En la
Baja Edad Media la Serenísima entendía el Mediterráneo como mare
nostrum, controlaba sus rutas como en la antigüedad lo habían
hecho los fenicios, griegos y romanos. Con esta hegemonía comercial,
Venecia se había convertido en uno de los principales focos de la
economía europea. Su éxito estribaba en las buenas relaciones con
el Próximo Oriente, que la granjeaban los beneficios del comercio de
especias (sobre todo, pimienta de Malabar). Sin embargo, el
descubrimiento de la ruta hacia Asia por el cabo de Buena Esperanza
(circunnavegación de África) produjo un declive en la economía
veneciana. Corolario de esta nueva vía, los portugueses se hicieron
con el control del mercado de la pimienta, que vendía en Amberes,
donde la Casa da India había abierto una sucursal, la
Feitoria de Flandres. Pronto,
los principales mercaderes de la Europa continental volvieron sus
ojos a la pimienta que traían los portugueses a los mercados de los
Países Bajos y Venecia veía como su producto, de mayor calidad, era
rechazado. Pero, la república italiana no se rindió. Tras el éxito
inicial, los portugueses se tuvieron que enfrentar a los problemas
que tenía la nueva ruta: los grandes riesgos del viaje y la pérdida
de calidad de la pimienta en la travesía marítima. De esta forma,
en la década de los 30, Venecia volvía a ser el principal mercado
de pimienta en Europa.
La república de los dogos no vivía sólo de la pimienta; también
eran muy apreciados los paños realizados en Venecia. Estos telas
eran de gran calidad y se realizan con lana española en una suerte
de fábricas, que en aquel momento, al contrario que en la
actualidad, eran sinónimo de calidad (WALLERSTEIN, 1979). La
exportación de estos paños se hundiría en el siglo XVII debido a
la competencia neerlandesa, que fabricaba más barato y más “a la
moda”, pero con menos calidad.
Un punto importante en la economía de Venecia fue el comercio del
cobre que se extraía en las minas de Hungría y el Tirol mediante
acuerdos con la familia Fugger, quienes controlaron la economía
europea en el siglo XVI hasta el punto de influir en la elección
imperial de Carlos V. Los Fugger, que a finales del siglo XV habían
acordado con otras tres casas de Augsburgo las tasas de exportación
del cobre, fijaron para Venecia un precio menor para este metal,
rompiendo así sus acuerdos anteriores y, con el tiempo, ganando el
mercado del cobre en Europa (CIPOLLA, 1979). Desde Venecia el cobre
navegaba por el Mediterráneo en dos rutas: una hacia el Próximo
Oriente y otra hacia el Mediterráneo occidental.
Todo
este poderío comercial se compensaba con una deficiente producción
agraria. Pese a los esfuerzos que se realizaron en los monasterios
por extender la agricultura en la Terraferma
y la redacción de obras para impulsar el sector primario (en 1556
Torello escribe Ricordo d´agricoltora,
donde defiende un sistema de rotación de cultivos sin barbecho
basado en las plantas forrajeras), la producción no aumentó
significativamente debido a las intensas lluvias de finales de siglo
que incrementaron la superficie pantanosa de la república y, con
ello, las infecciones de malaria.
Las
mayores innovaciones se vieron en el sector bancario mediante la
creación de los Monti di pietá, una
especie de bancos de créditos que concedían (en teoría) pequeños
préstamos a muy bajo interés a las personas más pobres. Estos
montes de piedad no fueron un hecho típico de Venecia, sino que se
extendieron por toda Italia desde la Baja Edad Media (primer monte se
fundó en Perugia en 1462). En la república veneciana destacaron el
de Padua (prestaba un máximo de tres ducados) y el Verona. Sin
embargo, algunas veces la teoría tenía poco que ver con la práctica
y los monti prestaban
dinero para grandes empresas (por ejemplo, el préstamo de 200 mil
ducados que concedió el monti
de Verona al duque de Mantua). Sin embargo, la gran fundación
bancaria en la república veneciana fue el Banco della
Piazza di Rialto, un banco
público creado en 1587 por orden del Senado y que funcionaba de
forma similar a la taula (banco
municipal en la corona de Aragón de la Baja Edad Media). Su labor
era garantizar la seguridad tanto de los depósitos sin interés,
como de las transacciones y las letras de cambio.
La
segunda mitad del siglo XVI, tras la vuelta de Venecia a la hegemonía
del comercio de especias, fue la última época de esplendor de la
Serenísima. El siglo XVII trajo la competencia holandesa y la Guerra
de los Treinta Años, y ambas la decadencia de una república que en
el siglo XVIII sería inmortalizada como el refugio de aventureros,
bribones y amantes del bon vivant.
Allí nacería el indescriptible Casanova y moriría el malabarista
de las finanzas John Law.
J. Pablo Barrantes
-CIPOLLA,
C. M., Historia económica de Europa Siglo XVI y XVII,
Ariel: Barcelona, 1979.
-WALLERSTEIN,
I., El moderno sistema mundial: la agricultura capitalista
y los orígenes de la economía-mundo europea en el siglo XVI,
Siglo XXI: Madrid, 1979.
La "decadencia" de Venecia sólo sería tal a partir de la última parte del siglo XVII. Por tanto, no puede pensarse en la apertura de nuevas rutas como causa de esta decadencia. Temporalmente los venecianos sufrieron la competencia lusa en el control de la pimienta procedente del continente asiático, pero luego se recuperaron.
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