En este cuadro de Lucas Cranach el Viejo
parece que vemos otro ejemplo más de los innumerables cuadros que nos muestran
a Jescristo echando del Templo de Jerusalén a vendedores y cambistas siguiendo la
narración bíblica (cfr. Juan 2, 13-17), sin embargo, un análisis de este
cuadro, sumado a unas breves notas de la vida y época de su autor, nos pueden
presentar una nueva perspectiva desde la que ver la concepción que se tenía de
la economía en la fase embrionaria y los inicios de la Reforma luterana.
En este cuadro, pintado entre 1510 y 1511,
esto es, varios años antes de que Lutero siquiera pudiese plantearse una
ruptura con Roma para él y para millones de europeos, vemos ya ese espíritu de la Reforma. Un Jesús encolerizado expulsa del lugar sagrado a los avariciosos mercaderes y a los
cambistas usurarios; estos personajes –como vemos, por ejemplo, en sus ropas–
no son judíos del siglo I, son claramente alemanes del siglo XVI. Podemos
llegar a ver en Cristo a un “Apóstol de los burgueses” enfrentándose al espectro de Jakob Fugger e,
incluso, siguiendo a la historiografía marxista de la extinta República Democrática
Alemana, a un “socialista” preocupado tanto por el bienestar material de sus
discípulos como por el espiritual.[1] En
palabras de Steven Ozment, el Cristo de este cuadro aparece como un “emancipador de
los pobres” que, en 1525, habría estado del lado de la revuelta campesina
contra los señores.[2]
Se ha señalado que este Jesús pintado por
Cranach en 1511 parece del lado de las que apenas catorce años más tarde serían
calificadas por Martín Lutero de “hordas ladronas y asesinas de los
campesinos”.[3] Pero el Nuevo Testamento
no era para Lutero un “manifiesto comunista” que “sancionaba la dictadura del
pueblo agraviado” y el statu quo debía
mantenerse;[4] los pobres habrían de
conformarse con su situación. Después de 1525 fue patente que la nueva religión
del agustino sajón no se apegaría a la literalidad neotestamentaria que
promovía la comunidad de bienes, como sí haría la rama “evangélica” del
protestantismo.[5] Fueron Friedrich Engels y
Karl Kautsky quienes, interpretando precisamente los hechos de 1525, articularon
el discurso antiluterano que se ha considerado canónico por la historiografía
marxista que definía al reformador como un “traidor de clase” sin ninguna
concesión. Lutero fue contrapuesto a Müntzer en un reflejo de la concepción
dialéctica de la historia marxista por estos autores así como por Ernst Bloch,
quien sí valoró algunos aspectos del Lutero anterior a 1525.[6]
Una revisión de estas posturas dentro del
marxismo fue llevada a cabo por Leo Kofler en la década de 1970. Este
historiador se alejo de Engels, Kautsky y Bloch acercándose a autores
“burgueses” como Max Weber o Ernst Troeltsch para acabar definiendo el luteranismo
como un “movimiento de compromiso” que “inicialmente se alió con las fuerzas
populares y sectarias” en el que finalmente vencieron a su aparente radicalismo
los posos medievales y conservadores de su estructura social.[7] El
propio Troeltsch ya había escrito en 1911 que “jamás la piedad luterana ha
albergado un impulso para un desarrollo económico fuerte” y que la ética económica luterana “ha tenido
que templar mucho sus principios” pues la de Lutero no difiere para él “de la
de cualquier otro autor medieval”.[8] Para
Martín Lutero la función del Evangelio que predicaba no era la denuncia de las
injusticias para establecer la justicia bíblica sino señalarlas a la autoridad
para que legislase estableciendo una justicia civil;[9] “El
Evangelio no se ocupa de las cosas temporales ni de saber si la justicia reina
en esta tierra o lo que hay que hacer para que reine”.[10]
La doctrina luterana de la justificación
cambió de hecho la concepción medieval de la pobreza, la cual
“desespiritualizó”.[11] La
fe y no las obras contaban para la salvación de las almas de los reformados, lo
que daba más énfasis a las críticas de quienes, como los Fugger, buscaban la
redención con proyectos tales como el Fuggerei.[12] No
obstante, los primeros luteranos alemanes también combatieron el denominado
“mammonismo[13]. Aunque cierta
historiografía luterana ha tratado –y aún trata– de transmitir la idea de un
Lutero crítico con las estructuras sociales y económicas de su época nos parece
más verosímil la figura conservadora que, en materia económica, no se llega a
separar demasiado del poder de los príncipes, muy enriquecidos ya en estos
primeros años de la Reforma. En
definitiva, Martín Lutero mantiene, durante toda su vida, una “actitud
tradicionalista” que insta a “la resignación ante las injusticias del mundo” y
que es heredada del catolicismo medieval
que en nada contribuye a la aparición de la “moderna vida económica” que
Troeltsch identifica con el capitalismo.[14]
Nos dice Lucien Febvre que “Lutero era,
por sus orígenes, un pequeño burgués de ideas cortas” que “lo ignoraba todo del
