Durante el siglo XVI, Europa experimentó un proceso
de crecimiento económico y demográfico, sin embargo, a finales de siglo,
comenzarían a vislumbrarse los primeros problemas de una crisis que tendrá su
mayor expresión durante el siglo XVII.
Durante
el siglo XVI, la población sufrió un gran aumento, y, para hacer frente a las
mayores necesidades de alimentos, se pusieron en cultivo las tierras
marginales, se araron parte de las tierras pedregosas y se destruyeron bosques
y selvas. Pero todo ello no solventó los problemas de alimentar a un gran
volumen de población que crecía a pasos agigantados.
Sin
embargo, a partir de 1590 ciertas áreas europeas, se vieron castigadas por
crisis de subsistencias debido a una sucesión de malas cosechas producidas por
un cambio climático unido al mal estado de las tierras. Muy pronto, ello derivó
en” una crisis estructural que modificó el equilibrio económico de gran parte
del continente”[1]. No obstante, esta crisis
no se sintió igual en todas partes del continente.
Dentro
de esta crisis demográfica, podemos diferenciar tres fases, según M. Morineau.
La primera de ellas afectaría a zonas geográficamente distantes: Castilla,
Rusia central y el Languedoc, donde se experimentó un estancamiento
demográfico.
La
segunda fase, tuvo consecuencias más drásticas, pues coincidió con la guerra de
los Treinta Años (1618-1648), resultando la zona central de Europa como la más
castigada. Además, a partir de 1620-1630, la peste se expande por Europa,
aumentando la tasa de mortalidad. Los territorios pertenecientes al Imperio,
fueron los más afectados, llegando a sufrir un continuo estancamiento económico
debido a ambos factores. La región más afectada en este caso, fue la llanura
del Po, pues suponía el punto de confluencia de dos corrientes epidémicas, la
primera procedente del Mediterráneo y la segunda de las llanuras orientales.
La
tercera fase de esta crisis, también como resultado de las epidemias, afecto a
España, en donde, a excepción de Cataluña, en tan sólo un período de nueve años
(1647-1656), la población se redujo una quinta parte. También afecto de igual
manera a Italia, que, como España, ya había sufrido pérdidas anteriores. Otras
poblaciones afectadas por la peste fueron Francia, Irlanda e Inglaterra, pero en
estas regiones no tuvo el efecto dramático que sí se produjo en las anteriores.
A
finales de siglo, en Finlandia, Rusia y Francia, se experimentó otra crisis de
carácter agrario, cuyas casusas fueron, esta vez, de cariz climático. No
obstante, tuvo un efecto dramático para estas regiones que vieron como
descendía un cuarto de la población.
Como
vemos la tríada de malas cosechas, guerra y epidemias que se sucedieron durante
el siglo XVII, produjo un gran aumento de las tasas de mortalidad. El sector que
más bajas registró fue el primario, el dominante en la economía del momento.
La
crisis demográfica trajo consigo la disminución del espacio cultivable en
beneficio de los pastos, lo que produjo una mejor calidad de las cosechas,
además en muchas regiones el valor de la tierra, disminuyó. Respecto a los
salarios, sufrieron un aumento, debido a la menor población disponible para el
trabajo, además los precios tras la crisis tendieron a bajar. Todo ello
benefició a las clases menos pudientes, que experimentaros mejoras en sus
condiciones de vida.
Bibliogafía:
-Di Vitorio, A. (coord.), Historia económica de Europa, siglo XV-XX, Barcelona, Crítica,
2003.
-Floristán, A. (coord.), Historia moderna universal, Barcelona, Ariel, 2011.
-Ribot García, L. A. (coord.), Historia del mundo moderno, Madrid, Actas, 2010.
-Ribot García, L. A. (coord.), Historia del mundo moderno, Madrid, Actas, 2010.
[1] Guenzi, A. “La
expansión europea en el siglo XVII” en Di Vitorio, A. (coord.), Historia económica de Europa, siglo
XV-XX, Barcelona, Crítica, pp. 81.
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