Akbar, llamado el Grande, sucesor de Bābur (1526-1530) y de
su hijo Humāyūn (1530-1540)[1],
sería el encargado de organizar un verdadero estado y de dar a la India su
periodo de máximo esplendor bajo la dominación musulmana durante su gobierno, que iría del año 1556 hasta 1605. Así bajo su poderoso ejército y sus incesantes
conquistas, se dotó de un gobierno central, de una administración provincial y
de una hacienda que le permitiera mantener la corte y los servidores del
estado. El gobierno central se compondría de cuatro departamentos: primer ministro,
hacienda, guerra y justicia más asuntos religiosos.
Por otro lado diseñó un proyecto nacional en el que la
lengua persa hacía de lengua oficial así como estableció igualdad legal y
contributiva en musulmanes e hindúes. Esta igualdad contributiva, base de su
política interna que concebía un proyecto nacional, se debe a la derogación del
islamismo como religión oficial del estado y por tanto instaurando la libertad
de culto entre los diferentes credos.
La centralización de su gobierno se deduce a la facilidad
con la que se recaudaban los impuestos. Sí la dinastía mogol consiguió mantener
tan vasto territorio, se debió, en gran medida, al sistema fiscal que tejió
Akbar[2]. Completó
y perfeccionó las reformas administrativas iniciadas en tiempos de Šīr Šāh (1540-1545), ya
que se adquirieron las tierras que se hallaban en manos de los oficiales como
asignaciones temporales y percibiendo directamente desde ese momento los
impuestos.
Una de las primeras medidas adoptadas por los funcionarios
de Akbar para reformar el sistema fiscal, fue la de reclamar para la corona la
mayor cantidad posible de aquellas tierras que habían sido dadas en feudo[3]. Por
otro lado, eliminó la jyziah, impuesto especial que debían paga aquellos
que no eran musulmanes.
Para la administración era muy importante conocer de forma
más o menos precisa cual iba a ser la cantidad de dinero que se podría recaudar
como resultado de la captación de impuestos. Para ello la administración de
Akbar diseñó un sistema que reunía datos detallados sobre la tierra cultivada,
sin duda es uno de los aspectos más relevantes de su reinado. Šīr Šāh ya había
elaborado algo similar a lo que haría posteriormente Akbar, pero el sistema que
tejieron era más complejo, e incluso más detallado. En definitiva, sobre la
información obtenida en estos informes se fijaba la cantidad de impuesto que se
iba a exigir[4].
La hacienda se organizó a partir de una contribución que era un tercio de la cosecha, a la que se sumaban los impuestos por los
bosques, los canales de riego, las pesquerías, la sal y el comercio – aduanas,
peajes y portazgos –, todos estos ingresos permitirían la abolición del impuesto de la jyziah sobre los
hindúes, autorizada por el Corán sobre los infieles.
En el mismo sentido, se restringió en lo posible la recaudación de impuestos a través
del jāgīrdār [5].
La hacienda pública tuvo que hacer frente a una mayor cantidad de gastos militares y cortesanos. El ejército contaba con aproximadamente un millón de hombres en movimiento - con sus necesidades de alimento,
vestuario y armamento - la corte incluía también a varios miles de personas - empezando por un harem de cinco mil mujeres, más eunucos, esclavos,
funcionarios, escritores o artistas - que generaban impresionantes desembolsos,
entre los cuales hay que tener en cuenta los derivados de las grandes
construcciones[6].
Este nivel de gasto fue posible gracias al crecimiento
experimentado por la economía a lo largo del siglo. La agricultura de
subsistencia, que tenía que garantizar sustento alimenticio para cien millones de
habitantes, se basó esencialmente en el arroz y otros granos - mijo, trigo -, los
cultivos industriales fueron la base del gran comercio con otros
países asiáticos y con las potencias europeas: las fibras textiles como el
algodón o el yute, los colorantes (añil), especias como la pimienta o el
jengibre y las «drogas» usadas en farmacia y perfumería. Sin embargo, no
salieron del país todas las materias primas, sino que la industria textil
floreció en el norte y este del país, haciendo famosos los tejidos de
Gachemira, Gujarāt o Bengala[7].
Bibliografía
EMBREE, A.T., WILHELM, F., India:
Historia de un subcontinente desde las culturas del Indo hasta el comienzo del
dominio inglés, Siglo XXI, Madrid, 1974.
GALLUD JARDIEL, E., Historia
breve de la India, Sílex, Madrid, 2005.
GRUNEBAUM, G.E., El
Islam II. Desde la caída de Constantinopla hasta nuestros días, Siglo XXI,
Madrid, 1979.
MARTÍNEZ SHAW, C., Historia
de Asia en la Edad Moderna, Arco Libros, Madrid, 2008.
[1] En
sus diez años de mandato perdió gran parte de la herencia dejada por su
predecesor. En 1540 con su derrota cerca de Qanduj y Sher Shāh se haría con el
control de los territorios indios de 1540 a 1545. A su muerte, le sucederían
Islām Šāh (1545-1554) y ‘Adil Šāh (1554-1555) que sucumbiría a Humāyūn que
contaría con ayuda persa volvía a alzarse con el poder. Lo cual le duraría
poco, ya que moriría al poco de haber recuperado parte de su antiguo
imperio.
[2] EMBREE,
A. T., WILHELM, F., India: Historia de un subcontinente desde las culturas
del Indo hasta el comienzo del dominio inglés, Siglo XXI, Madrid, 1974, p.
219.
[3] Ibíd.,
pp. 218-219.
[4] Ibíd.,
pp. 219-220.
[5]
Sistema similar al señorío occidental que cedía a particulares la jurisdicción
y las rentas de un lugar.
[6] MARTÍNEZ
SHAW, C., Historia de Asia en la Edad Moderna, Arco Libros, Madrid,
2008, pp. 30 y 31.
[7] Ibíd.,
p. 31.
No hay comentarios:
Publicar un comentario