La
agricultura en la Edad Moderna era una de carácter preindustrial y
precapitalista, es decir, destinada a la subsistencia debido a su escasa
productividad, con un predominio del cereal y trabajada con técnicas arcaicas, escasa
tecnología y de rotación bienal o trienal con la utilización del barbecho. En
la mayoría de países, se fueron sucediendo unos ciclos en la producción, siendo
el siglo XVI un periodo de auge de la productividad, seguido por un descenso en
el siglo XVII y más tarde con un nuevo crecimiento en el siglo XVIII. Si digo “en
la mayoría” es porque existen dos importantes excepciones que no siguen esta
tendencia cíclica: los Países Bajos (si bien podría decirse que la productividad
agrícola de éstos se mantuvo casi siempre en un alto nivel) e Inglaterra. Así,
mientras la mayoría de potencias europeas veían su productividad caer a
comienzos del siglo XVII, la producción inglesa por trabajador se disparó en el
1600 y continuó aumentando hasta 1750.
A
pesar de que algunos autores niegan la existencia de ninguna revolución porque
no se experimentó un crecimiento notable de año en año, las cifras observadas
de manera más lejana, a través de los siglos, hacen de esta revolución agrícola
algo innegable. En torno a 1700, Inglaterra había alcanzado ya los niveles de
los países europeos con mayor productividad antes del 1500 (Bélgica y los
Países Bajos), al mismo tiempo que su economía no agrícola crecía de manera
paralela. Sin embargo, los datos muestran que su fuerza de trabajo había caído
un 45%. Entonces, ¿qué hizo aumentar la productividad? Respecto a esta cuestión
existen hoy numerosos debates.
Por
un lado, algunos historiadores ven la causa primera de este crecimiento en la aparición
de una protoindustria que ya se habría podido aplicar a la agricultura. Robert
C. Allen, uno de los estudiosos que ha analizado este aspecto de manera más
exhaustiva, desecha esta teoría y afirma que las técnicas y herramientas
presentes y utilizadas en este periodo en Inglaterra son comunes a otras
naciones. El autor M.
Overton, en cambio, estima que este aumento de la productividad inglesa fue causado por la
ampliación de la extensión de las tierras cultivables, llegando incluso a
duplicarse el área sembrada. Sin embargo, datos recogidos por Arthur Young
muestran que no hay una correlación directamente proporcional entre el tamaño
de las tierras y su productividad.
Un
posible factor a mencionar es la aplicación del denominado como sistema Norfolk
de rotación de tierras, por el cual se daría una rotación cuatrienal,
cultivando el trigo, los nabos, la cebada y por último el trébol, con la
novedad de no utilizar el barbecho. De esta manera, no se agotaba nunca la
tierra con prácticas intensivas de cultivo pero nunca se dejaba en descanso.
Otro
fenómeno que se ha propuesto como posible causa del crecimiento en la
productividad es el de los cercamientos, aplicados en Inglaterra a través de
las enclosure acts desde por lo menos
el siglo XVI y que establecían el cierre de las tierras comunales (open fields), bien para destinarlas a la
ganadería (como es el caso de las actas promulgadas por Enrique VIII), bien
para entregárselas a terratenientes para que éstos dispongan y dirijan su
producción. Estas últimas son promulgadas de manera sucesiva a partir del siglo
XVII y XVIII. Son muchos los que sostienen –con el apoyo de datos- que las
tierras que pasaron a ser cultivadas en manos de terratenientes tuvieron una
mayor productividad que las que permanecieron como campos abiertos.
Ante
esto, Allen establece la necesidad de realizar un análisis comparativo entre la
producción de ambos regímenes de propiedad en el mismo tiempo y utilizando como
muestra áreas con las mismas características y en los mismos entornos
naturales. Una vez realizado dicho análisis se puede observar cómo en las
tierras con cercamientos se da un incremento de la producción, pero se trata de
una magnitud “insignificante” puesto que solo se percibe un 10% más en suelos
ligeros donde se aplicaba el sistema Norfolk. Sólo se observa una gran
diferencia en el rendimiento en el caso de suelos pesados y arcillosos en los
que la clave podía ser la aplicación de un tipo de drenaje profundo. Además,
las tierras de las open fields ya
habían comenzado a incrementar su productividad antes de los cercamientos y
siguieron aumentando de forma paralela incluso después de las mismas.
Por
último, otra teoría es la desarrollada por el propio Allen, que considera que
el incremento en la producción y el cambio en la tendencia de los ciclos
agrícolas europeos se debe al aumento de la productividad laboral y no al de la
productividad de la tierra. De esta manera, los culpables de este éxito habrían
sido primero los yeomen en los open fields hasta el siglo XVII y XVIII y
después los nuevos terratenientes en los cercamientos.
En
conclusión, el fenómeno de crecimiento agrícola acaecido en Inglaterra durante
prácticamente toda la Edad Moderna ha sido un hecho que ha generado multitud de
teorías y controversias entre los historiadores, los cuales aún no han
conseguido alcanzar un acuerdo respecto a las causas de dicho crecimiento. Lo
único que parece estar claro es que todavía hay mucho debate por delante.
- ALLEN, R. C., “Revolución
en los campos: la reinterpretación de la Revolución Agrícola inglesa”, en Historia Agraria, nº 26 (2002), pp. 13 –
32.
- CARZOLIO, M.
I., “Ecos recientes de un debate inconcluso acerca de la Revolución Agrícola en
Inglaterra y de la transformación de su economía agraria entre 1500 y 1850”, en
Mundo Agrario, vol. 7, nº 13 (2006).
Muy buena aportación, Laura. Efectivamente la agricultura se movió entre bajos rendimientos y aumentos muy importantes de los mismos en el caso de Inglaterra y Países Bajos.
ResponderEliminarLa bibliografía está muy bien seleccionada. Allen, por ejemplo, es uno de los grandes conocedores del tema.