jueves, 9 de octubre de 2014

El nacimiento del Estado fiscal durante la Edad Moderna


 Cuando en 1499, Luis XII de Francia le preguntó al condottiero Gian Giacomo de Trivulzio qué necesitaba para conquistar Milán, éste respondió: "Tres cosas: dinero, dinero y dinero". La guerra fue sin duda el motor del desarrollo de los estados en Europa, lo que ha llevado a hablar de una "revolución militar" desde mediados del siglo XVI, ligada al uso masivo de armas de fuego, ejércitos mercenarios o fortificaciones. Esto causará una paralela revolución fiscal que dotó a los poderes políticos de unos recursos muy superiores a los de la Edad Media: los estados modernos pasaron desde mediados del siglo XV a controlar territorios más amplios, y por ello se dotarán de burocracias permanentes y sistemas fiscales más potentes.

 ¿Qué tiene que ver el Estado con el crecimiento económico de este período? Según el Premio Nobel de Economía, Douglass North, los estados proporcionaron un marco institucional estable, cuyas leyes y tribunales respaldaban los derechos de propiedad y la seguridad de los contratos (de manera mucho más eficaz que los señores feudales). De entre todos los estados, según North los más eficaces fueron aquellos que desarrollaron instituciones parlamentarias que limitaban el poder de los monarcas en materia fiscal (este fenómeno explicaría el auge de Holanda e Inglaterra desde el siglo XVII).

 El fortalecimiento del Estado se concretó en el ámbito de la hacienda. Ante el enorme gasto de la guerra, se difundirán innovaciones fiscales de la época medieval: los impuestos indirectos y los títulos de deuda pública. Eran excepcionales los impuestos directos sobre la renta o la riqueza, como los catastros de algunas ciudades italianas o la taille francesa sobre la propiedad de la tierra. Sin embargo lo más habitual eran los impuestos indirectos: la alcabala en Castilla (impuestos del 10 por 100 sobre las compra-ventas) o las aides (sobre el vino, licores, velas y jabón) y gabelas (sobre la sal) en Francia.

 Aunque los recursos ordinarios fueron creciendo desde fines del siglo XV, no alcanzaban para cubrir el gasto, especialmente militar y de la corte. Por ello los monarcas recurrirán cada vez más al endeudamiento, ya fuera mediante préstamos a corto plazo de banqueros, o bien por la deuda consolidada. Por ello se emitían títulos de deuda pública que eran pagados por medio de los impuestos ordinarios. Tales títulos se denominaban juros en Castilla o rentes en Francia y gozarán de buena acogida en la época (únicamente Inglaterra demoró su introducción hasta fines del siglo XVII).

 Cuando no bastaban los ingresos ordinarios, se recurrió a los extraordinarios: ventas de patrimonio real, venta de tierras expropiadas a la Iglesia (fenómeno típico en la Inglaterra de Enrique VIII), venta de oficios públicos, donativos de la nobleza... Impuestos y deuda tuvieron grandes repercusiones económicas. Los primeros, que debían pagarse en metálico, impulsaron la difusión de la moneda y forzaron incluso a los campesinos a comercializar sus excedentes. Esta característica causó  una extensión progresiva de los mercados, pero también una creciente presión fiscal que causó revueltas campesinas como la de los croquants franceses en 1636. La deuda por su parte, suponía para los estados unos compromisos de pago de intereses de los que no podían zafarse fácilmente. Por ello países como Inglaterra controlarán progresivamente sus presupuestos por vía política (como el Parlamento inglés desde 1640), o bien por medio de técnicos y funcionarios especializados. Otra consecuencia económica de los estados modernos fueron las oportunidades de negocio generadas: financieros como los Fugger o los Spínola son algunos ejemplos de familias enriquecidas a la sombra de los estados. 

 Finalmente, además del crecimiento del gasto y de los impuestos, los estados modernos intervinieron a través de otras medidas económicas englobadas bajo la etiqueta de mercantilismo. El objetivo de estas políticas fue el reforzamiento del poder estatal a través de la intervención sobre la economía: protección de las manufacturas locales, fomento del comercio exterior, obtención de metales preciosos o el logro de una balanza comercial favorable.

BIBLIOGRAFÍA:

-COMÍN, F., HERNÁNDEZ, M., LLOPIS, E., Historia económica mundial. Siglos X-XX, Barcelona, Crítica, 2005.

1 comentario:

  1. Muy bien la cita a D. North, si bien es un autor que ha recibido bastantes críticas. Hoy en día, más que revolución fiscal, los historiadores prefieren verlo en términos de evolución con diferentes tiempos según las zonas, sin que necesariamente fuese hacia sistemas más centralizados. La Monarquía Hispánica es un buen ejemplo: el concepto de impuesto estaba más "desarrollado" con los Reyes Católicos que con Felipe II.

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