REFORMAS ECONÓMICAS DURANTE EL REINADO DE CARLOS II
Hacia finales de las década de
los setenta del siglo XVII, el sistema económico de la Monarquía Hispana se
encontraba en una situación muy delicada debido al conflicto bélico entre
España y Francia por los Países bajos y la alteración en el comercio que se
produjo, al endeudamiento de la Real Hacienda, al estallido de brotes de peste en
el sur peninsular, a las malas cosechas, y al crecimiento desorbitado de los
precios en contraposición con el de los sueldos.
Con el objetivo de poder afrontar
todos los problemas de dinero que amenazaban a la Monarquía Hispana, se crearon
toda una serie de órganos consultivos, las Juntas, con grandes personalidades
expertas en las materias que se trataban en cada una de ellas. Entre estos
organismos cabe destacar la Junta de Comercio (que se encargaba de fomentar el
comercio y la industria), que se mantendrá hasta finales del Antiguo Régimen.
Estas Juntas trabajaban con los memoriales realizados por los pueblos para el
Consejo de Castilla y el Consejo de Hacienda y con informes de arbitristas y
funcionarios especializados. Las propuestas realizadas fueron las siguientes:
reducir los impuestos, combatir la inflación, renovar el tejido industrial,
fomentar la agricultura y equilibrar la balanza de pagos.
El reinado de Carlos II fue el
comienzo de la recuperación económica de la Monarquía Hispánica, algo que se
puede ver muy bien en el incremento poblacional, en el auge de la producción
agrícola (medida por los diezmos) y en una cierta recuperación del comercio
interior o de la actividad portuaria. Así mismo, se puede hablar un “reformismo
austriaco”, en el que una serie de gobernantes (pero también del mundo de la
ciencia y del pensamiento) idea una conjunto de mecanismos para sacar a la
Monarquía Hispana de su larga siesta, siendo el caso de Juan José de Austria,
el duque de Medinaceli o el conde de Oropesa, en los que se ve un claro deseo
de cambio.
La reforma impositiva y la búsqueda de un equilibrio presupuestario
El problema para los arbitristas
residía en que las cuotas fiscales asignadas se ajustaban a las cifras de
población de finales del siglo XVI, sin que se hayan tenido en cuenta los
cambios demográficos durante este tiempo. Esto hacía que los campesinos
tuvieran que pagar mucho más de lo debido, elevando los costes de producción, y
se tradujera en la descapitalización del mundo rural y la huida de sus
habitantes. Por estas razones, Juan José de Austria, intenta llevar a cabo un
censo de población donde se indiquen los recursos económicos de los pueblos.
Una de las primeras medidas
tomadas por Juan José de Austria cuando llegó al poder en la Corte fue negociar
las cantidades que podían pagar los pueblos de lo que adeudaban a la Corona,
facilitando su abono, lo que benefició a numerosas villas al cancelárseles
parte de las deudas contraídas antes de 1673.
En la década de los ochenta se
realiza una reforma del sistema administrativo de las rentas ordinarias, según
la cual se suspenden los arrendamientos de las de las rentas ordinarias
(alcabalas, unos por ciento y servicios de millones), que son sustituidos por
encabezamientos de ciudades y pueblos, y la designación de superintendentes
provinciales para que recauden y administren en nombre de la Real Hacienda los
valores encabezados, aumentando el control sobre el poder local. Por otro lado,
se ajustan los valores de las rentas adaptando su importe al poder económico de
la población, reduciendo impuestos sobre artículos básicos, con el objetivo de
incentivar el consumo. Aun así, la sucesión de malas cosechas y enfermedades
durante 1684, aconsejaron nuevas rebajas fiscales como la suspensión de los
recargos añadidos al servicio de millones por Felipe IV y la rebaja a la mitad
de los cuatros unos por ciento.
Como consecuencia de esta
política de alivio económico a los pueblos, se producirá un descenso de los
ingresos ordinarios, que unido al incremento del gasto del Estado hizo que se
buscaran fuentes de financiación que lo compensaran, como contribuciones
extraordinarias de las que no se libraron ni el clero ni la nobleza, aunque sin
aportar en la misma proporción que los pecheros. También se crearon gravámenes
adicionales sobre determinados productos de lujo como el cacao, el tabaco y el
azúcar; así como sobre el consumo de la sal. Otra medida fue la solicitud de donativos
voluntarios y forzosos a las poblaciones, tanto en soldados como en dinero.
Todas estas tomas de decisión no tenían otro objetivo que poder hacer frente a
los enfrentamientos bélicos con Francia.
