domingo, 19 de octubre de 2014

La Mesta

El origen del ganado ovino de raza merina parece que tiene relación con la instalación de los benimerines en el sur peninsular a lo largo del siglo XIII. Esta oveja trashumante era reconocida por la fineza de su lana en contraposición con la raza churra autóctona, estante y de lana basta. La apuesta realizada por la producción de lana merina fue una decisión muy trascendente para la economía de Castilla, pues mantuvo el abastecimiento de este género en los mercados internacionales hasta el siglo XIX.

En 1273 Alfonso X constituía el Honrado Concejo de la Mesta, dándole sus primeros privilegios y atribuciones. Esta institución se encargaba de la organización del entramado ganadero y comercial que suponía el recorrido de los ganados entre regiones muy distantes, el esquileo de millones de cabezas y la posterior comercialización de sus lanas. Siempre contó con el apoyo real, ya que era una fuente constante de recursos económicos, una manera de unificar el régimen agrario castellano y una forma de atraerse la fidelidad de grupos influyentes con intereses ganaderos, especialmente nobles e instituciones eclesiásticas.

La principal función de la Mesta era la de proteger la trashumancia del ganado desde los invernaderos a los agostaderos, circulando por medio de cañadas. Las tres principales rutas conectaban las sierras de León, Segovia y Cuenca con Extremadura, el valle del Guadalquivir y el sur de la Mancha respectivamente.

Los privilegios de la Mesta eran: la libertad de paso (se considera una de las razones de la deforestación de la península), la conservación de las cañadas y los descansaderos, la protección frente a iniciativas perjudiciales locales arbitrarias, y la garantía de la existencia de pastos abundantes y baratos para los ganados (derecho de posesión y derecho de tasa). Disponía de capacidad jurisdiccional y una burocracia propia con procuradores en las Cortes y en las Chancillerías para defender sus intereses. A esto hay que unir otros cargos como procuradores en las dehesas que coordinan los arrendamientos de pastos, alcaldes entregadores y toda una red de empleados encargados de las más diversas tareas. Todo esto permitía mantener la lana a un bajo nivel de costes de producción, y también permitía a la Corona aplicar con facilidad sus gravámenes fiscales sobre esta organización (los derechos de Servicio y de Montazgo).

Una vez que los ganados abandonaban los invernaderos del sur y regresaban al norte, se producía el esquileo y la posterior venta en sucio de la lana para el mercado nacional y en limpio para la exportación, que era la mayor parte. Relacionado con esta actividad ganadera, se produjo el desarrollo de algunos centros productores de paños en Castilla como Segovia, Valladolid o Burgos.

La comercialización de la lana se realizaba en ferias y mercados y se exportaba hacia los centros productores textiles de Italia. Este destino fue sustituido en el siglo XVI por los puertos ingleses de Southampton, Sandwich y Portsmouth, el francés de La Rochelle y la ciudad flamenca de Brujas. Castilla se hizo con el monopolio en el abastecimiento a la industria pañera europea. El itinerario comercial en la península se centró en el eje Medina-Burgos-Bilbao, estando en la ciudad burgalesa el centro financiero y recolector de la lana. Así mismo, permitió el desarrollo de la marina cántabra y la fundación de factorías o gremios de mercaderes hispanos en los puertos europeos. La conversión de la feria de Medina en uno de los principales centros bancarios y crediticios de Europa facilitó el desarrollo de las operaciones financieras entre mercaderes de la lana y ganaderos.

A lo largo del siglo XVI y primera parte del XVII se produjo una disminución en el número de cabezas de ganado como consecuencia de la necesidad de poner en roturación nuevas tierras, lo que trajo consigo una disminución de los pastos disponibles, una elevación en los costes de producción  y una reducción en los beneficios de su exportación. Sin embargo, esta tendencia se invirtió en el último tercio del siglo XVII y el siglo XVIII, produciéndose un aumento muy considerable de los rebaños, muy relacionado con el aumento de la demanda de la industria textil europea. Durante la Guerra de la Independencia se produjo el hundimiento definitivo de esta actividad por las pérdidas de cabezas de ganado, la desarticulación del sistema de trashumancia y la búsqueda de nuevos mercados de abastecimiento por parte de la industria europea. En 1836 la Mesta es definitivamente abolida, creándose en su lugar la Asociación Nacional de Ganaderos, un organismo que redujo sus funciones a una mera unión gremial centrada en la defensa de los intereses económicos.

Bibliografía:
GONZÁLEZ ENCISO, Agustín y MATÉS BARCO, Juan Manuel (coord.), Historia económica de España, Barcelona, Ariel, 2006.

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