sábado, 10 de enero de 2015

LAS REALES FÁBRICAS EN ESPAÑA

Las Reales Fábricas españolas creadas a lo largo del siglo XVIII tienen su antecedente e inspiración en las Manufactures Royales ideadas por el ministro francés de Hacienda de Luis XIV, Colbert, en la segunda mitad del siglo XVII. Colbert recurrió a la reglamentación industrial, promulgando más de 150 normativas que regulaban la producción fabril al más mínimo detalle, junto a la creación de un conjunto de inspectores para velar por su cumplimiento; todo ello con el objetivo de que el trabajo artesanal tuviera un cierto nivel de calidad para salir al mercado. Esta legislación, sin embargo, no sirvió para dinamizar y actualizar el sector industrial, quedando sólo la iniciativa del Estado para cumplir esta meta.

El Estado, según Colbert, se convertiría en el principal promotor del avance industrial y en su protector frente tanto a la competencia foránea como a las tendencias monopolísticas de los gremios. Para ello, creó las Manufactures Royales, que se caracterizaban por: contar con numerosos privilegios, depender del Estado y ser industrias concentradas. Existirían dos tipos de reales industrias: las Manufacturas Reales del Estado, con un alto grado de intervención regia al ser la Administración su propietaria y gestora única (y prácticamente también consumidora exclusiva), centrándose en el ámbito de las industrias militares y del lujo; y las Manufacturas Reales, en las que el Estado era el promotor indirecto actuando también como protector, al concederles gran variedad de privilegios. Las Manufactures Royales creadas fueron más de un centenar, con preeminencia en el sector textil y metalúrgico.

Felipe V cuando llegó al trono español en 1700 se encontró con un país que dependía mayoritariamente de las importaciones de manufacturas extranjeras. Para cambiar esta situación, el monarca, con el apoyo de sus ministros Orry, Alberoni, Patiño y Campillo, activó una política de reindustrialización, que sería continuada por sus sucesores en el trono. El objetivo no era sólo económico (aumentar los ingresos del Estado y mejorar la balanza comercial), sino también de prestigio y poder, para demostrar al resto de los países europeos la capacidad industrial de España, y también lograr el autoabastecimiento en determinados productos estratégicos. Por otro lado se buscaba el fortalecimiento del poder del Estado. Para lograr todos estos objetivos, se llevaron a cabo las siguientes medidas:
  •  Proteccionismo aduanero, aunque con vacilaciones y pragmatismo.
  • Misiones de espionaje industrial a otros países europeos, así como becas a estudiantes y artesanos para que completasen su formación en centros foráneos.
  • Medidas para eliminar los prejuicios sociales ante determinadas actividades.
  • Limitaciones a los privilegios de los gremios para favorecer la libertad de trabajo y de producción.
  • Estímulo y apoyo a la iniciativa industrial mediante privilegios y concesiones.

Por otro lado, el Estado asumió la iniciativa, creación y gestión en los sectores industriales que no consiguieron despegar, o estatalizó aquellas factorías privadas que se encontraban en crisis. Así mismo, el Estado consideraba que determinados sectores productivos sólo podían estar bajo su control, tanto por motivos estratégicos como con el fin de asegurar una elevada calidad de las manufacturas. Todo ello se tradujo en la aparición de las Reales Fábricas en España.

Bajo el nombre de Reales Fábricas se podían encontrar: factorías privadas que el monarca había honrado con este nombre, tan sólo exigiendo el Estado la máxima calidad en su producción y contando con algunos privilegios; industrias creadas por las Compañías de Comercio y Fábricas, que eran empresas con capital privado y estatal, donde la Corona se reservaba un cierto control de las mismas; y por último, las industrias que habían sido creadas, financiadas y gestionadas por el Estado. Este último grupo de Reales Fábricas eran industrias muy concentradas, situadas en grandes edificios, donde se buscaban estrictos controles de calidad y donde trabajaban un gran número de artesanos con una fuerte disciplina laboral. Sin embargo, las Reales Fábricas adolecían de un bajo nivel de mecanización, un predominio del oficio artesano y un escaso desarrollo de la división del trabajo.

Las diferentes Reales Fábricas que se desarrollaron en España se pueden dividir en cinco grupos:
  • Industrias suntuarias: estas fábricas estaban muy ligadas a la Monarquía, ya que satisfacían la demanda de artículos de lujo de la Corte, manteniéndolas al margen del mercado y haciéndolas depender de las subvenciones estatales. Su mano de obra era muy especializada y generalmente extranjera. Hay que destacar la Real Fábrica de Tapices de Santa Bárbara de Madrid (1721), la Real Fábrica de Vidrios y Espejos de San Ildefonso en La Granja (1736) y la Real Fábrica de Porcelana del Buen Retiro de Madrid (1759).
  • Industrias militares: pretendían cubrir las necesidades de armamento de la Armada y el Ejército, que hasta el momento era cubierta por empresarios y asentistas particulares. Se centraron en dos ámbitos: astilleros para llevar a cabo la política de reconstrucción naval, destacando el de Cartagena, Ferrol, Cádiz y Santander; e industrias de armamento, como las de cañones de bronce y de hierro colado, las de municiones de artillería, la de armas blancas y la de fusiles.
  • Industrias vinculadas a la explotación de regalías y monopolios fiscales del Estado: eran fábricas que se dedicaban a la producción de sal, moneda, pólvora, tabaco, naipes, hielo, azogue, plomo y azufre. Hasta el siglo XVIII, estos monopolios se explotaban en régimen de concesión o de arrendamiento, pero a partir de la Ilustración fueron explotadas directamente por la Real Hacienda. Destaca sobre todo la Real Fábrica de Tabacos de Sevilla.
  • Industrias-piloto: eran fábricas ideadas por el Estado con la misión de introducir nuevas manufacturas en España y nuevas técnicas de producción, elaborar géneros más refinados y servir de ejemplo para empresarios y artesanos para que fueran imitadas. Para ello, la Corona traía técnicos extranjeros especialistas en su campo. Las industrias-piloto generalmente estaban dedicadas al sector textil y se solían localizar en las regiones del interior del país más atrasadas. Hay que mencionar las dedicadas a los paños de lana, como la Real Fábrica de Paños de Guadalajara, que se convirtió en el mayor centro industrial de España; las fábricas destinadas a telas de otros tejidos como seda, lino o algodón; y en mucha menor medida, las metalúrgicas.
  • Industrias vinculadas a la atención social: eran fábricas donde se incorporaba de manera forzosa a las clases marginales con el objetivo de reintroducirlos en la sociedad mediante el aprendizaje de un oficio. Estas factorías en España recibieron el nombre de Hospicios y Casas de la Misericordia.
Las Reales Fábricas tuvieron su máximo apogeo hasta 1770, momento a partir del cual comenzaron a declinar como consecuencia de la penetración de las ideas del pensamiento económico liberal, lo que hizo ir abandonando los planteamientos mercantilistas industriales de Colbert. Además, las crecientes dificultades de la Real Hacienda, hizo que disminuyeran las subvenciones a las Reales Fábricas, lo que hizo que muchas vieran amenazada su continuación. La gran mayoría de estas industrias estatales acabaron desapareciendo en el primer tercio del siglo XIX.

Bibliografía

HELGUERA QUIJADA, Juan, “Las Reales Fábricas”, en COMÍN, Francisco y MARTÍN ACEÑA, Pablo (dirs.), Historia de la empresa pública en España, Madrid, Espasa-Calpe, 1991, pp. 51-87.

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