La fama como banqueros de la familia Médici a lo largo de la
historia es conocida ampliamente por cualquier persona con un mínimo de
conocimiento histórico. Pese a ello, los orígenes de esta familia han sido
durante mucho tiempo considerados inciertos. Unos postulan por unas raíces
plebeyas, mientras que otros los alzan como nobles terratenientes. Sin embargo,
lo que es imposible dudar es la cercanía de la familia con el propio pueblo,
conformándose como amigos y protectores del pueblo llano, lo que les repercutió
en una influencia política que logró alzarles con una gran fortuna.
Cronológicamente, se encuentran los primeros indicios de la familia en el
tercer cuarto del siglo XIV. Destacaron en esta época dos nombres. El primero,
Bartolomeo de Médici, quien, pese a su fracaso, intentó eliminar la oligarquía
mercantil con la ayuda de las artes medias. El segundo, Silvestre de Médici,
quien en 1378 accedió al puesto de gonfaloniero en el Consejo florentino, y
haciendo frente a la Signoria, que le apartaría de su puesto, se acercaría a
los obreros, agrupándolos y sublevándolos. De ello, nacería un gobierno florentino
de tres años, que dirigió junto a Miguel de Lando, antes de ser expulsados en
1382.
Sin embargo, los dos casos anteriores son menores, y el título de
primer gran Médici de la historia se le adjudica a Juan de Médici (1360-1429).
Fue un hombre hábil, sacrificado y de gran inteligencia, del que destacaron
actos como el pago de la liberación de Juan XXII, que se encontraba preso en
Alemania, y que si bien no revertió en beneficios inmediatamente, como banquero
de la curia romana, obtuvo beneficios con Martín V, su sucesor en el papado. El
resto de actos de su vida fueron ideados con la misma inteligencia y, a su
desaparición en 1428, se había convertido en el segundo ciudadano más rico de
Florencia, tras Palla Strozzi.
De sus hijos, Laurencio y Cosme, dedicados a las artes mayores,
destacó sobre todo el segundo, más conocido como Cosme El Viejo (1389-1464). Su
relación con el pueblo era ejemplar lo que le otorgaba gran influencia política
y lo convertía en un poderoso enemigo para la Signoria, que lo condenaría a
diez años de exilio en 1433. Sin embargo, tras un único año en Padua, sus compatriotas
reclamaron su vuelta, que fue enormemente acogida otorgándosele la más alta
magistratura de la ciudad. No obstante, no la desempeñó más de tres meses, y
queriendo alargar su estancia en el poder se convirtió en una especie de
dictador, ante el que sus enemigos banqueros tuvieron que claudicar. De esta
manera, mediante un sistema por el cual sus negocios financiaban su política y
viceversa, se convirtió en un poderoso gobernante cercano al pueblo y dueño de
dieciséis sucursales de banca por toda Europa, así como de medio millón de florines. De esta manera,
consiguió fama por toda Europa, trazando tratos con Eduardo IV de Inglaterra,
Luis XI de Francia, el sultán Mohamed II, el emperador de Constantinopla y el
duque de Borgoña, así como acuerdos con el papa Eugenio IV le dejaron en
garantía el castillo de Assise y Francisco Sforza le debió Milán.
A Cosme El Viejo, le sucedería su hijo Pedro de Médici
(1416-1469), quien debido a su actividad irregular causada por su delicada
salud, no contó con operaciones demasiado significativas. No obstante, logró
desbaratar los planes de los amigos de su padre (Lucas Pitti, Dieti Salvi
Nerono y Agnolo Acciajnoli) que intentaron arrebatarle el poder, y si bien no
logró especialmente impulsar los negocios de su Casa, se dedicó a restablecer
el orden. Su más importante preocupación fue la educación de su hijo Lorenzo,
en quien Cosme El Viejo había confiado las esperanzas de la familia.
Lorenzo de Médici (1449-1492) fue educado completamente en
multitud de virtudes, convirtiéndose en un hombre altamente capaz, que ya se
ocupaba de las embajadas de su padre cuando los padecimientos de éste le
imposibilitaban trabajar. Junto a su hermano Julián, se repartió los deberes de
su Casa, y mientras a su hermano le dejó los aspectos más sociales de la
familia, él se encargó del comercio, la banca, el gobierno interior y la
política exterior. En una Europa dividida, tuvo siempre cuidado en contar con
el favor de la Santa Sede, y pese a sus temores, con la proclamación de Sixto
VI como Papa, éste extendió sus lazos de amistad, nombrándole Maestro del
Tesoro Apostólico y le confió la gestión de la caja municipal consiguiendo
grandes beneficios. No obstante, su relación con el exterior no fue igual de
halagüeña, y los anticipos concedidos a Eduardo IV de Inglaterra desaparecieron
en la nada cuando éste fue derrotado en 1470 por Warwick en Tewksbury.
Asimismo, al otro lado del Canal de La Mancha, su relación con Carlos El Temerario,
le costó la irritación de Sixto IV y Luis XI. Así, el Papa despojaría de su
título a Lorenzo en 1476, mientras que Luis XI apresaría los barcos florentinos
que apertrechaban al borgoñés. Como consecuencia, se produjo la quiebra de la
sucursal de los Médici en Lyon, situación que solo fue suavizada con la muerte
de Carlos el Temerario en 1477 y con la que se pagaron parte de las deudas que
éste había contraído con los Médici. No fueron estos los únicos problemas, y en
la misma Florencia, la familia Pazzi comenzó a ascender en la banca siendo los
sucesores de los Médici, y promoviendo, con la aprobación del Papa, un complot
para asesinar a Lorenzo y Julián de Médici. De esta manera, aprovechando la
visita del cardenal Riario a Florencia en 1478, se procedió a ambos asesinatos,
del que solo resultó el segundo, logrando escapar Lorenzo. La represión
florentina fue terrible contra los adversarios de su príncipe, que fue
contestada por el Papa con la excomulgación de Lorenzo y sus partidarios, el
secuestro de la sucursal de los Médici en Roma, el amotinamiento de Sienna y
Nápoles, así como con una guerra de dos años contra Florencia. No obstante, el
acercamiento entre Lorenzo y Fernando de Aragón, provocó que el Papa tuviese
que acceder a un tratado general, que otorgó a Lorenzo una etapa de doce años
llena de gloria. En esta etapa, Eduardo IV regresaría a sus estados e Inocencio
VIII llegaría al papado intentando reparar los daños de su antecesor. Por su
parte, Lorenzo se conformó como príncipe y banquero de Florencia, permitiéndose
un estrecho funcionamiento entre sus finanzas propias y las de la ciudad hasta
1492 con su muerte.
Posteriormente a Lorenzo, la familia de los Médici daría más
personajes de importancia como Papas y reinas. Sin embargo, la figura del
príncipe banquero sería la que pasaría a la posterioridad. Así, sería tomada
por los hombres del Renacimiento como un modelo a seguir que los mantendría en
contacto diario con las artes y el pueblo, dando por comienzo a los orígenes de
la larga historia de la banca moderna.
BIBLIOGRAFÍA:
·
COLLING, A.: Historia de la Banca. De Babilonia a Wall
Street, Barcelona, Ediciones Zeus, 1965.
·
HIBBERT, C.: Florencia, esplendor y declive de la Casa de
Medici, Granada, Editorial Almed, 2008.
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