Esta
burbuja económica que estalló en Holanda en 1637 es el primer crack bursátil de
la historia.
El tulipán entró
en Europa desde el Imperio Otomano hacia 1550. Un botánico flamenco, Charles de
L´Écluse, a finales del S.XVI introdujo estas flores en Holanda, y con el
tiempo se extendió su cultivo, que era muy apto para el suelo holandés, así
como su comercialización. Su exótica belleza gustaba a los comerciantes ricos y
aristócratas, que lo compraban para decorar sus jardines. Debido a su alto
costo se convirtió en símbolo de estatus social, ya que solo los ricos se
gastaban el dinero que costaba un simple tulipán, unos 10 florines (el valor
adquisitivo de un florín de la época equivale a 10 euros actuales), ya que al
fin y al cabo su única función era decorar y su vida sólo dura unas semanas.
Con el tiempo,
las clases medias también empezaron a comprar tulipanes, en su incansable afán
de mostrar que son ricos. Los compraban para poder lucirlos en sus casas al
invitar a amigos o comerciantes y poder presumir de estatus. De esta manera los
ricos necesitaban otro símbolo de estatus para poder diferenciarse de la clase
media que los persigue, y es aquí donde entra en juego un virus llamado “Tulip
breaking virus”, que hacía que los pétalos de un tulipán tuviesen líneas de
colores y fogosas llamaradas de pigmento, haciendo los tulipanes infectados
mucho más exóticos y por ende, más caros, todo un atractivo para las clases
ricas.
Debido a su
corta vida, en el comercio de estos tulipanes se empezó a realizar a través de
los bulbos de los tulipanes (que a diferencia de las semillas, éstos sí podían
transmitir el virus). Pero el bulbo tarda aproximadamente un año en florecer,
por lo que se acabó comerciando con los derechos al futuro tulipán a través de
contratos.
Estos rasgos
definen la situación que se dio en el otoño de 1636. Empezó una fiebre
especulativa en torno a los bulbos de los tulipanes infectados que florecerían
para la primavera del año siguiente. Se hicieron innumerables contratos de
compra y venta de los derechos de los futuros tulipanes. La gente comparaba el
derecho de un futuro tulipán dando al vendedor una pequeña parte (que se fijó
legalmente en 2,5 florines como máximo) y se comprometía a pagar el resto
cuando el bulbo floreciese. Los precios de los bulbos comenzaron a subir con
mucha rapidez, mucha gente se hizo rica en muy poco tiempo, y la creencia
generalizada de que la compra de tulipanes iba a extenderse por toda Europa
(debido a que algunos aristócratas franceses habían hecho algún encargo) no
hizo sino aumentar la euforia, al igual que la extensión de la idea de poner
marcas a los tulipanes para rodearlos de más glamour. Entre el 12 de noviembre
y el 3 de febrero, el precio de los tulipanes subió de unos 10-15 florines a
200 florines de media, el récord de precio lo batió un tulipán que se llegó a
vender por 6000 florines.
No obstante,
todo era especulación sobre el precio futuro, pues hasta febrero no comenzaba
la venta de los bulbos (si se sacaban de la tierra antes se estropeaban). Y
así, cuando llegó febrero la burbuja pinchó. Los ricos, los compradores
últimos, no estaban dispuestos a pagar tanto dinero por un producto cuya única
función era servir de decoración el poco tiempo que estaba florecido. Los
vendedores no encontraron compradores, el precio fue bajando de un día para
otro al no conseguir ventas, y finalmente, en primavera, el precio se hundió,
estallando así la crisis, que afectó a todos los que participaban en la cadena
de contratos de compra-venta desde el primero hasta el último. Los
participantes en la cadena se reclamaban unos a otros el cumplimiento de
contratos que ellos mismos se negaban a cumplir cuando les tocaba asumir el
pago en sentido contrario. Las denuncias, peleas y discusiones fueron
múltiples, hasta que finalmente tuvieron que intervenir las autoridades y
declararon primero que los contratos de bulbos habían sido pura venta de humo,
y después decidieron obligar a los participantes de los contratos a abonar el
10% de lo establecido.
Sobre las
consecuencias de esta crisis ha habido mucha controversia. Algunos hablan de
colapso de los mercados financieros, otros de recesión, se mencionan quiebras y
bancarrotas, pero otros argumentan que el fenómeno sólo se limitó a un reducido
grupo de comerciantes que participaron en el negocio. Probablemente los efectos
sobre la economía holandesa no fueran devastadores, pero esta historia de cómo
el hombre se puede dejar llevar por la fiebre especulativa hasta extremos
absurdos tiene un gran interés en el estudio de las burbujas financieras.
BIBLIOGRAFÍA:
-TRÍAS DE BES, FERNANDO. El hombre
que cambió su casa por un tulipán. Ediciones Temas de hoy. 2009.
-Revista HISTORIA. National
Geographic. Nº 61.
Gracias
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