Los escasos éxitos conseguidos por las reformas de Colbert no
fueron suficientes para atenuar los enormes gastos de la administración civil y
militar de la Francia de Luis XIV. A la muerte del ministro en 1683 la
situación financiera del país era estable, pues con las medidas introducidas
durante su administración se habían triplicado los ingresos y se había reducido
la deuda. Sin embargo, estos éxitos se habían erigido en parte sobre la
continua subida de impuestos indirectos como los consumos, muy impopulares y
que ahogaron el crecimiento de los mercados nacionales[1]. Con el
reinicio de las guerras en Europa a partir de 1688 los gastos comenzaron a
subir y la Hacienda francesa recurrió a más subidas de impuestos, ineficaces
para hacer frente a estas urgencias, y a la deuda de Estado. Desde 1700 fue
común la venta de cargos o venalidad y al arrendamiento del cobro de impuestos,
medidas que suponían un ingreso inmediato de grandes cantidades de dinero pero que
fueron hipotecando el Estado. La deuda del Estado se multiplicaba al ritmo de
las guerras y los empeños impulsados por la administración de Luis XIV. En
1715, muerto el rey, Francia se encontraba en una situación financiera muy
difícil.
Ya en estos últimos años de vida de Luis XIV los consejeros
económicos del rey se habían dado cuenta del retraso de la administración
francesa respecto con el país competidor, Inglaterra. El Parlamento inglés
contaba desde 1694 con una institución privada pero proclive a sus deseos, el
Banco de Inglaterra, el cual controlaba las emisiones de papel-moneda y
concedía a las arcas del reino una línea limitada, pero regular, de crédito. Es
por ello que los ingleses, a pesar de hacer frente a similares gastos de
guerra, lograron amortizar su deuda. Por su parte, el Tesoro Real francés
disminuía conforme la deuda aumentaba. Para 1713 esta suponía más de cinco
veces la inglesa[2].
Así, los financieros franceses comenzaron a plantear la necesidad de un banco
central que controlase las emisiones de papel-moneda y desahogase la deuda con
los acreedores extranjeros. El primer intento provino de Samuel Bernard, el
cual proponía que el banco real asumiese la deuda y emitiese de forma
controlada papel-moneda y asignaciones del Tesoro. Esta idea fue tirada por los
oficiales de Hacienda, proclives a mantener los mismos medios que ya se estaban
utilizando[3].
El resultado fue que en 1715 el Tesoro Real francés era
totalmente dependiente de los acreedores extranjeros y sus movimientos
financieros en grandes ciudades de Europa como Ámsterdam o Ginebra, donde se
decidía la suerte de las finanzas francesas. Por otro lado, la deuda aumentaba
ya 3.500 millones de libras, lo que duplicaba los ingresos anuales. Como
solución se produjo una bancarrota parcial en 1717, basada en reducir las
rentas y devaluar la libra. Si bien, la reducción de la deuda fue insuficiente.
Ante la imposible situación se recurrió a los servicios del economista escocés
John Law[4].
John Law, hijo de un banquero, estaba convencido de que sus
teorías económicas eran aplicables. Primero ofreció sus servicios a Escocia,
pero el Parlamento no se convenció. Ante esta situación recurrió a una
desesperada Francia, donde los administradores de la regencia esperaban a ver
los resultados de sus primeras medidas. Viendo los resultados negativos y ante
la falta de moneda, en 1716 concedieron permiso a Law para realizar su proyecto[5]. El
escocés tenía tres objetivos: crear un banco que controlase los depósitos y la
emisión de dinero, esperando centralizar los ingresos y amortizar la gran deuda
del Estado francés; también deseaba una reforma fiscal radical que aboliese las
exenciones de las clases privilegiadas, devolviese la recaudación de impuestos al
Estado y con un gravamen universal sobre la posesión de tierra; y por último la
cohesión de un mercado nacional sin barreras fiscales en el interior, y la
expansión marítima en el exterior[6]. Con la
total confianza del regente, Felipe de Orleans, John Law fue nombrado
Controlador General de las finanzas y comenzó a poner en marcha su proyecto.
En 1716 se abre el Banque
Générale, el cual empezó a emitir billetes para solventar la falta de
dinero en circulación, contando además con la devaluación de las monedas en su
favor. Sólo una pequeña parte del valor de los billetes (écus) estaba garantizada por las reservas de metales del banco,
pero para evitar un desastre similar al acontecido en Suecia en 1664, Law
limitó por ley a 500 libras la cantidad que podía exigir aquellos que quisiesen
canjear los billetes[7].
Durante los primeros años esto fue un éxito, permitiendo la recuperación de las
arcas francesas y la promoción de la Compañía de Occidente en 1717, la cual se
fundó como una sociedad de acreedores del reino. El Estado utilizó la Compañía
para reducir sus deudas a través de préstamos conmutados a cambio de los
arrendamientos de cobro de impuestos y acuñación de monedas. Al igual, la
Compañía se comprometía a mantener una tasa de un 3% para sus obligaciones,
reduciendo así los tipos de interés (precio del dinero)[8]. El
resultado, a pesar de la oposición del Parlamento de París[9], es que
el banco se transformó en el Banque
Royale en 1718 y la Compañía se hizo con el monopolio del comercio
ultramarino al absorber las sociedades previas[10].
