El esfuerzo fiscal que tuvo que hacer la Hacienda
castellana a partir de la segunda mitad del siglo XVI y el mantenimiento de la
Monarquía Hispánica es patente. Ya con el emperador Carlos V los prestamos
realizados fueron numerosos, aunque estos no solo fueron utilizados no solo por
el rey en Castilla, sino en toda Europa. Como es el caso de Alemania donde recurrió
a los Fugger o a los Welser entre otros, pasando después a los banqueros
genoveses. Todos estos préstamos se apoyaban en la Hacienda castellana suponiéndole
una fuerte presión fiscal. A la cual, se le ha culpado a lo largo de la historiografía
de ser el responsable del hundimiento económico castellano. Pero se debe
diferenciar entre la Hacienda castellana y la economía del país, como señala
García Sanz, donde además, dentro de las propias rentas hay que distinguir entre
las rentas ordinarias y las rentas extraordinarias.
Las primeras, procedían en su mayor parte de
los impuestos indirectos, las alcabalas, las tercias reales de los diezmos,
aranceles y regalías, donde nos encontramos la alcabala petrificada desde 1536.
Todo esto no suponía un gran esfuerzo pero explica como la deuda siendo en 1528
el 36´6 por 100 y en 1556 el 68 por 100 , aumentando posteriormente.
A todo esto debían sumarse las rentas
extraordinarias, en las que se apoyaba la deuda flotante, la cual se creaba
para devolver los préstamos en un corto
periodo de tiempo con banqueros extranjeros, siendo estos muchos mayores al
final del reinado que en su inicio. Todo esto conllevo en ciertos momentos
protestas populares e incluso reflexiones de un joven príncipe a su padre.
Aun así cabe destacar que no eran los únicos servicios
ya que nos encontramos además con las remensas de las indias, las rentas de las
dehesas de los maestrazgos de las Órdenes Militares y el subsidio eclesiástico, cuya suma de todo ascendía
a 450 millones de maravedíes. Toda esta alta fiscalidad conllevó a que la
Hacienda castellana se encontrara siempre en déficit, aunque respecto al paso
este se mantuviera bien, dando su decadencia posteriormente. Pero si cabe
destacar que había consecuencias que afectaron directamente a la evolución de
su economía ya que acabo con la base de su crecimiento debido en primer lugar,
al rentismo que se imponía fuertemente en la sociedad castellana con la deuda
consolidada y los juros, donde las dos terceras partes de la Hacienda iban a
pagar los intereses de los mismos. Esto restaba inversión en gastos militares
que eran la designación en teoría para tales ingresos.
Aunque también cabe destacar que cada vez más
capitales privados se ponían bajo la protección de la Hacienda en vez de
realizarse cualquier inversión en un negocio productivo, quedando por tanto la circulación
y el crecimiento monetario estancado, siendo el inicio de la que después sería la consolidación de este
estancamiento con Felipe II.
En segundo lugar, nos encontramos con el
control de las exportaciones, realizado sobre todo por extranjeros, ya que la legislación
castellana prohibía la exportación de metales a no ser de contar con el permiso
de la Corona. Por ello se tuvo que dar mayores concesiones en mercancías y
materias primas. Los mercaderes españoles hacían así de intermediarios con los
banqueros extranjeros quienes vendiendo en Europa el oro y la plata prestados
en los asientos. Pero esto debilitaba el mercado interior castellano, con poca
oferta que llevaba a la subida de precios debido a la demanda.
Las cortes Castellanas para evitarlo en 1552 prohibió
las exportaciones para estimular las importaciones y facilitar la adquisición del
consumidor, pero al ser una política antimercantilista, doctrina vigente de la época
se suspendió a los pocos años. Esto erosiono la economía castellana ya que la
moneda debido a la afluencia perdió valor. Pero además las producciones
castellanas fueron menguando y aunque se trato de poner solución mediante la
defensa de la producción nacional y las materias primas en 1558 esta no se
logró.
Bibliografía:
- THOMAS, H. El Imperio español de Carlos V. Ediciones Planeta, S. A. 2010, Barcelona
- BELENGUER, E. El Imperio de Carlos V: las coronas y sus territorios. Ediciones Península, S.A. 2002, Barcelona
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