La
mayoría de estudios de género coinciden en la posición marginal de las mujeres,
pero si a la condición de marginación por ser mujer le añadimos la marginación
por ser esclavo, nos encontramos con que las mujeres esclavas tenían una
posición muy marginal en la sociedad de los inicios de la modernidad. En la
etapa esclavista los seres humanos eran considerados objetos, y a la hora de
estudiarlos, no se ha tenido muy en cuenta la distinción sexual, por lo que no
encontramos apenas estudios sobre la mujer esclava, salvo excepciones como en
Brasil, por la importancia que tuvo allí la esclavitud.
La
posición de la esclava en el mercado muestra que en los principales mercados
esclavistas, como Sevilla, Valencia o Canarias, el número de esclavos varones
siempre superaba el de mujeres, ya que se demandaban hombres jóvenes para
trabajar en todos los sectores económicos y aumentar la productividad. El
número de mujeres esclavas solía ser la mitad o un tercio respecto al de
varones. Sin embargo, muchos señores preferían a las mujeres esclavas por una
serie de condiciones que las caracterizaban: servicio doméstico, trabajos
artesanales, fecundidad de sus vientres, valor suntuario y prestigio social.
Además, si a esto le sumamos la mayor longevidad de las mujeres respecto a los
varones, ya que su trabajo no era tan duro, hacía que una mujer esclava fuera muy
atractiva para los compradores.
En
cuanto al precio de estas esclavas, su valor como vientres fecundos, es decir,
productoras de nuevos esclavos, hizo que cuando la mano de obra empezó a
escasear su valor aumentara. Otros factores que hacían variar el precio era la
edad de la esclava, siendo las jóvenes de entre 15 y 30 años las de mayor
cotización. Además, si la esclava en el momento de la venta estaba embarazada,
su precio aumentaba notablemente porque se estaban vendiendo a dos esclavos.
En
cuanto al trabajo, una vez que la esclava era comprada dependía de su nuevo
dueño. Era un objeto suntuario y un elemento de estima social, pero al igual
que sucedía con los varones, suponía una inversión a la que había q sacar el
máximo rendimiento. Su ámbito de ocupación era el trabajo doméstico continuo,
se encargaban de todas las tareas del hogar, de servir a sus dueños y de cuidar
a los niños. Dada su fecundidad, su papel como procreadoras tiene que ver con
su uso como amas de cría de los hijos de su dueño, además de los suyos propios.
También eran empleadas para hacer labores artesanales y acompañaban a sus
señoras en sus salidas, lo que las convertía en confidentes de sus amas. Por
otro lado, si la esclava vivía en una hacienda rural también podía ayudar en
las labores de campesina; si vivía en una plantación azucarera colaboraba con
su trabajo a mantener en funcionamiento los establecimientos productores de
azúcar.
Cuando
se liberalizó a los esclavos, estas mujeres fueron contratadas para desempeñar
las tareas del hogar de sus antiguos amos, pero en condiciones distintas;
ahora, se les entregaban cierta retribución por su trabajo, y además los
señores debían alimentarlas, cobijarlas y vestirlas.
Bibliografía:
LOBO
CABRERA, Manuel., “La mujer esclava en España en los comienzos de la Edad
Moderna”, Estudios de Arte, Geografía e
Historia, N. º 15, 1993, Universidad
de Málaga, Málaga, pp. 295-315.
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