En
la Península Ibérica a principios del siglo XVI había varios circuitos de
crédito, que eran independientes pero que estaban conectados entre sí por el
flujo de dinero que fluía de un circuito a otro. Distinguimos cuatro circuitos:
- El del crédito comercial, que estaba ligado a las letras de cambio y en manos de los hombres de negocios;
- El del crédito hipotecario o el de las rentas constituidas;
- El de la deuda pública, cuyos títulos eran denominados juros;
- Y, por último, una red poco conocida, relacionada con la compra de bienes de consumo y la usura.
A
la hora de invertir dinero, tanto los particulares como las instituciones
tenían a su disposición una gama variada de posibilidades de inversión del dinero,
siendo una de ellas el depósito en manos los banqueros privados. Los banqueros
privados eran comerciantes y financieros que actuaban en las ciudades
castellanas, y podían ser nombrados por el rey (si ejercían en la Corte) o por
los ayuntamientos (si ejercía en las localidades). Debían ser personas
solventes, para ganarse así la confianza de los inversores. Los banqueros
privados recibían el dinero en depósito de los particulares y de las ciudades,
provenientes de los impuestos; con ese dinero, abrían cuentas corrientes y
mediante las letras de cambio usaban el sistema de transferencia o giro.
Algunos
banqueros llegaron a reunir grandes sumas de dinero gracias al uso de las
letras de cambio, los depósitos de los particulares y el desarrollo de las
libranzas, y este capital lo dedicaron a las necesidades de la monarquía. La
importancia del dinero bancario durante el siglo XVI (que era recogido por
banqueros y asentistas), y su papel clave en el mantenimiento de los gastos
municipales y de la política imperial, contrasta de forma clara con el hecho de
que no se conozca el origen del dinero prestado a los bancos, es decir, no se
sabía quién hacía los depósitos.
Es
importante el hecho de que uno de los principales instrumentos que usó la
Monarquía hispánica en los siglos XVI y XVII para conseguir sus objetivos
dinásticos fue el recurso del crédito. Los bancos públicos o cambios de Corte
fueron sustituidos en importancia por los individuos privados que ofrecían
préstamos a la Monarquía. Entre los reyes y los banqueros se pactaban unas
operaciones financieras, los asientos, es decir, anticipos de dinero; además,
se establecían unas condiciones de reembolso de ese dinero, llamadas
consignaciones. Debido a los servicios que los banqueros prestaban a la Corona,
prestando dinero para financiar sus intereses, los reyes concedieron licencias
de banquero a muchos hombres de negocios, lo que dio lugar a que a principios
del siglo XVII la banca en Madrid estuviera en manos de hombres de negocios
extranjeros, fundamentalmente genoveses y portugueses.
Por
otro lado, cabe destacar el papel que jugaron las letras de cambio, instrumento
usado por los financieros que llegó a convertirse en la forma de crédito más
usada a corto plazo. El funcionamiento básico de las letras de cambio era la
combinación de una operación de crédito y una de cambio, y para ello se
implicaban a cuatro personas:
- - Un dador, que daba el dinero;
- - Un tomador, que recibía el dinero
inmediatamente;
- - Un librado, que era el obligado en el
lugar de destino del dinero;
- - Y un beneficiario, a quien iba destinado
el dinero finalmente.
A
partir del siglo XV, y sobre todo en el XVI, se produce le apogeo de las Ferias
de Castilla, impulsoras de la unificación del comercio castellano. Dentro de
las ferias castellanas destacan por su importancia las de Medina del Campo, que
serán hasta finales del siglo XVI el centro principal para el gran comercio y
banca europeos, siendo unas mercantiles y eminentemente financieras. Para el
desarrollo de las Ferias de Medina era muy importante la figura de los
cambistas, que eran los intermediarios entre los comerciantes y los
financieros, y su labor facilitaba el intercambio de monedas. Además, se
encargaban de establecer el precio justo, y
eran fiduciarios de grandes sumas de dinero en metálico.
Las
Ferias de Medina del Campo tuvieron gran importancia no solo por el gran
volumen de compras y ventas francas que movían, sino por los cambios y pagos que
en ellas se hacía. El sistema de
cambios y de pagos surgió de la necesidad de facilitar las transacciones. En
estas ferias es donde las letras de cambio adquieren su forma de funcionamiento
definitiva, aunque no podemos decir que se crearan aquí, ya que eran usadas en
reuniones comerciales anteriores.
Bibliografía:
CARANDE, Ramón., “Un banquero de Felipe II en Medina
del Campo”, Moneda y Crédito. Revista de
Economía, N.º 49, Madrid, 1954, pp. 13-23.
CARLOS MORALES, Carlos Javier de., “Felipe II y sus
banqueros”, en Banca, crédito y capital.
La Monarquía Hispánica y los antiguos Países Bajos (1505-1700), Fundación
Carlos de Amberes, Madrid, 2006, pp. 329-341.
GARCÍA GUERRA, Elena María., “Los bancos públicos en
Madrid durante el reinado de Felipe II. Características, actividades y
relaciones con las finanzas municipales”, en Banca, crédito y capital. La Monarquía Hispánica y los antiguos Países
Bajos (1505-1700), Fundación Carlos de Amberes, Madrid, 2006, pp. 299-319.
RUÍZ
MARTÍN, F., “Las ferias de Castilla”, en Historia
de Medina del Campo y su tierra, Vol. 2, Auge de las ferias. Decadencia de
Medina / coord. Por Eufemio Lorenzo Sanz, 1986, págs. 267-300.
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