Sello del Banque Royale (fuente: wikimedia.commons)
La situación favorable creada por Law permitió al Estado
recuperar el control de parte de sus impuestos y recoger los frutos en forma de
ingresos. Si bien, todo se empezó a torcer a partir de 1719. En contra de lo
que podía parecer lógico, Law decidió emitir acciones ordinarias de la Compañía
a un 4% de interés y abrió la suscripción a todo el público. Fruto de ello
creció la especulación en torno a las acciones, hecho aprovechado por los
parlamentarios, rentistas y otros enemigos, que no eran pocos, para incitar a
la venta de acciones y el canje de billetes. El Banco Real empezó a asumir la
compra de las acciones, lo que llevó a una mayor emisión de billetes y la
consecuente inflación. Ante el riesgo de depreciación de la moneda, el Banco y
todo el sistema de Law sucumbieron junto al valor de las acciones y los
billetes[11].La
quiebra del Banco y la Compañía provocó la deposición de Law como Controlador
General y su huida de París en 1721.
El desastroso precedente sentado por Law provocó que el
Estado francés no volviese a aventurarse a promocionar otro banco central hasta
1776. El resultado fue un atraso en lo que respecta al funcionamiento
financiero del país francés y la desconfianza en las instituciones de crédito.
No obstante, el balance del sistema de Law no fue tan negativo teniendo en
cuenta que la deuda estatal se había reducido considerablemente. Por otro lado,
los únicos perjudicados habían sido los rentistas, ya que comerciantes,
industrias y parte de los propietarios de tierras se vieron beneficiados por el
aumento de la cantidad de dinero y crédito. Igualmente, se alentó el comercio
colonial y el desarrollo de la industria naval. También mejoraron los salarios
y subió el consumo[12]. Law
provocó que el Estado se viese sumido en una nueva crisis, alentando incluso un
retorno al orden financiero tradicional, pero dio vida a una economía olvidada
por los administradores franceses desde la muerte de Colbert.
[1] VRIES,
Jan de. La economía de Europa en un periodo
de crisis. 1600-1750. Madrid, Ediciones Cátedra, 1979, pp. 229-23
[2] DEYON,
Pierre y JAQUART, Jean. “Europa: ganadores y perdedores” en Pierre Deyon y Jean
Jaquart (dirs.) Historia económica y
social del mundo 2: El crecimiento indeciso (1580-1730), Madrid, Ediciones
Encuentro, pp. 509-10.
[3] Ibíd., p. 510.
[4] Ibíd., pp. 510-511.
[5] SCHULTZ,
Helga. Historia económica de Europa,
1500-1800. Artesanos mercaderes y banqueros. Madrid, Siglo XXI de España
Editores, 2001, pp. 181-182.
[6] DEYON, P. y JAQUART, J. op. cit., p. 511.
[7] SCHULTZ, H. op. cit., p. 182.
[8] DEYON, P. y JAQUART, J. op. cit., p. 512.
[9] Tribunal
de justicia del reino. Adquirió mucho poder durante la regencia de Felipe de
Orleans, haciendo oposición a las novedades financieras de Law por la cualidad
de rentistas privilegiados de sus miembros.
[10]
SAAVEDRA VÁZQUEZ, María del Carmen. “Francia y Gran Bretaña en el siglo XVIII”
en Alfredo Floristán, Historia Moderna
Universal, Barcelona, Ariel, 2013, p. 565.
[11] DEYON,
P. y JAQUART, J. op. cit., p. 512; y
SCHULTZ, H. op. cit., p. 182.
[12] DEYON,
P. y JAQUART, J. op. cit., p. 513; y
SCHULTZ, H. op. cit., p. 182-183.
¡Qué buena entrada, Diego! Realmente son interesantes la vida y obras de John Law y, en mi opinión, sobre todo la que gira en torno a esa llamada "burbuja del Mississippi", una historia de la que sé poco y desde hace bien poco y que conocí gracias a un grabado llamado "Monument consacré à la postérité en mémoire de la folie incroyable de la XXe année du XVIIIe siècle". Creo que de esta historia y de esta entrada se pueden sacar reflexiones necesarias en torno a la "locura" (como dijeron en 1720) que es la economía en ocasiones en manos de determinadas personas.
ResponderEliminarPD: Aquí un enlace al grabado y a otro comentario a la historia del "système Law". http://www.histoire-image.org/site/oeuvre/analyse.php?i=1311&d=1&musee=Mus%C3%A9e%20national%20de%20la%20Coop%C3%A9ration%20Franco-am%C3%A9ricaine
Gracias por tu aportación Emilio.
EliminarEl grabado es magnífico. Esa condición de locura a la que hace referencia refleja muy bien el caos especulativo desatado por Law.
Yo creo que Law se debe interpretar como un protagonista más dentro de una fase experimental de las finanzas. Sin muchos referentes a los que mirar, Law actuaba un poco a ciegas y eso se notó cuando provocó la burbuja de las acciones de la Compañía de Occidente. Obviamente, el temor incitado por sus enemigos debió invadir a los accionistas, desatando así el caos, una locura colectiva como la que refleja el grabado.