.
Es importante porque se da un
nueva forma de ver y pensar la economía a raíz del cambio de mentalidad que se
da en el contexto europeo en este periodo. Contraponiéndose a la visión
medieval, el nuevo pensamiento económico va reforzar la solidez de los estados
europeos gracias a esta doctrina económica que intenta separarse de la moral.
El mercantilismo se centró por
encima de todo en llevar a cabo una política económica intervencionista por
parte del Estado que favoreciera la producción nacional y que impusiera normas
de actuación. Además por encima de la producción se situaba el fomento de las
manufacturas y de las empresas mercantiles, ya que lo más importante era el
comercio, sobre todo en las potencias con posesiones coloniales. El objetivo
del mercantilismo era enriquecer y fortalecer el poder del Estado, con un mayor
crecimiento demográfico y consiguiendo una balanza comercial positiva,
acumulando también grandes cantidades de metales preciosos como el oro y la
plata que se consideraban símbolo de riqueza.
Todo esto llevaría a una nueva
concepción económica que rompiera la concepción feudalista y fragmentaria de la
economía, surgiendo una economía unitaria nacional en la que el monarca pudiera
tener influencia y responsabilidades. Este pensamiento llegó a través de los
escritos de los teóricos mercantilistas a la mano práctica de los reyes de las principales
monarquías europeas estableciendo las bases de una nueva economía moderna.
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