lunes, 19 de enero de 2015

El cinturón aduanero andaluz y los almojarifazgos

    A comienzos del siglo XVI el tráfico marítimo de Andalucía adquiere unas dimensiones mundiales, por lo que es preciso para Castilla regular y fiscalizar ese gran flujo de mercancías que llegaban o salían de la costa andaluza, ya que esta área concentraba una importante actividad comercial. Esto fue aprovechado por la Hacienda Real, ya que grabar el comercio suponía una fuente de ingresos derivados de las tasas arancelarias fundamentales para financiar las necesidades de la Monarquía.

    El origen del cinturón aduanero andaluz es medieval, y en época moderna se pretendía adecuar a las nuevas necesidades y exigencias por medio de la centralización de la administración, la ampliación de plantillas de oficiales en el área andaluza y el corregimiento de las desigualdades locales en cuanto a los recargos impuestos a las mercancías. Sin embargo,  esas intenciones se vieron frenadas con obstáculos derivados de factores que tenían origen en siglos anteriores, como la diferenciación de los reinos de Sevilla, granada y Murcia, cada una de ellas con sus propios privilegios y exenciones.

    El cinturón aduanero estaba formado por un conjunto de “tablas” que rodeaban la costa andaluza y penetraban por el extremo oriental hacia Murcia. El Almojarifazgo Mayor integraba a 39 localidades en 1620, distribuidas de forma desigual por la península, estando situadas la mayor parte de ellas en Huelva y Murcia, lo cual podría explicarse por la función de vigilancia que ejercían de la frontera. La aduana de Murcia era de dimensiones reducidas y las personas encargadas de su administración eran muchas menos si las comparamos con otros puertos de Andalucía.  Sin embargo, la organización aduanera de Sevilla era mucho más compleja y de mayor dimensión debido a su importantísima actividad mercantil. El volumen de comercio que concentraba Sevilla hace que tuviera un conjunto muy elevado de personas a su servicio para recaudar los impuestos. Sevilla fue uno de los centros comerciales más importantes del continente europeo hasta mediados del siglo XVII, ya que estaba vinculado al monopolio colonial y a la redistribución de importaciones extranjeras en la región. Sevilla centralizaba dos funciones vinculadas a la recaudación sobre el comercio: la recepción de los ingresos percibidos en los restantes puestos aduaneros y el pago de las cantidades de dinero que debían de satisfacer a los poseedores de títulos de deuda situados sobre la renta, es decir, la administración general de la renta.

    En cuanto a los almojarifazgos, como ya sabemos, se trataba de un impuesto aduanero que gravaba las mercancías, tanto las que entraban como las que salían de los puertos de España, ya fueran del comercio interior peninsular o del comercio exterior. Los almojarifazgos, además de gravar las aduanas del tráfico comercial, incluían la recaudación de rentas que gravaban otras actividades económicas, de las que se tienen menos noticias. Fue creado por Alfonso X, y a pesar de los beneficios que otorgaba a la Hacienda castellana, fue abolido en 1783 (aunque fue suprimido, su recaudación se traspasó a los aranceles comerciales, por lo que la Corona no perdió dinero con esta supresión). La administración central de los almojarifazgos durante la Edad Moderna se ubicaba en Sevilla, ciudad que aunaba funciones burocráticas, recaudatorias y financieras, debido a la centralización fiscal.


Bibliografía:

PULIDO BUENO, Ildefonso., Almojarifazgos y comercio exterior en Andalucía durante la época mercantilista. 1526-1740, Huelva, 1993.


GONZÁLEZ ARCE, José Damián., “La composición de los almojarifazgos señoriales del reino de Sevilla, siglos XIII-XV”, Historia. Instituciones. Documentos, N. º 41 (2014), Universidad de Sevilla, Sevilla, pp. 243-273.

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