Junto a estas medidas
recaudatorias, también se elaboraron toda una serie de normas para rentabilizar
mejor los impuestos aumentando el control sobre las recaudaciones y evitándose
el fraude fiscal y el contrabando de mercancías que eran tan comunes entre el
clero, la nobleza y la milicia. También se recuperaron rentas reales enajenadas
por las Corona o usurpadas por particulares.
En 1691, se inició un proceso de
racionalización y reforma de la Administración, reduciendo la plantilla del
personal de los Consejos y las Casas Reales. Sin embargo, estas iniciativas
apenas supusieron ahorro y sí inconvenientes al gobierno por la acumulación de
trabajo. Por otro lado, se realizaron modificaciones y recortes en pensiones y
mercedes, se retuvo un tercio de los salarios en 1693 y se suspendieron los
haberes a quienes no servían los empleos. Sin embargo, la medida más importante
fue tomada en 1688, en la que se establecía un presupuesto mínimo de 4 millones
de escudos para afrontar los gastos del Estado, lo que en la práctica fue una
suspensión de pagos.
La reforma monetaria
El objetivo principal de estas
reformas monetarias era regular y hacer más fácil la convertibilidad entre las
monedas de oro y plata con las de vellón, así como intentar expulsar de la
circulación la moneda falsa o con un valor intrínseco reducido y por debajo de
su valor metálico real.
La Pragmática de 1680 intentaba luchar contra
la inflación y dotar a Castilla de una moneda estable. La reforma de 1686,
realizada por el conde de Oropesa, seguirá las doctrinas arbitristas,
equiparando la moneda de plata castellana a sus contemporáneas europeas con la
revalorización facial de las monedas de oro y plata, de tal manera que los
cambios internacionales no eran tan perjudiciales a la Corona y se impedía su
extracción a terceros países.
La industria y la agricultura
Juan José de Austria, siguiendo
las teorías mercantilistas, había diseñado un programa para rentabilizar al
máximo los recursos nacionales y disminuir la importación de manufacturas
extranjeras, especialmente en el ámbito de los tejidos. Para ello, en 1679, se
crea la Real y General Junta de Comercio, con el firme objetivo de impulsar y
modernizar la industria nacional. Este organismo se encargaba de promulgar
ordenanzas sobre desarrollo industrial y agrícola, otorgar privilegios fiscales
y créditos a inversores, facilitar el comercio nacional, y reglamentar sobre
aspectos de caminos, navegación, pesas y medidas, moneda y documentos de
crédito y regular los intercambios con Europa y América.
Como consecuencia de diversas
medidas, numerosos emprendedores extranjeros y nacionales iniciaron su andadura
industrial, especialmente en el sector del textil, pero también del vidrio, del
jabón… Este despegue industrial fue gracias al apoyo de la Corona con exenciones
fiscales, protección de los fabricantes frente a los acreedores ante problemas
económicos, concesión de créditos… Gran parte de estos inversores eran
extranjeros: holandeses, franceses, italianos e ingleses, operando todos ellos
al margen del sistema gremial pero con el objetivo de traer la técnica foránea
y ser enseñada a trabajadores españoles. Sin embargo, estas empresas tuvieron
que enfrentarse a la competencia de la red formada por los comerciantes en
España, en la que no lograron cabida, y a los gremios.
En cuanto a la agricultura se
proponen toda una serie de medidas fiscales para potenciar los cultivos
industriales como la caña de azúcar, el lino, el cáñamo y las moreras. También
se idearon todo un conjunto de proyectos de obras públicas con el objetivo de
poner en valor tierras baldías, como canales de riego, aunque la gran mayoría
finalmente no se llevaron a cabo. También
se pretende el aprovechamiento racional de las dehesas y los pastos
comunales para incrementar la cabaña ganadera, tratándose el tema de la
deforestación del reino y el incentivo de la apicultura. Se produjo una cierta
concentración de la tierra bajo una creciente aristocracia rural, se
diversificaron los productos agrícolas (cada vez más orientados al mercado), se
introdujeron mejoras en la combinación de cultivo y ganadería y comenzó a haber
una cierta especialización regional. Todo ello derivó en un aumento de la
producción agrícola.
Bibliografía
SÁNCHEZ BELÉN, Juan Antonio,
“Medidas extraordinarias para una crisis económica a finales del reinado de
Carlos II: las reformas del duque de Medinaceli y del conde de Oropesa”, Trocadero: Revista de historia moderna y
contemporánea (2011), nº 23, pp. 7-36.
YUN CASALILLA, Bartolomé, “Del
centro a la periferia: la economía española bajo Carlos II”, Studia histórica. Historia moderna (1999),
nº 20, pp. 45-76.
No hay comentarios:
Publicar un comentario