Inglaterra finalizó el siglo XVII
con una situación económica muy avanzada para la época. La prosperidad cabalgaba
en el estado y la expansión de la economía iba en aumento, además se había
fundado el Banco de Inglaterra, una empresa privada que había obtenido
el monopolio de las finanzas británicas a cambio de garantizar la organización
y la gestión de los préstamos al gobierno.
Pero el cambio de siglo empezó con
mal pie, al desatarse la guerra de Sucesión española en 1702, que duró más de
lo que estaba previsto y las finanzas del estado se resintieron y el estado
tenía problemas para devolver las deudas a los súbditos que habían comprado la
deuda.
Una investigación de las finanzas
públicas había llegado a la conclusión de que existía un total de unos 10
millones de libras en deudas sin ningún ingreso asignado a pagarla y además, el
estado no quería seguir endeudándose. Por ello, el tesorero del gobierno
inglés, Robert Harley, tuvo una gran idea: fundar una compañía que amortizase
la deuda del estado. Así, en 1711 se funda la Compañía de los Mares del Sur
(los Mares del Sur es como se denominaba en la época a Sudamérica). La compañía
se encargó de absorber 10 millones de deuda, dando acciones a los ciudadanos
que hubiesen comprado deuda al estado a cambio de saldar su cuenta con él. El
estado prometía un crecimiento perpetuo de 576.534 libras anuales (es decir, un
5,6 ya que el valor de la compañía era de 10 millones), y los portadores de
deuda aceptaron gustosamente el cambio.
La Compañía de los Mares del Sur
gozaba del derecho a comerciar en exclusiva con América del Sur, por lo que a
los ojos de ingleses debió parecer una auténtica ganga. No obstante, hay que
analizar bien la situación: para 1711, año de la fundación de la compañía,
España gozaba del monopolio comercial con casi toda América del Sur, todo el
comercio entre Inglaterra y esas colonias era ilegal y además ambos países
estaban en guerra; para 1713, año de la paz, España le concede a Inglaterra el
tráfico de esclavos y el derecho a enviar un navío de permiso de 500 toneladas
al año, ¡un navío al año! Por lo que las oportunidades comerciales con América
de Sur, pese al glamour del que se las rodeó y la gran expectativa que tenían
los ingleses, eran realmente escasas. A pesar de ello, la jugada del gobierno
inglés salió fenomenal y el gobierno inglés logró quitarse de encima 10
millones de libras de deuda
No obstante, las revueltas jacobitas
de 1715-1719 hicieron que el gobierno siguiera endeudándose, y para 1719, año
del aplastamiento de la revuelta jacobita, tenía una deuda de 50 millones de
libras (el 40% de su producto interior bruto), por lo que era necesario hacer
algo. Además, la empresa estaba de moda, todo el mundo quería tener sus
acciones, por lo que el gobierno empezó a convencerse de haber hallado la
solución definitiva a su endeudamiento, y volvieron a emitir acciones por el
valor de 30 millones de libras. La avidez de los inversores por poseer acciones
de la compañía era enorme, todas las capas de la sociedad contaban con acciones
de la compañía, incluso la élite política contaba con acciones (lo que hacía
que los ciudadanos de clases mas bajas se convenciesen aún más de la seguridad
de estas inversiones, al fin y al cabo ¿cómo iban a equivocarse las élites
sociales en estos asuntos?). Esto originó que durante el año de 1720 el precio
de las acciones se inflase, de las 100 libras que valía cada acción desde que
se fundó la compañía (con pequeñas oscilaciones) y que era el precio que tenían
en enero de 1720, pasaron a valer 550 en mayo. Se corría la voz desde el
Exchange Alley (lugar donde tenía lugar la compraventa de acciones) de las
enormes posibilidades económicas que tenía este negocio. La gente explicaba a
sus amigos y familiares como habían aumentado sus ingresos en muy poco tiempo.
Todo el mundo quería sumarse a la orgía financiera hambrientos de dinero fácil.
La cosa no se quedó allí. La empresa
facilitó aún más la obtención de sus acciones, llegaron incluso a conceder
créditos para la compra de sus propias acciones. Se invitaba a invertir a
personas de alto standing para rodear de más glamour la compañía. Los
dirigentes de la empresa eran también accionistas, por lo que les beneficiaba
este crecimiento del valor de las acciones, y también había muchos miembros del
parlamento accionistas que votaron en contra de la investigación de la empresa
por las autoridades. Todos estos factores hicieron que el valor de las acciones
creciese aún más, y para junio-julio el precio llegó a su tope: 1000 libras la
acción.
Pero pronto un suceso cambió esta
tendencia: el rumor que llegó de que la Compañía del Mississippi francesa había
quebrado (era un caso paralelo a esta compañía) hizo que el precio comenzase a
bajar rápidamente. Los dirigentes de la empresa, alarmados, ordenaron a sus
agentes cambiarios la compra de acciones para empujar los precios hacia arriba.
Y a su vez, el estado aprobó la Bubble Act que establecía que ninguna empresa
podía realizar operaciones en Sudamérica sin tener una autorización del
gobierno, todo en un intento combinado de evitar el desplome. Pero a pesar de
ello el pánico se extendió entre la población
y el precio se desplomó en un mes.
Las consecuencias de esta burbuja
fueron muy grandes para la economía inglesa, pues la ola expansiva afectó a
muchísima gente y a los bancos que les habían prestado dinero para comprar
acciones. Se llevó a cabo una investigación dentro del gobierno y del
parlamento que determinó que varias personas eran culpables de corrupción. A
pesar de ello el gobierno actuó con rapidez y consiguió que las consecuencias
económicas no fueran tan graves como habrían podido ser, unido al hecho de que
el comienzo de la revolución industrial dinamizó mucho la economía inglesa.
BIBLIOGRAFÍA:
-TRÍAS DE BES, FERNANDO. El hombre
que cambió su casa por un tulipán. Ediciones Temas de hoy. 2009.
No hay comentarios:
Publicar un comentario