A
la muerte de Tahmāsp (1524-1576) le siguió un periodo de continuas luchas
internas por el trono, de las que saldría al frente del nuevo gobierno su
nieto, Abbās I (1587-1629).
Considerado
como el gran gobernante del Irán moderno, Abbās el Grande, destacó por sus
conquistas militares así como su buen hacer en cuanto a política interna se
refiere. Consiguió recuperar los territorios que sus predecesores habían
perdido en el Iraq de lengua árabe y al Este consiguió volver a
dominar los territorios que hoy en día son el Afganistán occidental[1].
Pero sin duda su logro capital fue ‘reconquistar’ el propio Irán. Esto lo hizo
a través de un cuerpo adiestrado que incluía artillería, infantería y caballería,
y que lo conformaban esclavos cristianos de Georgia y Armenia que se habían
convertido al Islam. En conclusión, se trataba de un cuerpo a imitación de los
jenízaros otomanos[2].
A
sus importantes logros militares hay que sumarle sin duda todas sus aportaciones
en el campo de la economía y cultura. Anteriormente la Persia que había
heredado Ismāi‘īl (1501-1524) estaba caracterizada por sus múltiples carencias
económicas que padecía. Esto había sido propiciado por su aislamiento de Asia
Central, ocupada por los timuríes, y el Asia Menor, que era de control turco
otomano. Aunque sin duda otro hecho clave de esta situación fue el dejar de
participar del comercio caravanero como resultado de la toma de la ciudad de Ormuz
por los portugueses en 1515[3].
Ya Ismāi‘īl había comprendido que la fuente de riqueza de Persia tenía que ser
el comercio, por lo que realizó importantes obras de infraestructura – caminos,
puentes – así como intentó atraer a mercaderes extranjeros. También intentó
hacerse con lugares importantes para el comercio, pero fracasó.
La
consolidación de la economía llegaría con los notables y exitosos esfuerzos de Abbās.
Lograría hacerse con aquellos lugares importantes en el comercio que Ismāi‘īl
tanto ansió – hacerse con lugares importantes comercialmente en la ruta índica
– como Herāt en 1597 o Qandahār en 1622[4].
La clave del buen funcionamiento económico residió en dotar al gobierno de una
verdadera administración, donde destacaban dos figuras: el athemat-dulet, ministro
de hacienda y primer ministro, y el sadr, ministro de justicia y asuntos
religiosos.
Sin
duda hay que considerar su mandato como próspero económicamente hablando. Abbās
consiguió aumentar la productividad de los recursos disponibles, además del comercio
en Irán, aunque no hay que obviar que en muchos casos fue a causa de las
provincias fronterizas[5]:
destaca el ejemplo de los habitantes que fueron trasladados de la ciudad
armenia de Yulfa con destino a Ispahan[6],
con el fin de trasladar el centro del comercio internacional de la seda que
estaba controlada como se ha dicho por los armenios de la ciudad de Yulfa.
El
comercio fue piedra angular en la economía, caracterizándose una vez más su gestión por una
eficacia mayor a la de sus antecesores. Como hemos dicho percibió que la
economía persa se tenía que tejer a raíz del comercio, de ahí nacería la famosa
«alfombra de piedra» que cruzaba desde el sur del Caspio de este a oeste[7], y
sobre todo los importantes contactos comerciales que consolidó con las
compañías europeas[8].
Aunque en realidad la estimulación del comercio, que tributaba al gobierno
central, tenía el fin de enriquecer al poder gubernamental y esto se ve en que,
por ejemplo, se prohibiría iniciativas privadas en inversiones productivas en
las manufacturas[9].
Precisamente las importantes fábricas reales estaban prácticamente destinadas a
la producción de objetos de lujo para el consumo de la corte, y su producción
decayó con la riqueza de ésta. Abbās no introduciría ninguna reforma fundamental
en cuanto a posesión de tierra se refiere.
La
mayor fuente de ingresos del gobierno eran los impuestos sobre la tierra, estos
variaban según la región. En último término estos impuestos sobre la tierra
recaían sobre los campesinos, aunque no hay gran conocimiento en las fuentes
sobre ellos[10].
También destacaban los impuestos comerciales y sobre la población urbana. Además
el impulso que dio Abbas al comercio y a la industria repercutió en un aumento
de los comerciantes y artesanos urbanos.
La
decadencia del periodo safawī comenzaría a la sucesión de Abbās. Ya que éste
dejaría una complicada herencia que resultaba difícil de mantener debido a las
continuas amenazas del exterior, una hacienda y administración poco
consolidadas, y, además, la enorme influencia de las élites religiosas en los
asuntos de estado. La cuestión de la sucesión era sinónimo de inestabilidad y
algo a lo que no se le dio solución, es más, haría que el shāh decidiera
educar a los príncipes en el harén para que no resultaran una amenaza al trono.
El problema fue que éstos no tendrían experiencia administrativa, sabrían poco
del mundo del exterior y resultaron manipulables a distintos personajes de la
corte. Por último, no era viable mantener durante un largo periodo Irán
centralizado, debido a las características mismas del país – territorio
montañoso y largas distancias entre las distintas regiones cultivadas con
carencia de ríos navegables – y a la propia composición de la población, dónde
casi un tercio de la población era nómada dedicada al pastoreo, por lo que el
control en todos los ámbitos de estas tribus resultaba muy complejo para el
poder central.
Bibliografía
- GRUNEBAUM, G.E., El
Islam II. Desde la caída de Constantinopla hasta nuestros días, Siglo XXI,
Madrid, 1979.
-
MARTÍNEZ SHAW, C., Historia
de Asia en la Edad Moderna, Arco Libros, Madrid, 2008.
[1] GRUNEBAUM, G.E., El Islam II. Desde la
caída de Constantinopla hasta nuestros días, Siglo XXI, Madrid, 1979, p. 143.
[2] Ibíd.,
p.143.
[3] Lugar
capital que sirve de llave de las rutas
marítimas del golfo Pérsico. Abbās el Grande conseguiría reconquistarla a los
propios portugueses en 1622.
[4]
MARTÍNEZ SHAW, C., Historia de Asia en la Edad Moderna, Arco Libros,
Madrid, 2008, p.41.
[5] Pensando en la composición para su ejército y, respondiendo a razones estratégicas y
económicas, deportaría a miles de armenios, georgianos y azerbaiyaníes desde
los lugares que habían sido conquistados hasta el Irán. En esta deportación
habría considerables pérdidas de vidas. También, Abbās, empobrecería el Cáucaso noroccidental, en favor del Irán Central,
ya que pensaba que su productividad agrícola podría atraer a enemigos como el
Imperio Otomano. Véase IMBER, C., El Imperio Otomano: 1300-1650, Ediciones
B, Barcelona, 2005, p. 101, 109.
[6] Ispahan
o Isfahān, fue sede de la corte desde 1598. Se calcula que la nueva capital
debía de albergar más de cien mil habitantes.
[7] Ibíd.,
p. 42.
[8]
Sin duda el más relevante y fructífero fueron los contactos con los ingleses a
partir de que éstos ayudaran a los persas en la toma de Ormuz a los
portugueses.
[9]
GRUNEBAUM, G.E., op. cit., p. 145.
[10] Ibíd.,
p. 146.
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