mundo que lo rodeaba” refiriéndose a las problemáticas políticas económicas y
sociales pues, para Lutero, la vida terrenal no era apenas relevante en
comparación con el mundo futuro.[15] Quizá
por eso el luteranismo de finales del XVI y principios del XVII “lo hubiera
cubierto de vergüenza, si no le hubiera sido casi completamente extraño”[16]. Y
de ese luteranismo quizá ya empecemos a ver algo uno de los más estrechos
colaboradores de Lutero, aquel pintor con quien había trabajado en muchas de
sus obras, que había grabado para él una valiosísima propaganda antirromana que
acompañaba sus libelos, que había pintado aquel cuadro contra la usura y el
comercio. Aquel pintor que se convertiría en pintor de la corte del elector
sajón llegando a percibir con el elector Juan Federico de Sajonia un salario anual hasta su muerte de cien florines.[17]
Volviendo al artista al que nos referíamos
al principio, podemos ver también un cambio en su vida a partir de la primera
década del siglo XVI, cuando Lucas Cranach el Viejo se mudó desde el castillo
de Wittenberg a la ciudad, comprando dos casas adosadas de la plaza del
mercado. La reforma de estas, entre 1512 y 1517, hizo que Cranach se hiciese
con más de 11.500 ladrillos, 7.300 tejas, setenta carros de piedra caliza.[18] En
1518 su casa contaba con 84 habitaciones y 16 cocinas.[19] Tras
su matrimonio en 1512 a
sus dos casas se sumó una tercera en Gotha, al tiempo que adquiría numerosas
propiedades en los campos cercanos a la capital de la Sajonia electoral. En 1520,
siendo Cranach uno de los hombres más rico de Wittenberg, una ciudad de cerca
de 2.000 habitantes y unas 400 casas en esa fecha, consiguió que el príncipe
elector renovase el privilegio concedido al anterior propietario de una de sus
nuevas viviendas por el que consiguió el monopolio de las especias y medicinas
en la ciudad para su farmacia. A su trabajo de pintor y grabador, Cranach había sumado el de
político –llegando a ser alcalde– y boticario, lo que supuso mayores beneficios
para él, que indiscutiblemente se convirtió en el burgués más rico de la
ciudad, y su familia, que mantuvo el privilegio de la farmacia hasta el siglo
XIX.[20]
Lutero y Cranach, dos protagonistas de la Reforma , representaron dos
mundos muy diferentes unidos en un proyecto común que además de al
cristianismo, quizá sin pretenderlo en sus inicios dio un vuelco a la sociedad,
la economía y la cultura europeas. La evolución del pensamiento de ambos se
reflejó en sus vidas y, de manera más relevante para el devenir de la historia
europea, en sus obras. No juzgamos aquí la supuesta hipocresía que en ellos
hubiera podido haber, antes bien, señalamos las contradicciones y las
transformaciones que ambos experimentaron porque, en gran medida, en ellas
estriba el origen del mundo moderno.
[1] Ozment, Steven, The Serpent and the Lamb: Cranach, Luther, and the making of the
Reformation, Yale University Press, 2011, p. 16 y notas 25 a 27, p. 283.
[2] Ibídem, p. 18.
[3] Véase Egido, Teófanes (Ed.), Lutero. Obras, Salamanca, Sígueme, 1997, pp. 271-277.En la introducción al
escrito del reformador Teófanes Egido apunta a que “aunque anacrónico, el
calificativo de aburguesado que se le aplica (a Lutero) en esta fase segunda (se refiere a los años
posteriores a 1525) no es del todo inexacto” en comparación con sus años de
“batallador”.
[4] Blickle, Peter, The Revolution of 1525. The German Peasants’
War from a New Perspective, Baltimore , The Johns Hopkins
University Press, 1981,
p. 195.
[5] Wandel, Lee Palmer, The Reformation. Towards a New History, Cambridge , Cambridge
University Press, 2011,
pp. 94-95.
[6] Brady Jr., Thomas A., “Marxist
Evaluations on Luther’s Thought” en VV. AA., The Oxford Handbook of Martin Luther’s Theology, Oxford, Oxford
University Press, 2005, pp. 573-583, esp. pp. 574-577.
[7] Kofler, Leo, Zur Geschichte der
burgerlichen Gesellschaft, Neuwied
y Berlin, Luchterhand, 1971. Citado en ibídem, pp. 577-578.
[8]
Troeltsch, Ernst, El protestantismo y el
mundo moderno, México DF, Fondo de Cultura Económica, 1951, p. 74.
[9] Lindberg, Carter, “Luther’s stuggle
with social-ethical issues” en McKim, Donald K. (Ed.), The Cambridge Companion to Martin Luther, Cambridge, Cambridge
University Press, 2003, pp. 170-178, esp. p. 173.
[10]
Febvre, Lucien, Martín Lutero: un destino,
Fondo de Cultura Económica, México D.F., 1956, p. 217.
[12] Ozment, Steven, op.
cit., pp. 16.
[13] Este
término se refiere a mammón, palabra
aramea que significa riqueza y que aparece en los Evangelios para describir la
abundancia material o la avaricia.
[14] Troeltsch, Ernst, op.
cit., p. 74.
[15] Febvre, Lucien, op. cit., p. 216.
[17] Ozment, Steven, op.
cit., pp. 262.
[18] Ibídem., pp. 89-90.
[20] Ozment, Steven, op. cit., pp. 92-93 y Rublack, Ulinka, Reformation Europe, Cambridge, Cambridge
University Press, 2005, p. 19.
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