Tradicionalmente
se considera que la población de la Edad Moderna, era fundamentalmente
estática, sin apenas movimientos migracionales, sin embargo, durante la Edad
Moderna, se produjeron multitud de movimientos poblacionales de múltiples
características, algunos que afectan a individuos únicos y otros, que por el
contrario, lo hacen sobre grandes poblaciones.
Por
una parte, nos encontramos con migraciones temporales, llevabas a cabo, por una
parte de la población sobre todo del tercer estado, se movilizaba por causas
laborales, como pueden ser los ganaderos con una ganadería trashumante o incluso,
jornaleros que se mueven por toda Europa, en búsqueda de jornal, ya que no era
suficiente el que recibía en sus tierras o simplemente, porque en el ámbito
agrario de sus lugares de origen no tenían cabida. Este último grupo, como
algunos pescadores especializados en sectores como la pesca del bacalao o del
atún, podían fácilmente revertir esa condición de migración estacional y
convertirla en definitiva.
Otra
de estas pequeñas migraciones de carácter personal, es la de los vagabundos y
gente empobrecida, excluidos sociales que vagaban de ciudad en ciudad buscando
caridad, y que, en épocas de crisis, su acumulación en las ciudades, llegó a
preocupar a las autoridades y a eruditos, como Juan Luis Vives, que, incluso
llega a publicar en 1525, De subentione pauperum, donde propugnaba
un cambio en la idea de pobreza.
Otro
tipo de migración, sería la del campo a la ciudad, el llamado éxodo rural, que
tuvo como consecuencia el crecimiento demográfico de las ciudades y, con ello,
el auge del mundo urbano. Esto, no estaría exento de consecuencias, entre las
que encontraríamos la difusión de conocimientos, o la modificación de las
estructuras sociales.
Por
último podemos tratar las migraciones masivas de poblaciones a otros países, o
incluso, continentes, estas pueden ser de dos tipos, o bien forzosas, o
voluntarias. Dentro de las primeras, podemos destacar las de corriente
ideológica, insertas en una época donde la religión era importante, como las
expulsiones de los judíos, que fueron sin duda los más perjudicados durante
esta época, los moriscos, o en menor medida, también los gitanos.
Otro
tipo de migraciones de carácter forzoso, son los destierros o exilios, habituales
en la Edad Moderna, en los cuales se enviaba a la población condenada, a
territorios alejados del centro del imperio; ejemplos de ello podríamos
destacar la Corona Hispánica en América o Portugal por Brasil y por sus
colonias en el Índico. Llama la atención que muchos de estos destinos, son
tomados por la población como el inicio de una nueva vida, en la que en muchas
ocasiones, no cambian sus actividades ilegales por las que han sido castigados,
como el caso de la brujería o la hechicería.
El
auge de los imperios coloniales y la explotación de tierras, hizo que el
comercio de esclavos se convirtiese en un negocio lucrativo, que tuvo su
culminación en el siglo XVIII. Estas poblaciones de esclavos, movilizaron a gran
cantidad de poblaciones desde África subsahariana hacia América, Europa y Asia.
Por
último, hacer referencia a las migraciones de carácter voluntario hacia
América, cuyo descubrimiento supuso un gran movimiento de población hacia el nuevo
continente. Portugal y la Corona de Castilla fueron las más afectadas, pues el monopolio
que tuvieron en la explotación de las nuevas tierras y en las rutas del
Atlántico, se mantuvo durante prácticamente toda la Edad Moderna. Estas
migraciones afectaban a todos los estratos de la población de la época, desde
mercaderes, soldados para defender las posesiones, clérigos para evangelizar a
las poblaciones, o nobles, sobre todo segundones que emigran a América para
ennoblecerse.
Bibliografía:
-Floristán, A. (coord.), Historia moderna universal, Barcelona, Ariel, 2011.
-Ribot García, L. A. (coord.), Historia del mundo moderno, Madrid, Actas, 2010.
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