viernes, 2 de enero de 2015

EL CRACK DE LOS TULIPANES




            Esta burbuja económica que estalló en Holanda en 1637 es el primer crack bursátil de la historia.
El tulipán entró en Europa desde el Imperio Otomano hacia 1550. Un botánico flamenco, Charles de L´Écluse, a finales del S.XVI introdujo estas flores en Holanda, y con el tiempo se extendió su cultivo, que era muy apto para el suelo holandés, así como su comercialización. Su exótica belleza gustaba a los comerciantes ricos y aristócratas, que lo compraban para decorar sus jardines. Debido a su alto costo se convirtió en símbolo de estatus social, ya que solo los ricos se gastaban el dinero que costaba un simple tulipán, unos 10 florines (el valor adquisitivo de un florín de la época equivale a 10 euros actuales), ya que al fin y al cabo su única función era decorar y su vida sólo dura unas semanas.
Con el tiempo, las clases medias también empezaron a comprar tulipanes, en su incansable afán de mostrar que son ricos. Los compraban para poder lucirlos en sus casas al invitar a amigos o comerciantes y poder presumir de estatus. De esta manera los ricos necesitaban otro símbolo de estatus para poder diferenciarse de la clase media que los persigue, y es aquí donde entra en juego un virus llamado “Tulip breaking virus”, que hacía que los pétalos de un tulipán tuviesen líneas de colores y fogosas llamaradas de pigmento, haciendo los tulipanes infectados mucho más exóticos y por ende, más caros, todo un atractivo para las clases ricas.
Debido a su corta vida, en el comercio de estos tulipanes se empezó a realizar a través de los bulbos de los tulipanes (que a diferencia de las semillas, éstos sí podían transmitir el virus). Pero el bulbo tarda aproximadamente un año en florecer, por lo que se acabó comerciando con los derechos al futuro tulipán a través de contratos.
Estos rasgos definen la situación que se dio en el otoño de 1636. Empezó una fiebre especulativa en torno a los bulbos de los tulipanes infectados que florecerían para la primavera del año siguiente. Se hicieron innumerables contratos de compra y venta de los derechos de los futuros tulipanes. La gente comparaba el derecho de un futuro tulipán dando al vendedor una pequeña parte (que se fijó legalmente en 2,5 florines como máximo) y se comprometía a pagar el resto cuando el bulbo floreciese. Los precios de los bulbos comenzaron a subir con mucha rapidez, mucha gente se hizo rica en muy poco tiempo, y la creencia generalizada de que la compra de tulipanes iba a extenderse por toda Europa (debido a que algunos aristócratas franceses habían hecho algún encargo) no hizo sino aumentar la euforia, al igual que la extensión de la idea de poner marcas a los tulipanes para rodearlos de más glamour. Entre el 12 de noviembre y el 3 de febrero, el precio de los tulipanes subió de unos 10-15 florines a 200 florines de media, el récord de precio lo batió un tulipán que se llegó a vender por 6000 florines.
No obstante, todo era especulación sobre el precio futuro, pues hasta febrero no comenzaba la venta de los bulbos (si se sacaban de la tierra antes se estropeaban). Y así, cuando llegó febrero la burbuja pinchó. Los ricos, los compradores últimos, no estaban dispuestos a pagar tanto dinero por un producto cuya única función era servir de decoración el poco tiempo que estaba florecido. Los vendedores no encontraron compradores, el precio fue bajando de un día para otro al no conseguir ventas, y finalmente, en primavera, el precio se hundió, estallando así la crisis, que afectó a todos los que participaban en la cadena de contratos de compra-venta desde el primero hasta el último. Los participantes en la cadena se reclamaban unos a otros el cumplimiento de contratos que ellos mismos se negaban a cumplir cuando les tocaba asumir el pago en sentido contrario. Las denuncias, peleas y discusiones fueron múltiples, hasta que finalmente tuvieron que intervenir las autoridades y declararon primero que los contratos de bulbos habían sido pura venta de humo, y después decidieron obligar a los participantes de los contratos a abonar el 10% de lo establecido.
Sobre las consecuencias de esta crisis ha habido mucha controversia. Algunos hablan de colapso de los mercados financieros, otros de recesión, se mencionan quiebras y bancarrotas, pero otros argumentan que el fenómeno sólo se limitó a un reducido grupo de comerciantes que participaron en el negocio. Probablemente los efectos sobre la economía holandesa no fueran devastadores, pero esta historia de cómo el hombre se puede dejar llevar por la fiebre especulativa hasta extremos absurdos tiene un gran interés en el estudio de las burbujas financieras.


BIBLIOGRAFÍA:

-TRÍAS DE BES, FERNANDO. El hombre que cambió su casa por un tulipán. Ediciones Temas de hoy. 2009.
-Revista HISTORIA. National Geographic. Nº 61.

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